Un mesa, ya había pasado un mes desde que estaba en ese lugar. Nunca vi una mejora en mí.
¿Qué sucedía conmigo? Supongo que nunca fui buena para sanar, pero no todo era tan oscuro, al menos mi hermana siempre estuvo ahí para mí, nunca dejándome sola.
La vida siempre me tuvo un cruel destino guardado, no lo sé, supongo que en mis vidas pasadas le gustaba verme sufrir y en esta vida no fue la excepción, supongo que le gustaba verme agonizar por pensar en un posible futuro para mí ¿Qué sucedía conmigo?
El estar allí sin poder ver a mi familia me ponía mal, sin poder recibir noticia alguna de ellos ¿La tía se habría ido ya o aún estará cuidando de Emma? ¿Mis padres se interesaron por saber si estaba bien? ¿Emma me extrañaría? Esos y muchos pensamientos más me asediaban todas las noches antes de dormir.
No permití nunca las visitas, preferí verlos a todos cuando estuviera bien, pero por lo que veía eso nunca ocurriría, nunca iba a estar bien y nunca sería feliz, ni estaría cómoda con lo que era.
La vida real es muy cruel, acaba con el más débil y premia al más fuerte. Siempre fue y será así.
Yo solo cerraba mis ojos e imaginaba como se sentiría morir, desaparecer de la vida de todos, sin dar explicaciones. Mis pensamientos se iban más allá y todo se iba por otra rama, donde pensaba en como era un mal personaje secundario, siempre estando de extra.
Siendo un plus en la vida de todos, donde si muriera, mi muerte no sería importante para nadie, no le haría falta ni a mis propios padres.
Si lo sabía ¿Por qué me empeñaba tanto en vivir? Si igual sufría tanto, ¿Por qué me aferraba a una vida que no me hacía feliz? Supongo que era muy egoísta conmigo misma, obligándome a vivir aún no queriéndolo.
Mi felicidad nunca existió, nunca la pude tocar con mis propias manos, nunca la pude sentir, nunca la pude saborear. Y eso siempre me va a matar lentamente.
Dicen que la infancia es la etapa más valiosa de la vida, porque lo que viviste en esta, te va a definir toda tu vida. Bueno, al parecer, mi infancia siempre fue triste y la muerte siempre fue un pensamiento constante.
— A veces siento que son tus pensamientos y tú contra el mundo — escuché que dijeron a mi lado.
Estaba en el patio del psiquiátrico, había muchas personas, unas hablando unas con las otras y otras, simplemente estaban igual que yo, sentadas, en solitario y pensando.
Mi vaga mirada se dirigió hacia donde escuché la voz y me sorprendí de ver a Mark junto a otro chico, Alessandro. Creí que estaba alucinando, pues hace unos minutos me había tomado el medicamento impuesto por mi nuevo psiquiatra.
— A veces siento que nunca puedo tener privacidad — mi voz se escuchaba arrastrada por el medicamento que acababa de tomar.
— Aisha — dijo Alessandro con sorpresa — nunca esperé encontrarte aquí, no sabes lo feliz que me hace.
— Supongo que este es el lugar en el que tenía más probabilidades de terminar. — puntualicé con una sonrisa amarga.
Mark nos vio a ambos con cara de confusión.
— ¿Cómo? — preguntó con confusión — ¿Ustedes ya se conocen?
Alessandro asiente con una pequeña sonrisa y yo devuelvo mi mirada al frente. No me importa que el chico diga exactamente como nos conocimos.
— Así es Mark, conocí a Aisha hace un tiempo, nos hemos visto un par de veces desde entonces — internamente suspiro tranquila por saber que no comentó nada.
— ¿Y cómo es que ustedes se conocen? — pregunto con la curiosidad creciendo en mí.
— Oh — comienza a hablar Mark — somos hermanos, hoy es día de visitas — me sorprendí un poco, así que solo asentí — ¿No viene alguien de tu familia? — comienza a buscar a mis lados y detrás de mí.
Mi rostro se endureció y volví mi mirada al frente, no quería hablar sobre ello.
— No permito las visitas — dije simple, como si no me doliera, como si nunca hubiese sentido nada.
Los tres quedamos en silencio, nadie sabe qué decir, la incomodidad se puede sentir a quilómetros y yo comienzo a sentirme culpable, fue mi culpa que ellos se quedarán sin nada que decir.
Siempre es mi culpa ¿Por qué tengo que volver todo tan incómodo?
— Permiso y perdón — me levanté de mi silla con las mejillas coloradas por la vergüenza y me fui directo a mi habitación.
Cuando ya estuve allí cerré la puerta y me recosté contra esta, hasta empezar a deslizarme y terminar en el piso y con mis rodillas envueltas en mis brazos, puse mi cabeza entre estas y las lágrimas que tenían tiempo sin visitarme, comenzaron a correr por mis mejillas.
Mi pecho comenzó a doler y mis manos a temblar, el dolor que siempre tengo presente en el corazón comenzó a intensificarse y ya no podía soportarlo más, ¿Por qué todo me tenía que salir mal?
¿Por qué tenía que sufrir tanto? Yo solo quería ser alguien feliz, con una familia funcional ¿Por qué la vida me castigaba tanto?
Siempre decía que cancelé las visitas, pero la realidad era otra, las cancelé luego de que nunca recibía ninguna, ni por parte de mis padres, tía o abuelos, siempre me quedaba sentada fuera todo el día esperando a que alguna enfermera llegara a avisarme de alguna visita, nunca sucedía.
Tarde perdí las esperanzas y cancelé todo tipo de contacto con ellos, eso me reconfortaba un poco más, porque podía pensar que ninguno venía por esa barrera que coloqué. Era mejor eso a saber que ninguno quería saber sobre mí.
Luego de un tiempo llorando comencé a hipar, no podía dejar el llanto de lado. Después y a pesar de todo, este y la oscuridad eran mis mejores y más hermosos aliados en una batalla.
Al igual que una flor que se marchita, siempre buscando un poco de luz y agua para poder sobrevivir, pero que nunca encontró lo que quería, porque la vida es una hija de perra.
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