Kindred Chicago Central Hospital
René recibió el café que le ofrecía Roxana.
Rachelle se encontraba a su lado pasándole una mano por su espalda. Ellas habían acudido a su llamado, como siempre. Valoraba aquellas hermanas no de sangre que Dios le había dado. Cuando su vida se había convertido en un completo desastre y sentía que no iba a poder avanzar, aquellas dos siempre estuvieron allí para reconfortarla. A pesar de que Roxana es un cubo de hielo y Rachelle llega a un grado de estupidez por encima de la temperatura ambiente, pero las amaba.
—Tómate el café—le ordenó Roxana
—No me gusta
Rachelle le sonrió—Te pediré un helado a domicilio ¿De qué sabor lo quieres?
—De Maracuyá
—¿Sabes lo difícil que es buscar un helado de ese sabor?—le espetó Roxana
—Yo lo buscaré—dijo Rachelle mientras se colocaba de pie y hacía una llamada.
Su amiga se sentó a su lado—Quiero que sepas que tú no tuviste la culpa, ese imbécil fue el que se atravesó
Ella asintió lentamente.
—Venga—le dijo mientras la abrazaba—El médico dijo que si te hubieras demorado un segundo estaría muerto, eso quiere decir que puede salvarse
Ella asintió en su hombro y se sopló la nariz en el saco de ella.
—Te costará
Eso le sacó una sonrisa. Rachelle volvió y se sentó a su lado.
—Ya viene el helado—anunció
En ese instante salió un médico de la sala de urgencias y ellas se pusieron de pie.
—¿Usted fue la señorita que trajo al paciente?—le preguntó
—Sí señor fui yo
—Obtuvimos sus datos de su billetera y pudimos contactarnos con su familia, ya vienen en camino.
—¿Cómo se encuentra?—quiso saber Rachelle
—Ya está fuera de peligro, pero su estado aún es delicado. Necesita permanecer en el hospital
Las tres suspiraron con alivio.
—Esperaremos a que lleguen los familiares, gracias doctor—le dijo Roxana y este asintió y se fue.
Las tres se sentaron y una media sonrisa se asomó por los labios de René.
En ese instante la televisión captó su interés.
—Buenas noches televidentes—comenzó a decir la presentadora—Estamos en vivo desde el edificio donde vive la famosa actriz Makayla Roberts, está se encuentra arrojando ropa masculina por el balcón, los transeúntes están denunciando este hecho.
Las cámaras apuntaron hacia su madre, tenía una botella de vino en la mano mientras arrojaba las cosas de su padre.
René cerró los ojos para no verla.
—Pero ¿Qué es lo que le pasa a esa víbora?—quiso saber Roxana
—A eso iba, Mr. Tanaka me llamó a decirme lo que estaba haciendo Makayla—explicó
—¿Cree que está depresiva de nuevo?—le preguntó Rachelle
—Últimamente se ha estado comportando así—respondió—pero yo no puedo hacer nada cada quien vive su duelo como quiere
Sus amigas no dijeron nada.
—En el momento en que hablemos con los familiares de ese hombre, te acompañaremos a ver a tu madre—le prometió Roxana y ella negó con la cabeza.
—No pienso ir a verla hoy, mi paciencia se ha reducido a cero
Ellas no le dijeron nada y se limitaron a asentir. En ese momento la sala de espera se llenó de policías, luego ingresaron alrededor de quince escoltas y por último apareció un hombre.
A juzgar por sus ropas era Árabe. René nunca había podido distinguir a esa gente.
Este lleveba uno de esos turbantes árabes que eran enrollados en la cabeza, de color rojo con blanco, vestía de este último color desde la camisa a los pies y llevabas zapatos de cuero marrón.
La profundidad de sus ojos la dejó impactado, eran de un café claro que parecía estar fundido en el dorado; su barba estaba perfecta y le daba un toque varonil a pesar de que tenía un cuerpo delgado.
—Oh Dios mío...—oyó que susurraba Rachelle.
—¿Quién será?—se preguntó Roxana
—No lo sé—respondió René—Pero el muy hijo de puta se cree el príncipe de Persia
Él se acercó a la recepción y la enfermera se puso de pie de inmediato.
—¿En qué puedo ayudarle?
—Mi hermano está aquí, tuvo un accidente, su nombre es Sharaman Zuhair
La enfermera buscó en el sistema y asintió.
—Se encuentra en cuidados intensivos
—¿Cuál es su condición?
—Delicada, pero allí está la señorita que lo trajo y el doctor ya habló con ella, puede preguntarle
Él dio media vuelta y enfrentó la mirada de René, ella muy raras veces se había sentido intimidada por ningún hombre, pero debía reconocer que este lo hacía un poco.
—¿Quién de ustedes tres fue la que arrolló a mi hermano?—preguntó y la sala se hizo un silencio fúnebre.
—Fui yo—no dudó en responder—fue un accidente
Él se echó a reír—Eso lo veremos en frente de un juez. Comandante, llévesela
—¡¿Qué?!—exclamó René—¿Quién demonios te crees que eres? ¿Dastan? Tu hermano se me atravesó en la calle mientras conducía
—Eso lo sabré cuando registre cada cámara, mientras tanto estarás en una celda. Llévensela
—Tú, maldito bastardo...—comenzó a decir ella mientras dos policías la tomaban de los brazos—¡Quítenme las manos de encima!
Los policías se la llevaron y Roxana lo miró con rabia.
—¡Nuestra amiga no ha hecho nada!—le gritó—¡Usted no tiene ningún derecho!
—Por favor alteza, entre en razón—le suplico Rachelle y Roxana le lanzó una mirada asesina—¿Y si es en verdad el príncipe de Persia?
—No soy ningún príncipe señorita—le dijo este—Si tanto quieren ayudar a su amiga, consíganle un buen abogado. Lo necesitará
Roxana negó con la cabeza—De eso que no le quepa la menor duda y cuando se demuestre su inocencia, le vamos a colocar una demanda a usted por calumnia. No tiene ni idea de con quien se ha metido—y al decir esto tomó a Rachelle por el brazo y se fue.
***
Darian vio a su hermano mayor postrado en aquella cama y no pudo reprimir su angustia.
“¿Por qué hermano? ¿Por qué?” pensó lleno de tristeza.
En ese momento llegó el doctor de turno a la estancia.
–¿Es usted familiar del paciente?
–Sí doctor, soy Darian Zuhair, su hermano.
–Señor Zuhair, su hermano ya se encuentra fuera de peligro, pero debe permanecer en observación
–Entiendo
–El golpe de la cabeza fue muy fuerte, pero no afectó su sistema nervioso
Él asintió sin decir nada
–Señor Zuhair, hubo algo que captó mi interés médico
–¿De mi hermano?
–Sí, vi en su cuerpo cortaduras y marcas de golpes muy graves
Él cerró los ojos lentamente y los abrió sin decir nada.
–Debo reportar esto a Psicología–continuó.
–Ocúpese de las heridas del accidente. Las otras no son asunto suyo
–Lo siento, pero mi deber como médico…
–Su deber como médico–lo interrumpió–es conservar su trabajo. Zuhair Group, financia este hospital y usted sabe a qué me refiero
Este se fue sin decir una palabra y Darian suspiró.
–Por Alá Sharaman–susurró–Por Alá
***