Lunes 21 de septiembre, de 1970.
09:30 am.
Micaela estaba en el colegio, feliz porque tenía una llave de su propia casa.
Había obligado a su madre que fuese a comprar una llave ese mismo sábado con su dinero.
El plan era que Guadalupe iba a sacar a su esposo el lunes por la tarde. Estaba enojada porque la última vez que su papá la había golpeado fue porque se enteró que iba al hospital a ver a María y desde ese momento cambió su horario de trabajo.
El hombre volvía temprano a ver cómo estaba ella y asegurarse de que no haga nada estúpido, como dice él y luego se volvía a ir para irse a no sabe dónde, pero no le importa la vida de su padre.
Micaela tenía hasta las 16 para ir al hospital, según su madre.
Estaba emocionada porque su padre ese día no la iba a retirar. Micaela le había insistido tanto a su madre para que pueda convencer a su padre que no la retire, que lo iba a hacer ella.
Ya quería salir del colegio. Camila la iba a acompañar para que no esté sola en el hospital.
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12:25 am.
La misma Camila iba todos los días al hospital para contarle cómo estaba María. También iba a la casa de Micaela para ayudar a la madre de su amiga a curarle las heridas de la espalda.
Sabía todo lo que sucedió y todo gracias a que un día, la madre de Micaela la esperó en la salida del colegio para contarle de toda su situación, de por qué faltaba mucho al colegio.
Se sabía el horario del padre de Micaela, una vez se escondió detrás de un árbol porque vio al hombre subirse a su auto. Se tuvo que aguantar las ganas de querer golpear a Antonio. No quería provocarle más problemas a su amiga.
Cuando vio que el hombre se fue, fue directamente a la puerta y la tocó tres veces para que la atendieran.
Esperó un poco y fue atendida por la mamá de Micaela.
—¿Camila? —preguntó la mujer un poco confundida por la visita de la niña con un estómago muy pronunciado— ¿Cuántos meses llevas?
—Llevo seis meses y mi bebé está muy saludable gracias a Dios —respondió y puso su mano en su bulto.
—¿Qué haces aquí? ¿Y Micaela?
—Me dijo que me adelantara. Que tenía que hacer algo en el colegio. Creo que tenía que hablar con un amigo de María.
—¿En serio?
Camila afirmó con su cabeza.
En la salida del colegio, Mario quería hablar con Micaela sobre sus sentimientos y ella aceptó porque le parecía un buen muchacho.
Así que se fueron a un negocio a hablar con tranquilidad.
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12:45 am.
Mario y Micaela estaban en el negocio de Don Pablo. Se habían comprado dos sandwiches con una bebida para ellos dos.
—Decime la verdad, ¿amas a mi mejor amiga?
—La amo como no te imaginas.
—Yo te amo mucho, Mica... Me gustaste desde el primer día que entraste por la puerta de nuestra aula.
—Mario —habló con firmeza luego de ver como el chico quería llorar—, no te quiero mentir. No siento nada por ti, ni siquiera como amigo porque no tuviste la valentía para acercarte a mí para ser amigos. En cambio, María sí —Sabía que estaba siendo dura, pero no quería darle falsas esperanzas a su compañero—. Búscate a una chica que te pueda amar como tú a ella.
—Capaz, vos tenes razón, pero yo no te invité para declararte mi amor —dijo el muchacho—. Solo quiero ayudarte para que veas más a María.
Micaela lo miró raro, no sabía lo que estaba planeando el muchacho, pero quería saberlo en ese momento.
—¿De qué se trata?
—Sencillo, voy a fingir que soy tu novio y te voy a "invitar" a una cita todos los días.
La adolescente no podía creer lo que estaba planeando el chico. Sentía que solo hacía eso para tener más tiempo con ella. Tenía miedo de que Mario haya planeado un plan para hacerle daño.
—Y con eso, te podría llevar al hospital para que veas a María.
—¿No me estás mintiendo?
El chico rodó los ojos, sentía desesperación. No sabía cómo ganarse la confianza de la muchacha.
—Mira... —La miró fijamente y con poca paciencia— María es mi mejor amiga, no le voy a traicionar de la manera que vos estás pensando.
—Júralo.
—Lo juro.
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13:49 pm.
Mario se encontraba en la casa de Micaela. Estaba platicando con la madre de su nueva amiga y aliada.
—¿Sabes que tu padre puede descubrir este plan? Él no te va a creer esa mentira de que tienes un novio. Además, tu padre ya no va a resistir en buscarte cuando salgas del colegio porque tiene miedo de que vayas a buscar a esa niña.
—Mamá, es mi última oportunidad de convencerlo.
—¿Qué mentira le dirás? Quiero saberlo si voy a participar en este engaño —dijo Guadalupe, cruzándose de brazos.
—Tengo un plan, mamá... —Miró fijamente a Mario quién también la estaba mirando con complicidad— Tenemos un plan.
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Martes 22 de septiembre de 1970.
13:10 pm.
Micaela estaba afuera del colegio, esperando a su padre para así poder hacer su plan.
Vio el auto de su padre estacionarse cerca del colegio y se acercó a Mario para darle un beso en la comisura de sus labios.
Los dos adolescentes escucharon que alguien hizo un ruido con fastidio y se dieron la vuelta para encontrarse con Antonio.
Micaela estaba con una sonrisa porque su plan estaba funcionando, borró su sonrisa y se dio la vuelta para ver a su padre.
—Papá, ya nos podemos ir.
—¿Quién es ese chico, Micaela? —preguntó con un tic nervioso en su ojo izquierdo.
—Papi, te presento a Mario —La chica le agarró el antebrazo al muchacho y darle un beso en su mejilla—. Él es mi novio.
La cara del hombre cambió a una sonrisa de felicidad y de orgullo.
—¿Novio?
—Sí, te lo iba a decir esta noche porque lo había invitado a cenar, pero veo que las cosas se adelantaron.
—Mucho gusto, señor García. Encantado de conocerlo. —Mario le extendió la mano al hombre.