CanÍbales

EL MIEDO DE MARINE

Inspeccionó los cuerpos, escuchó al forense, todo lo que le decían ella tomaba nota en su mente, se dejaba llevar por los detalles y creaba una escena mejor en su memoria.

Se frotaba los ojos con sus manos, tratando de controlar su cansancio, su cabeza comenzaba a palpitar, pidiendo un descanso, un momento de  relajación.

Se subió a un automóvil rentado, era negro, clásico y rápido. El hotel donde se había quedado estaba a unos cuarenta y cinco minutos de la estación,cruzando el bosque, una lluvia torrencial estaba azotando la noche de  Alemania, el camino estaba despejado en la parte del bosque, encendió el radio y escucho una canción tranquila, no sabía la letra pero solo se dejo llevar por el sonido.

Los truenos invaden los oídos de Marine pero lo encontraba tranquilizador, sin embargo le impiden  escuchar el sonido de un auto acercarse a una velocidad mayor a la permitida. Miró al espejo cuando noto una luz extraña, pero era demasiado tarde, el coche le dio a su auto dejándolo sin control, Marine gritó y trató de mantener el control del volante, pero otro golpe lanzó su automóvil a los árboles. El impacto provocó que Marine se diera un golpe en la cabeza y quedara inconsciente por unos minutos, el humo salía del cofre del auto, la gasolina chorreaba confundiéndose con las gotas de lluvia.

Cuando Marine despertó le dolía el cuerpo, se revisó la cabeza y sus manos tenían sangre a su como su nariz, su cabeza daba vueltas, se fijó en los cristales del auto y el parabrisas estaba destrozado, una rama lo había atravesado y estaba aliviada de que la rama no le hubiese atravesado el hombro, porque eso impediría moverse y era algo que le aterrada.

Tuvo que salir por la otra puerta, ya que de su lado estaba bloqueado. Al salir quedó empapada, tenía frío y estaba sola.

Giro a todas las direcciones para ver al auto que la arrolló, no había nada. Saco el celular de su chaqueta pero estaba roto, maldijo en voz baja y pensó en caminar hasta el hotel.

El auto estalló y Marine se tiró al suelo asustada, su respiración fue agitada y se paró lejos del fuego, se quedó parada tratando de entender lo que pasaba, sin embargo retrocedió cuando vio una figura masculina salir de entre los árboles, estaban frente a frente y Marine noto que aquel sujeto traía un arma de fuego en su mano izquierda, contuvo la respiración, con su mano derecha buscó el arma en su pantalón, un sudor frío que se confundía con la lluvia recorrió su cuerpo cuando recordó que había dejado el arma en el hotel.

Aquel hombre se guardó el arma de fuego para sacar una daga negra, Marine no podía distinguir su cara, solo se veía como una gran sombra que atravesaba la lluvia como no estuviese ahí, sin dejar de mirarla, sin dejar de moverse.

Corre Marine, corre

Corrió hacia al bosque, se adentro a la oscuridad de un territorio que no conocía, recorriendo un lugar lleno de trampas para su cuerpo y mente.

Corrió hasta que las piernas le dolían, el pecho le ardía, en su trayecto cayó al lodo dándose un golpe muy fuerte en la pierna derecha, ahogó su grito cuando recordó que aquel sujeto no estaba tan lejos de ella, no sabía si corría en círculos o si estaba muy cerca del hotel, se levantó con dolor y ganas de quedarse en aquel lugar, no obstante no estaba dispuesta a rendirse tan rápido.

Camino rápido hasta encontrarse con una pequeña cabaña, rápidamente tocó la puerta y gritó por ayuda, sin embargo no hubo respuesta alguna, sentía impotencia, podía sentir que el tiempo se le agotaba, con varios golpes  aquella puerta se abrió, estaba entrando cuando un disparo se escuchó cerca de ella, dio un grito cuando sintió un dolor intenso en la pierna derecha, miró hacia abajo y la sangre corría por sus pantalones, volteo hacia atrás y observó aquel hombre grande sostener el arma, estaba serio, no mostraba alguna expresión, era viejo con barba y blanco.

 

—No se te ocurra entrar a  mi casa zorra —. Gritó —. Por que si entras te sacare en pedazos.

 

Marine estaba asustada y era algo que la irritaba, entró a la casa y cerró, bloqueo la entrada con un pedazo de madera y se alejó de ella.


 


La cabaña estaba oscura, fría .
Marine aún con su respiración irregular trató de observar algo que la ayudara a defenderse, miro su camisa y la rasgó para poder presionar su herida, satisfecha de que la sangre no fuera tan abundante como hace unos minutos se puso de pie. Apretó los dientes para contener un grito de dolor, se sostuvo de lo que parecía ser un baúl que se encontraba a su derecha, cuando se incorporó, fue palpando la pared con cautela, sus pies podía sentir la madera podrida, el hedor de la carne podrida llenaba sus fosas nasales, como la carne de cerdo en el matadero, no sabía exactamente de dónde venía el olor, porque parecía venir de todas partes, como si fuera parte del mismo aire.
Encontró una ventana pequeña, se asomó con precaución para no llamar la atención de aquel cazador, al principio no podía distinguir más  que los árboles, sus ojos observaban lo mejor que podía, girándose de un lado a otro para descubrir aquel hombre, aún nada.
Se alejó para seguir inspeccionando la casa y encontrar un arma o al menos un celular, se detuvo ante una puerta que estaba bloqueada, una parte de la puerta estaba rota y se asomo para ver el contenido, vio lo que parecía ser un arma de fuego.
A un lado de ella estaba una mesa con muchos utensilios, algunos trapos viejos y mugrosos, las apartó tratando de encontrar algo que le sirviese para abrir. Había un jarrón con flores marchitas en  rincón de la mesa, frustrada lo lanzó al suelo, dando un grito de enfado.
—Vete al carajo pedazo de mierda! —. Expresó enojada—.
El jarrón se rompió en cientos de pedazos y las flores parecieron desintegrarse por los posibles meses de olvido, sin embargo un ruido distinto invadió los oídos de Marine, como un metal diminuto y lo suficiente  grueso para hacer ruido. Entre las piezas en el suelo estaba lo que parecía ser una llave, se tiró al suelo y comenzó a quitar los pedazo de florero, sin quejarse del dolor cuando pequeñas partes se encajaban en sus manos, la adrenalina, la angustia era lo que ahora estaba en su sistema, consumiendo la.
Sonrió cuando sostuvo las llaves en sus manos, eran tres llaves pequeñas, diferentes y cada uno era la oportunidad de salvarse. Se dirigió a la puerta cuando escucho la voz gruesa de aquel hombre.
—Voy a entrar zorrita —. Dio un golpe en la puerta —. Voy a entrar y esta vez si te mataré—. Dos golpes más —. Esta vez no esta tu madre para defenderte.

“¿qué?”

Los golpes aumentaron, Marine podía sentir el sudor en su frente y las axilas, se apresuró a probar la primera llave, no funcionaba.
—Sal de mi casa—. Gruñía—. Sal de mi casa Marine.

“no se quien eres , no se que pasa”

Probó la segunda llave, la forzaba y se enojaba de que no girará. Se escucho como se quebraba un cristal, algo duro golpeó el suelo y Marine volteo a ver qué pasaba. Una gran piedra había atravesado la ventana cercana a la puerta, pudo ver como la mano de aquel sujeto trataba de quitar la madera que obstruía la entrada, sus manos eran grandes, ásperas con cicatrices alrededor de los dedos como si se hubiese atorado en un alambrado. Los una las estaban llenas de suciedad, amarillentas y llenas de cutícula.
Marine estaba nerviosa, sus manos parecían tener grasa, las llaves se le cayeron al suelo y su corazón parecía salirse de su pecho, las recogió mientras sentía caliente las mejillas, volvió a probar las llaves, la madera se quebró y la puerta se abrió, la llave encajó.

 




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