Box R
René se encontraba viendo fijamente a Rachelle. La primera estaba sentada en su escritorio y la segunda estaba de pie tomando café.
—¿Y bien? ¿Te gustó?—le preguntó Rachelle.
—¿Tus conclusiones sobre Carrie de Stephen King es que las mujeres no debemos creer en los hombres?
—Por supuesto, si ella no hubiese ido a ese tonto baile con él, nada de eso hubiese pasado.
Ella asintió—Te voy a matar.
René se levantó del asiento y Rachelle corrió por toda la oficina para que ésta no la alcanzara.
—¡Es un libro romántico!
—¡Cállate!
—¡¿Acaso creen que están en una escuela?!—les gritó Roxanne y ambas se detuvieron.
—Rox ¿Hace cuánto no follas?—quiso saber René.
—¡Chicas!—gritó Rachelle de repente—¡Tonny viene mañana!
—¡Que maravilla!—exclamó René—¿Y tengo que sentirme feliz porque...?
Rachelle le pasó una mano por el hombro—Porque tú amiga no se está apresurando, esta tanteando el terreno y no está enamorada. Todo va muy despacio.
—Si claro—le dijo Roxanne—Debiste escuchar la conversación de ayer René, fue del asco. Esa imbécil que está a tu lado le dijo que quería tener las contraseñas de sus redes sociales.
—¿Qué esperabas? Es Rachelle. Es imposible ser más tóxica si tus libros favoritos son Crepúsculo y After.
René se dirigió a su escritorio y tomó su bolso.
—Chicas nos vemos a la tarde, debo ir a la reunión de los inversionistas—les informó.
—¿Vas a verte con el príncipe de Persia?—quiso saber Rachelle esperanzada.
—Con su hermano en un hospital, no creo que Dastan vaya a esa reunión—aventuró Roxanne.
—Estoy ideando una estrategia para tratar con él, aunque aún no me han notificado que se ha cancelado la reunión. Lo último que quiero es que me aviente un ejército Persa y acabe con los hoteles de mi familia.
—Estoy segura de que todo va a salir bien—la reconfortó Rachelle—Además estoy oliendo un posible romance entre ustedes dos.
—¿Qué? ¡Joder! ¿Estás escuchando lo que acaba de decir tu amiga Roxanne?—le preguntó René desconcertada.
—Es tuya, no mía—le dijo esta mientras tecleaba en su teléfono.
—Soy la mejor amiga de ambas—anunció Rachelle con una sonrisa.
—René vete ya, te necesito en la tarde para que arregles el desastre que provocó Rachelle con el artículo de Stephen King—le dijo Roxanne—Y tú Rachelle, toma mi lugar y habla en la web de lo que pensamos del Twitter aparentemente “Homofóbico” de J.K. Rowling.
—Eso no fue homofobia, al menos yo no lo vi así—comentó René.
Roxanne tomó su bolso—Sabes que esta sociedad no sabe leer, no hay nada que hacer. Rachelle, te encargo eso, debo salir.
—¡Cuenta conmigo!—le respondió mientras se sentaba en su escritorio.
Ambas tomaron el ascensor para llegar al parqueadero.
—He decidido no darte mucho trabajo—comenzó a decir Roxanne—La situación con Makayla es crítica y creo que tarde o temprano te va a tocar asumir la presidencia de los Hoteles Prince.
—Joder Rox, no quiero eso. Me encuentro en un dilema porque por un lado está lo que deseo hacer y por otro está lo que debo hacer. El ascensor llegó a su destino y su amiga la miró.
—Debes sentarte hablar con tú madre, si a ella no le interesa el patrimonio familiar y tú no deseas hacerte cargo; lo mejor es vender.
—Mi padre trabajó mucho por eso.
Roxanne llegó a su auto y abrió la puerta del piloto.
—René Roberts, Box R siempre será tu casa. No olvides nunca eso—y al decir esto entró al auto y se marchó.
***
La sala de juntas del primer hotel que se fundó estaba tensa. Los pocos socios que tenían sabían de antemano que si no encontraban un inversionista, no les quedaba de otra que vender sus acciones por muy poco.
René se encontraba viendo por una de las cuatro ventanas que tenía la sala que daba a la piscina.
“René Roberts, Box R siempre será tu casa. No olvides nunca eso”
Aquellas palabras de Roxanne la habían dejado pensativa en todo el camino y no pudo evitar suspirar.
Louis se colocó a su lado—Señorita, los iraníes están aquí.
Ella cerró los ojos por un momento y luego los abrió; había puesto en contexto al secretario con respecto al accidente y este estaba muy preocupado.
Ella dio media vuelta y vio a Darian Zuhair entrar; estaba vestido de blanco nuevamente, pero el turbante era verde quemado. El hombre que lo acompañaba iba vestido todo de gris, llevaba un turbante color negro, llevaba lentes y tenía una barba perfecta.
René se acercó a ellos y su mirada se cruzó con la de Darian.
Louis hizo sonar su garganta—Bienvenidos al Hotel Prince Señor Zuhair, señor Handal. Permítame presentarles a la señorita René Roberts, dueña del hotel.
Ella estiró su mano en dirección a Darian y él se la recibió.
—Darian Zuhair—le dijo este muy seriamente.
—Un gusto—le dijo ella. A continuación estrechó la mano de su acompañante.
—Nahel Handal.
—Un gusto señor Handal.
—Por favor tomen asiento—les indicó Louis—¿Les puedo ofrecer algo de tomar?
—Estamos bien—le respondió Nahel.
René tomó asiento y le indicó a Louis que empezará. El secretario apagó las luces y empezó la presentación; ella trató de concentrarse, pero sentía que estaba siendo vigilada. No pudo evitar mirar en esa dirección y su mirada se encontró con la de Darian; este no dejaba de verla y no disimuló su descaro. Se obligó así misma a volver a la presentación, no obstante aquel hombre no dejó de observarla y eso le molestó.
Cuando finalizó la presentación Louis pasó a cada uno un Folder con información adicional del proyecto. René lo leyó en un santiamén y lo colocó en el escritorio; Darian se encontraba debatiendo el Dilfer junto con su colega.
Las luces se encendieron y todos miraron hacia los iraníes.
—¿Qué les pareció el proyecto?—les preguntó amablemente René.
Darian le dijo algo en el oído a Nahel en el oído y este asintió.
—Mi cliente está muy interesado en el proyecto—comenzó a decir Nahel—Zuhair Group había estado buscando algo como esto desde hace un largo tiempo. No obstante, tenemos una objeción.
La estancia quedó sumergida en el silencio.
—Nuestra cultura nos impide hacer negocio con una compañía que la lidere una mujer, mi cliente no se siente cómodo. Espera que podamos llegar a algún acuerdo.
Todos miraron en dirección a René. Ella entrelazó sus manos y se inclinó hacia adelante.
—¿Qué acuerdo sugiere usted?—preguntó ella.
—Bueno... ¿Es usted realmente la dueña de este hotel? Quizás podamos entendernos con un padre o un esposo.
—No existen ninguno de los dos—le respondió ella cortante—Mi madre, que disfruta de su soltería a plenitud y yo somos las dueñas.
Darian le dijo algo en el oído a Nahel y este asintió.
—Quizás podamos entendernos con alguno de ustedes, después de todo son socios de la compañía—aventuró.
Estos asintieron y comenzaron a decir que no había problema. En ese momento René golpeó la mesa con la palma de la mano y todos guardaron silencio.
—¿Acaso no hablas inglés? Ayer los hablaste perfectamente—le dijo a Darian—Espero que tu hermano esté mucho mejor.
Ella se puso de pie—Voy a ser clara. Entiendo que tú arcaico país conserve sus costumbres y cultura poco feministas y que allá las mujeres no valgan más que un mísero camello, pero estás en occidente, específicamente en América. Ya conoces el dicho “Si vas a Roma haz lo que hacen los romanos” si en verdad te tomaste la molestia de viajar hasta aquí y no cerrarás el negocio porque una mujer es la que lidera el hotel, puedes irte por donde viniste. Resulta que ahora soy yo la que no quiere tener nada que ver con ustedes, así que les pido muy amablemente mientras estoy de buenas que se vayan de una buena vez.
El silencio era muy tenso, Nahel iba a hablar, pero Darian no se lo permitió.
Él se puso de pie—Gracias a esa absurda liberación femenina es que tienes los hoteles a punto de quebrar. Tú madre no ha sido buena administradora ¿no es así? Lo entiendo, es un trabajo de hombres. Como mujer es normal que fracases. Nos retiramos, con permiso.
Ambos se marcharon y la estancia quedó sumergida en el silencio.
René se colocó en el centro de la estancia y miró a Louis.
—Cómprales su mísero porcentaje que tienen en la compañía—le ordenó—Despídelos a todos—y al decir esto se fue. Ella llegó en un santiamén a su oficina y cerró la puerta. Se acercó al escritorio y tiró todo lo que había en él.
En ese momento alguien tocó la puerta.
—¡No quiero ver a nadie!—exclamó.
Las lágrimas comenzaron a bañar sus mejillas y entre las cosas que tiro vio el retrato de su padre. Ella lo tomó y se lo llevó al pecho.
—Papá... ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué?