CAPERUCITA ROJA.
CAPERUCITA ROJA
Capítulo 1
Una melodía misteriosa
La tormenta azotaba con furia el internado Lewis, ubicado en las lejanías del pueblo de Crystal, un lugar tan mágico que parecía salido de un libro. Crystal era conocido por sus estaciones deslumbrantes, atrayendo turistas y directores de cine en primavera e invierno. Sin embargo, había un rumor oscuro que daba a este lugar un aura inquietante: decían que en el bosque habitaba una bestia que, al emerger, dejaba a su paso un rastro de destrucción sangrienta. A pesar de los intentos por invocar a la criatura, esta nunca aparecía, consolidando el mito que la envolvía.
En el internado, Willow observaba por la ventana la densa arboleda sumida en sombras. La lluvia golpeaba los cristales y los truenos retumbaban como advertencias en la noche. Entonces, escuchó de nuevo esa melodía, suave y escalofriante, de un piano lejano, que heló su sangre. Nadie más parecía oírla, solo ella.
Dio media vuelta y comenzó a caminar por los largos pasillos, intentando llegar a su dormitorio. A pesar de compartir la habitación con dos chicos, Mark y Erick, su relación era distante, solo hablaban lo necesario. Sin embargo, en ese momento, algo cambió. A mitad del pasillo, Willow sintió cómo sus pies se adherían al suelo; su respiración se aceleró y un terror inexplicable creció en su interior. Sintió una presencia detrás de ella. Tragó saliva e intentó girarse, pero su cuerpo no respondía.
Una mano invisible apartó su cabello, colocándolo sobre su hombro izquierdo, y escuchó una risa suave y perturbadora cerca de su oído. Sintió una lágrima deslizarse por su mejilla, pero no podía moverse. Con un esfuerzo sobrehumano, logró finalmente romper el bloqueo y echó a correr sin mirar atrás, con el corazón golpeando su pecho como un tambor.
Al llegar a su dormitorio, cerró la puerta de un golpe, haciendo que Mark y Erick la miraran sorprendidos.
—¿Qué no ves que estamos ocupados? —gruñó Mark, molesto.
Sin decir una palabra, Willow se acercó a la pequeña barra donde ellos tenían una jarra de agua. Se sirvió un vaso y bebió apresuradamente, dejando que el agua se derramara por su cuello. Mark observó su rostro pálido y sus ojos hinchados; Erick hizo lo mismo, aunque pronto volvió la mirada a su computadora, tratando de ignorarla.
Willow dejó el vaso y se dirigió al baño, abriendo el grifo para mojarse el rostro, intentando convencerse de que había sido solo su imaginación.
—Tranquila, Willow, tranquila —se murmuró frente al espejo, aunque sabía que lo que había sentido era real.
Después de un rato, alguien tocó la puerta del baño. Era Erick, que la observaba con una expresión inescrutable. Willow trató de pasar, pero él la detuvo y, sin decir nada, levantó la manga de su chaqueta, dejando al descubierto pequeños moretones en su piel. Intentó liberar su brazo, pero Erick la sujetaba firmemente. Justo entonces, la melodía del piano comenzó de nuevo, cada vez más fuerte, haciéndole sentir que enloquecería. Todo a su alrededor empezó a dar vueltas, y lo último que vio fue la sonrisa siniestra de Erick antes de desmayarse.
Caperucita Roja
—¿¡Por qué le sonríes!? —dijo Mark con enojo, vertiendo alcohol en un algodón—. ¿Se desmaya y tú te ríes? ¡Por dios, Erick, pareces un lunático!
Erick no respondió, concentrado en su computadora.
—Tenemos que irnos de aquí. Lo que ocurrió hoy no es normal.
—¿Crees que no lo sé? La maldita melodía de ese piano me está volviendo loco —bufó Erick, poniéndose de pie—. Y ella también la ha escuchado, así que dime, ¿de qué sirve irnos si no cambiará nada?
—¡Estoy tratando de encontrar una salida para sobrevivir!
—No seas iluso, Mark. Aquí, la única forma de salir es muerto.
El dormitorio quedó en un silencio absoluto, y en ese momento, Willow comenzó a despertarse. Abrió los ojos lentamente, su visión borrosa. Mark estaba a su lado, sosteniendo una taza con hierbas medicinales.
—Bébelo, te ayudará a recuperarte —le dijo.
Ella tomó un sorbo, frunciendo el ceño por el sabor amargo. Levantó la mirada y se encontró con los ojos penetrantes de Erick. La imagen de su sonrisa siniestra le vino a la mente y rápidamente desvió la mirada, sintiéndose en peligro solo con estar cerca de él.
—¿Me tienes miedo? —preguntó Erick con una sonrisa.
—No —respondió, aunque sabía que mentía.
Willow se levantó y abrió la ventana para dejar entrar el aire fresco, tratando de disipar el olor a cigarrillo y se fue a su habitación para descansar. En el fondo del bosque, un lobo aulló, y el sonido lejano de gritos resonó en la noche, haciendo que se estremeciera.
Desde las sombras, ojos amarillos la observaban con un hambre indescriptible.
Willow seguía sentada en su cama, con el eco de la melodía persistente en su mente. Sentía como si el sonido se hubiera fundido en su piel, un escalofrío que no podía apartar. A su alrededor, el dormitorio parecía menos familiar; los muebles arrojaban sombras largas y deformadas bajo la luz tenue. Cerró los ojos un momento, intentando calmar su respiración. Pero cada vez que sus párpados se cerraban, la música volvía, envolviéndola en una sensación de extraña familiaridad y, al mismo tiempo, de amenaza.
Decidió que no podía quedarse ahí esperando. Se levantó de la cama, intentando caminar con sigilo para no llamar la atención de Mark y Erick, quienes parecían ocupados con sus propios pensamientos. La necesidad de descubrir el origen de esa melodía la empujaba, así que se deslizó fuera de la habitación y avanzó por el pasillo, guiada por el sonido, que ahora resonaba con mayor claridad, atrayéndola hacia los oscuros corredores del internado.
Al doblar una esquina, se detuvo en seco. La música parecía provenir del extremo de un pasillo donde nunca había ido antes. La oscuridad era más profunda allí, como si el tiempo y el espacio se hubieran doblado en ese rincón del edificio. Willow sintió un impulso irracional de correr hacia atrás, pero sus pies se movieron hacia adelante casi sin su consentimiento.
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Editado: 03.11.2024