Supo que no tendría una buena mañana en cuanto los vio. Ambos levantaron sus manos en cuanto lo vieron.
- Con que este es tu nuevo trabajo – dijo uno apoyado en uno de los barandales - ¿Te castigaron de esta forma? – preguntó - ¿Es un chiste verdad?
Por unos instantes Nathan deseó que los barandales se rompieran.
- Ryan – lo saludó – no te vi por un buen tiempo, ¿Dónde estuviste? – dándole un apretón de mano – te ves mucho más bronceado.
- Esto – señalando su cara – es producto de estar horas y horas corriendo y recibiendo patadas de mis supervisores.
Provocando la risa de Esteban, quien tuvo que huir de la patada que le lanzó Ryan.
- En fin – suspiró – no me quedare mucho tiempo. Asi que pensé no se… porque no ir a divertirnos – ahora miraba el piso inferior - ¿Sigues persiguiendo a Chloe? Si quieres puedes traerla
Nathan lo escuchó en silencio, estar con ellos le producía nauseas, se tocó el estómago.
- No tengo tiempo y tampoco dinero – sonrió amargado – cortaron mis todas mis tarjetas, por eso trabajo aquí – suspiró aburrido – podemos ir en otra oportunidad. Si es que consigo algo de dinero
Hubo un silencio.
- Veo que seguirás ignorándonos – suspiró Ryan – necesitamos hablar de lo ocurrido
Nathan se detuvo al escuchar sus palabras.
- No creo que este sea un buen lugar, para hablar – contestó desganado
Sabía como iba a concluir la reunión, los dos peleándose culpándose el uno al otro, y Esteban intentando separarlos. En conclusión, terminarían igual, sin encontrar la solución.
- Buenos días – saludó el Sr. Dugan
Los tres se tensaron al escucharlo.
- Buenos días Sr. Dugan – lo saludó Esteban, el primero en descongelarse
- Como esta, señor – respondió Ryan – vine a ver a mi padre y aprovechando también a Nathan – continuó – hace tiempo que no lo veía
Nathan sintió la mirada de su padre, como si lo estuviera regañando, miró hacia otro lado, sabía que a él no le agradaban sus amigos.
- Si tan solo te hubiera escuchado – pensó Nathan
- Bueno nosotros ya nos íbamos – se despidió Esteban
- Hablamos luego – se despidió Nathan de sus amigos e ingresó nuevamente al super mercado
Se alegró de no haber hablado de más, el problema que se habrían metido.
- ¡Demonios! – se tocó la frente – Estoy cansado
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Revisó documentos, asistió a reuniones, todo sin dejar de observar su celular, esperaba la llamada de uno de sus investigadores, este tenía que confirmarle si había encontrado a los compañeros de trabajo de su padre.
- Por favor que llame – le empezaba a doler la cabeza
Así estuvo durante todo el día sin poder evitarlo.
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- Ryan esta todo bronceado – dijo sonriendo nervioso – y… no me está escuchando – dejó caer sus hombros
Su amigo estaba distraído, miraba fijamente uno de los documentos, nunca lo había visto asi.
- ¿Daniel? – movió su mano
A su mente le vino aquel folder amarillo que le dio su padre preocupado, empezó a inquietarse.
- Disculpen – ingresó la secretaria, provocando que Daniel reaccionara – Señor Asher, lo esperan en la reunión.
- Está bien, gracias – se levantó inmediatamente
Miró a Nathan con una expresión de “¿Eh? ¿Todavía seguía aquí?” Nathan encogió los hombros y lo observó curioso.
- Es hora de irme, ¿Verdad?
- Asi es
- Está bien, hablaremos otro día – se despidió – él ni siquiera me prestó atención – se quejó en cuanto Daniel salió
Por unos instantes tuvo el impulso de preguntar a su secretaria sobre algún comportamiento fuera de lo común por parte de Daniel, pero corría el riesgo de esparcir falsos rumores que podrían afectar la imagen de su amigo por lo que decidió no hacerlo. La melodía de sonata claro de Luna, fue lo que le detuvo cuando se disponía a salir.
- Daniel olvido su celular – se acercó al escritorio – eh… - dudó por un instante – ¿Y si es importante? – se preguntó – Buenas tardes
- Buenas tardes Señor Asher
- Me confundió con Daniel – pensó mientras esbozaba una sonrisa en su rostro
- Lo lamento, el señor que buscaba desapareció – el semblante de Nathan se tornó serio – me dijeron que se fue hace un día, seguiré investigando.
Colgó el celular sin responder, ahora él miraba la puerta, pensativo. Dejó el celular en su lugar antes de retirarse.
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- ¡Qué vergüenza! – se sentó, tocándose la frente
No pudo concentrarse en la reunión, y en el momento de comentar se olvidó lo que quería decir, lo único en lo que podía pensar era en la llamada. El hecho de recordar lo sucedido lo irritaba