Hasta las lágrimas son heladas.
Hasta el dolor es adictivo, ¿por qué la gente no entiende que lo que hago es arte? ¿Por qué nadie me enseñó a querer? ¿Por qué nadie es inteligente y me persigue? ¿Acaso no ven que quiero jugar?
Y llegaste tú, sigilosa como la pantera. Cuando te vi estabas en las sombras cazando, te vi convertirte en polvo y desaparecer entre la multitud, siendo nada como yo. Tu caminar eran tan rápido y ligero, me resistí por poco, quería llevarte conmigo y encerrarte para siempre en la jaula que he estado construyendo. “Criatura exótica cualquier loco te mataría, ven conmigo pues yo te protegería”.
Tenía tantos planes contigo, pero no me decidía entre los dos, uno y el primero que cruzó mi mente oscura fue devorarte por partes y poder escuchar el canto de tus gritos de dolor, en segundo lugar era que vieras el mundo como yo lo veía, y transformar a personas como yo lo he hecho. A veces la gente no comprende que la vida de un cazador es bastante solitaria, pero tu lo entiendes ¿verdad?
Porque cuando te vi la primera vez descubrí que éramos leones en este mundo de corderos.
Tal vez piensas que estoy enferma y retorcida, y hasta cierto punto lo creo, pero no fue mi decisión ser de esta manera, ¿un psicópata nace o se hace? No sabes nada de mi y eso es una tristeza porque evita que me captures. Aunque siendo sincera, lo mejor es que no me conozcas como lo era antes, ya que no es tan interesante.
Por el momento me tendré que contener, a partir de hoy tu salud, cuerpo y mente me pertenecen…
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Sentía una calidez
Mis ojos estaban cerrados y la oscuridad me abrazaba.
Poco a poco fui abriendo mis ojos hasta sentir la luz.
Por un momento creí que seguía en la cabaña sola y fría, apunto de morir.
Nuevamente estoy jodida, me tense y quise levantarme, estaba preocupada, el pánico duró unos segundos hasta que me di cuenta de donde estaba, otra vez en un hospital.
Giro mi cabeza con la esperanza de ver a un médico, a una enfermera o incluso a Daniel. Aparte mi mano con rapidez al notar a un médico, solo que no era al que esperaba. Estaba sorprendida, de todas las personas en el mundo, la persona que tenía enfrente era la única a la que no quería ver.
—Alana—. Dije con un cierto asombro.
—Buenos tardes Marine. —. Respondió con la tranquilidad que la caracterizaba.
— ¿por qué estás…?
—Daniel me envió, él no pudo venir. —Le explicó pacientemente dándole una sonrisa. —. Llamaré al médico.
Se quedó sola, confundida y adolorida. Sabía que Alana escondía emociones, en especial la felicidad, pero no porque le agradará que sobrevivirá y tuviera una larga vida, sino porque eso significaba que podía seguí jugando con ella.
Cuando llegó, la vio acompañada de un doctor. Él era de estatura media y caucásico, estaba bien aseado y se dirigía con prisa.
—Buenos días señorita… Marinel
—Es Marine —. Lo corregí.
—¡Vaya! Me disculpo, nunca antes había escuchado ese nombre. Señorita Marine, soy el médico Dieter Schultheiss. Me alegra que se haya despertado, ya nos tenía preocupados.
—¿cuanto tiempo llevo aquí?
—seis días después de la operación.
—¿Tanto tiempo? - dijo Alana.
—Así es —respondió el doctor—. ¿Es usted su familiar?
Marine se ruborizó y trató de explicarle al médico pero era obvio que Alana ya sabía la respuesta.
—Soy su doctora. —sonrió.
—¿qué área?
—psicología.
—Bueno eso ayuda mucho entonces. Debido a que hoy viene con ella, le informó que la señorita Marine se puede retirar esta noche, tiene que cambiar las gasas todas las noches, enjuagar muy bien y con delicadeza. Además de tomar tus medicamentos. ¿Puedo confiar en usted señorita…
—Alana.
—¿puedo?
—yo la cuidare, no se preocupe.
—¿Señorita Marine tiene alguna duda?
—¿que paso con el otro hombre?
Alana miró a Marine y después al doctor, la explicación arruinaría sus planes. No le quedó de otra más que interrumpir.