Genial.
De nuevo me encontraba vistiendome de prisa.
Al parecer había tomado como hábito el levantarme tarde.
Faltaban 20 minutos para las 9.
El recorrido de mi casa hasta la academia era de 20 minutos, mínimo.
Me até mi desordenado cabello rizado en forma de un chongo.
Portando unos jeans oscuros junto con una playera gris.
Avancé hasta la cocina, donde mis padres se encontraban hechando humo.
Estaban gritando, tan enojados como siempre.
Obviamente a mí me tocó el regaño también.
No desayuné una vez más. Y así me fuí.
Gritando y furiosa.
Tomé el transporte y llegué justo a las 9:05.
Con paso veloz me apresuré hasta llegar a la academia.
No había nadie, ni siquiera estaba abierto.
¿Ayer igual estaba cerrado y tuvimos que tocar? Realmente no recordaba bien.
Que memoria la mía.
Esperé 10 minutos más y nada.
—Solo cinco minutos más— Suspiré desesperada. No había nadie. Estaba sola y me molestaba que la gente se me quedara viendo.
Pasaron los minutos determinados y sin más fuí a tomar el transporte de regreso a mi casa.
Donde al llegar mi madre ya estaba un poco más calmada.
—¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
—Pues no abrieron así que me fuí— Contesté tranquila mientras me sentaba para tomar atole de avena.
—Hubieras esperado más tiempo, qué tal y llegaba tarde.
Eso me hizo dudar sobre mi decisión.
Qué tal y si había llegado.
—Anda regrésate ahora, de que sirve que vas a pagar el cable.
Me dió dinero y tuve que regresar al centro de mi pequeña ciudad.
Estaba cerrado donde se suponía que iba a pagar así que me pasé directo a la academia, la cual, estaba abierta.
Diablos.
Con pena pasé.
—Buenos días— Saludé a mi profesor de ayer.
—Oh buenos días, creí que ya no ibas a venir. ¿No te dijeron que era a las nueve la clase?— Preguntó extrañado mientras se sentaba en el escritorio.
—Ah eso, sí, solo que llegué y esperé como quince minutos y creí que ya no iban a haber clases. Así que me fuí...
—Ah si, una disculpa es que se me hizo tarde y llegué veinte minutos después.
Y pensar que en lo que yo tomaba el transporte, él estaba abriendo la escuela.
Apenada me senté en una banca que estaba en la entrada.
Me había dicho algo pero realmente no había escuchado bien, talvez era algo de "vamos a esperar hasta que empiece bien la hora", puesto que faltaban 6 minutos para ello.
Y en cuanto pasaron me habló para pasar a la zona de canto.
—Bien, vamos a vocalizar, pero no quiero que solo utilices garganta.
—¿Cómo?
—Tienes que usar el diafragma.
Antes había escuchado sobre ello pero nunca pude entender perfectamente como.
—No sabes verdad— Negué con mi cabeza. —Bien, usar el diafragma es como usar el músculo del abdomen. Poner fuerza en el. Ponerlo literalmente duro.
Me mostraba el movimiento de su abdomen mientras cantaba un verso de una canción. Canta hermoso por cierto.
Su abdomen en ciertas frases, se notaba que se estremecía y endurecía.
Traté de imitar el movimiento pero nada.
Mi flácido estómago no daba.
—Es en esta parte— Dijo mientras me sorprendía tocandome la parte media del estómago. Probablemente me puse colorada.
Pero gracias a eso, pude controlar un poco más mi estómago. O más bien "diafragma".
Tuve que cantar unas sinfonías, al parecer aquello del diafragma me estaba funcionando a la perfección.
Me sentía un poco incómoda estando sola con él pero gracias a Dios, poco después llegó otra alumna.
Después de un rato, tocaba el tiempo en el que tendría que cantar.
Dios, que nervios.
Mi corazón de dejaba de latir tan rápido como si se tratase de una gacela corriendo. Apenas y pude cantar en mi escuela frente a pocos.
—Bien, te toca a tí.
Esas palabras hicieron que me pusiera más nerviosa.
Respiré profundo. Y cante.
Esta vez me gustó un poco lo que hice, pero no era lo suficientemente bueno.
—Muy bien, tienes un muy buen registro de voz, una voz bonita, bien.
Me puse muy feliz al escuchar aquellas palabras salir de sus labios.
A pesar de ser talvez muy simples, eran de los pocos halagos que recibía en mi vida.
Al término de la clase me dirigí directamente a mi casa, feliz.
La presencia del maestro era muy agradable.
No era nada comparado con los de mi salón.
Y sin mencionar que canta increíble.
Es muy simple la manera en que me agraden las personas y muy rápida en la que me caigan mal, pero qué hago, así soy.
***
Transcurren los días de la semana.
Se me hacen cada vez más largos para que se acerque el viernes, el día que voy a canto.
Como siempre, mientras todos salen con sus "amigos" si es que se pueden llamar así a esa bola de hipócritas, yo paso mis vacaciones encerrada y ayudando a mi madre.
Y no es que me queje exactamente de ello.