El futuro, una decada o siglo donde teoricamente gana la tecnología, algo por lo que la sociedad investigaba con la busqueda de la automatización de varios procesos que requieren la mano del ser humano.
Así nos lo mostraban en todas las películas, coches voladores, robots, viajes en el tiempo.
Esta historia no tiene nada de eso y es difícil de contar. Todo sucede a la vez y entre si, tal y como la naturaleza lo precisa, con consecuencias que atraen actos y tambien a la inversa.
Justamente algo que muestra la lei de causalidad, que acaba con el discurso de la coexistencia del bien y el mal.
Tras la longevidad del blanco de ese ying y el yang, llegaba la hora de compensarlo con un gran CAOS.
Una palabra con muchas definiciones, una de ellas, es el infierno, tal y como podría tomar por nombre esta primera parte que comienza en el año 2040, los coches no volaban en ese entonces. Lo que si que recorría el aire eran los digitos que una vez solo llegaron a ser binarios. Cantidad de mensajes empaquetados que se reparten.
Cada carta, cada dato ha de ir a su lugar y de ello se encargaban algunas empresas dedicadas al mundo de la información.
Una de ellas es BS Data, la misma que obtuvo un premio a la mejor calidad de servicio, la protección era el punto fuerte de la marca.
Y en un lugar remoto del planeta, suena un teléfono. Una llamada en busca de alguien que quiera ocupar una vacante realizada por la mencionada y conocida estrella en el mercado de los datos.
El estridente sonido recorría el estrecho pasillo, paralelo a unas escaleras, hacia el patio de una casa similar a las que se veian en las ya inexistentes revistas.
El silencio llegó cuando una mano interrumpe el ruido descolgando y atendiendo al opuesto.
- Hola, buenos dias, con quien hablo?
Dijo una voz aguda e interesante al otro lado.
- Soy Evan, quien es?
Contestó intrigado y con miedo el bien cuidado.
En resumidas palabras, esos minutos atrajeron a un nuevo empleado en el ámbito informático.
Aún quedaba confirmar los términos en un documento, el contrato, con una pequeña firma concretada en esa misma tarde, la del 30 de agosto, donde chocaron muchas incognitas.
Un preámbulo del que los paises salieron perjudicados, pero todavía no ha llegado el momento correcto para andarnos por las ramas.
Un claro ejemplo fue la semana sucesora, una nueva era para el que por ahora es un tipo con pintas enpobrecidas y animos de funeral que recalca su inteligencia con traje y unas gafas intentando parecer alguien pretencioso.
Así es Evan, el joven emprendedor poco optimista que va a ocupar sus primeras horas en el puesto con el que siempre ha soñado.
Acompañó la ocasión con una sonrisa frente al espejo, jurando que todo va a salir bien como medio de auto-conviccion de conseguir estabilidad laboral.
Salió del baño que da puerta a la habitación matrimonial y bajó los escalones dirigiendose a la cocina.
- Estoy trabajando, llegaré tarde.
Escribió con letra irreconocible en la pizarra de la nevera. Entonces con prisas, sale de casa y se dirige al coche donde se definia en el un rango salarial bastante notable para tener un vehiculo de alta gama, el mismo que abre con su reloj digital.
Un largo viaje que inició arrancando el motor que sin necesidad de introducción de marchas retira el freno de seguridad y emprende el infinito kilometraje guiado por el inmortal sistema de navegación por carretera.
Tras varias horas recorridas y paisajes deserticos pasados, llegó a la ruta. Una ubicación desamparada, donde se puede apreciar el olor cercano del mar, sentir la solida nada del ambiente. Todo apuntaba a un entorno tranquilo y sereno apartado del automovilismo sin la dominante tecnología.
Allí se imponian varias plantas de cristaleras que reflejaban el azul del cielo en la cara donde daba la luz del sol.
Asombrado miraba hacia las nubes y se dejaba llevar por las sensaciones del aire abriendo los brazos coml si de un amante naturalista se tratara.
Retomando la firmeza, se dirige al edificio con paso ligero y andares elegantes hasta llegar a la puerta.
El sistema de camaras de vigilancia, identifica la cara y desactiva la cerradura magnética permitienso así la entrada al edificio al recién llegado.
En los primeros pasos se nota la calor de las llamas del infierno. La otra cara a la que no le dio importancia. La sombra.
Sin adelantar acontecimientos, continua sus andaduras pisando el resplandeciente suelo camino a usar un segundo identificador, su huella, para anotar en la base de datos de la empresa su estancia, también conocido como fichar, únicamente que es menos llamativo y resulta una definición menos profesional.
A unos pocos metros, está la zona en la que tuvo que aguantar durante unas horas atendiendo a clientes telematicamente a través de una plataforma de resolución de incidencias.
Por un instante, no estuvo sólo, un compañero desconocido le puso en contexto.
- Has tenido suerte, la gente últimamente se libra de sus obligaciones por un simple resfriado.
Dijo el sin nombre recogiendo sus pertenencias.
- Cada vez tenemos menos ganas de hacer las cosas y trabajar no es que sea la favorita de todo.
Responde con tono bromista el novato mientras el anterior ocupante marcha sin decir nada.
- Siquiera te despides?
Pensó en alto, el ahora yaciente, a lo que se acomoda y aclimata la habitación para su máximo comfort.
El dócil animal se encerró en su propia jaula aunque lastimamente no lo pudo predecir.