¿Era necesario aclarar que ese día fui castigada?
Según mis padres no querían que su hija los avergonzara, como si ellos no se avergonzaran a sí mimos todos los días.
La situación en casa se tornó muy incómoda, papá me ignoraba, mientras que mamá me miraba con lástima, como si no pudiera creer en lo que me había convertido. Para Joel dejé de existir, literalmente, él no quería una hija mal de la cabeza. O eso fue lo que me dijo al día siguiente cuando estaba tomando su café.
En la universidad la situación tampoco era la mejor, todos me miraban con lástima, como si debieran tener cuidado conmigo y eso me molestaba, hacía que me hirviera la sangre.
Mi cabeza no era la mejor en esos momentos, literalmente podía estar pensando en lo que sea menos en mi salud mental, esa la dejé de lado tal cual como había comenzado a preocuparme por ella, de repente.
Sí, quería morir y mucho más en esos momentos donde sientes que no tienes a más nadie aparte de ti, pero cuando hasta tú misma no te soportas todo se vuelve mucho más difícil ¿Cómo no?
Me detestaba tanto como se puede detestar a una cucaracha, como cuando detestas que te interrumpan cuando escuchas tu canción favorita, me odian tanto como para no ver nada bueno en mí. Nadie se fijó nunca en mí y eso no ayudó para nada en mi autoestima.
Porque después de todo ¿Quién estaría con la rarita de la universidad? Ya todos en ese lugar conocían mi situación ¿Quién se acercaría para verificar si los rumores eran ciertos? Nadie, por eso, porque estaba sola y no tenía a nadie que me respaldara.
Lloré por una semana completa, si alguien escuchó mis sollozos me ignoró y estaba agradecida, no quería que nadie se me acercara a decirme que las cosas mejorarían, maldita sea, nada en mi vida iba a mejorar ¿Por qué de tantas palabras de consuelo en el mundo, siempre tenían que decir esas?
No lo entendía.
Un mes después al fin estaba libre de castigos, mis padres revisaron toda mi habitación y encontraron mis cuchillas, estas estaban ya oxidadas, así que no me importaron mucho.
Estaba sentada en el parque que estaba cerca de mi casa, cuando lo vi. Nunca confundiría su rostro, la persona que me salvó esa noche.
Y parece que él tampoco me había olvidado porque con una enrome sonrisa se acercó a mí y se sentó a mi lado, mientras yo seguía viendo al frente.
— Hola, Aisha — me dijo, al parecer aún se sabía mi nombre.
— Hola — dije simple, no tenía ganas de hablar con nadie.
— Veo que estás bien — dijo con una sonrisa más grande a la anterior — eso me alegra mucho.
— Ni tanto — le dije. Él me vio con una mueca de confusión — dije que ni estoy tan bien, nunca se está lo suficientemente bien.
— Pero nunca se está lo suficientemente mal.
Yo negué, se notaba que era mayor de edad, incluso mayor que yo, pero era obvio que no sabía mucho de la vida.
— Se nota que no sabes mucho de la vida — dije en un susurro.
— Sé lo suficiente — se defendió y yo sonreí triste.
— ¿Sabes por qué intenté acabar con mi vida el otro día? — le pregunté y él negó — porque la vida es un asco al que tenemos que enfrentarnos todos los días ¿Por qué debemos venir al mundo a cumplir los caprichos de nuestros padres? ¿Por qué no piensan primero en la criatura y luego en ellos?
Alessandro solo se quedó en silencio, escuchando y observando.
— ¿Cuántos años tienes, Alessandro?
— Veintitrés — dijo.
— Yo tengo diecinueve y créeme cuando te digo que ya sé lo que es vivir una vida de mierda, Alessandro, no sé de tu vida, no sé por qué me salvaste la otra noche — sacudo mi cabeza — pero no quiero saberlo, sol quiero que para la próxima no frustres mis planes, de todas maneras ya me dijeron que me quieren muerta.
Después de mi última frase ambos quedamos en silencio, sin saber qué decir. Porque ¿Qué se dice ante eso?
— Si no te hubiese salvado yo, hubiese sido otra persona, pero aunque lo creas este mundo no es tan malo si lo ves desde otra perspectiva. Lo importante es aprovechar todas las oportunidades para ser feliz.
Yo negaba con mis ojos llenos de lágrimas, que aún no se atrevían a salir. Solté una risa amarga y tapé mi boca con mi mano.
— Yo no puedo ser feliz ¿Lo entiendes?
— No, no puedo entenderlo — se levantó de la banca — pero, de todo corazón te deseo paz y que algún día puedas encontrar eso que te hace falta, por si quieres hablar algún día conmigo.
De su bolsillo sacó una libreta y un bolígrafo para comenzar a escribir, cuando terminó me tendió el papel.
— Si deseas hablar de lo que sea conmigo, escríbeme, ese es mi número y si deseas contarme acerca de que ya encontraste lo que tanto necesitas, igual voy a estar ¿Bien? — asentí y él se despidió de mí con la mano.
Luego de ese suceso un tanto extraño, me quedé un poco más en el lugar, me gustaba ver el atardecer, me hacía sentir que después de todo no vine a perder el tiempo en este mundo.
Regresé a casa y como siempre, no había nadie ¿Por qué se molestaron conmigo? Si igual no iban a estar para verificar que cumpliera con mi promesa.
No agendé el número en mi celular, pero sí lo guardé en una cajita que tenía con llave, no tenía esperanzas de que alguna vez llegara a encontrar paz, ya tenía un caos perfecto a mis pies.
Cualquier persona tendría que vivir lo que yo viví, para que me pudiera entender, porque de lo contrario, estaba sola, de nuevo, como siempre.
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Maratón 5/6