CAPÍTULO 10. LA FIESTA DE FUEGOS FATUOS
He llegado a casa y le he pedido a mi madre que me deje sus planchas del pelo, las mías son pequeñas y no alisan tan bien como las de ella, he quedado con Max que a las 22h pasa a recogerme, aun tengo todo el día por delante, puedo recoger la habitación, estar un rato con mi madre que hace tiempo que no hacemos nada juntas, ver una peli y arreglarme para la fiesta.
- Cariño, ¡ya he llegado!- grita mi madre entrando en casa. Viene de hacer la compra. Me siento un poco mal porque hoy no he ayudado apenas y con el tema de la fiesta hoy no voy a estar en casa.
- Mamá, esta noche es la fiesta de los fuegos fatuos, he quedado con Max pero si prefieres que me quede en casa lo hago porque ya sabes que no soy muy de fiestas- pero en el fondo quiero ir, quiero ver a Ethan, quiero ver cómo se comporta en un espacio así, pero bueno, ¿cómo se va a comportar? si nació para ser el centro de atención y ¡más en una fiesta!.
- Guarda el zumo en la nevera, por favor- me pide mi madre mientras yo sigo hablando y ella vaciando el carro de la compra.
- Esta mañana he ido con Ethan a una panadería a desayunar, ha estado bien, ha venido en moto, hecho que me de bastante miedo pero finalmente me he sentido cómoda, no es tan desagradable como parece a primera vista- le explico a mi madre mientras me escucha guardando unos garbanzos en el armario- bueno, en realidad hemos quedado para hacer el trabajo de Lope de Vega, no era una cita ni nada de eso, ¿sabes?
- ¿te hubiera gustado que fuera una cita? Hija, Ethan es un Kenneth Weston III, es una familia complicada, están en algun puesto en la línea sucesoria a la corona británica, si están aquí es tan sólo por cuestiones médicas, en cuanto estas se resuelvan volverán al Reino Unido, así que si te encariñas has de asumir el precio.
- Mamá, ¿pero qué dices? ¡que esto no es "Orgullo y prejuicio"!, sólo hemos quedado para hacer el trabajo, que por cierto, tú nos mandaste hacer, y hemos ido a una panadería, nada más, no te flipes con los tonos medievales de la situación, línea sucesoria a la corona británica dice, ¡pero si es un macarra petulante por mucho que os engañe haciendo ver que es un pijo redomado!, y su madre me cayó fatal cuando la conocí, me trató casi con desprecio y eso que iba a darle los apuntes a su hijo por faltar a clase, que, por cierto, falta un montón, y sé que es por lo que tu dices, cuestiones médicas, pero nadie dice nada, como si le estuvieran haciendo filtraciones de sangre azul jajajaja- me río como si no hubiera un mañana por que si el país depende de alguien como Ethan lo llevan claro.
- Bueno cariño sólo te digo que enamorarse tiene un coste emocional importante, tu sabrás si estás en condiciones de asumir dicho coste o no- y así señores es como mi madre sentencia el final de la conversación.
Subo a mi habitación y sólo puedo pensar en que Ethan y yo hemos hablado mucho pero nada relacionado con su salud, cualquier insinuación a las ausencias de clase le pone de mal humor y no sé porqué, pero tengo una intuición, cojo el portátil de manera impulsiva y busco exactamente dónde está la clínica a la que van todos los famosos y gente pudiente de la ciudad, no sé porqué motivo pero busco el teléfono y llamo.
- Clínica Bernon buenas tardes ¿en qué podemos ayudarle?- me pregunta una voz profesional al otro lado de la línea.
- Buenas tardes, tengo un pedido para entregar a nombre de Ethan Kenneth Weston III quería saber si lo puedo dejar aquí en recepción o lo subo a planta, me indica la empresa de paquetería que la habitación es la 303 pero me iría mejor dejarlo abajo, estoy a cinco minutos de la clínica, voy con el tiempo justo- madre mía menuda sarta de mentiras, y además que naturalidad para mentir, debería dedicarme a la actuación.
- ¿Para Ethan?, suba y entregueselo usted mismo, estará aquí hasta las 17h, pero no es la 303, está en la planta 2, habitación 138 ¿le dará tiempo durante estas tres horas? - me pregunta con un sarcasmo muy pronunciado que era totalmente innecesario.
- Gracias- y cuelgo, rápido. Sin pensar cojo las llaves de casa, el móvil y los meto en un bolso pequeño junto al monedero y la tarjeta de transporte porque sin pensar me voy corriendo.
- ¡Mamá me voy, no me esperes para comer!- le grito a mi madre.
- Espera, pero si es la hora de la comida, está en la mesa, pero ¿dónde vas?- inquiere mi madre nerviosa.
- Mamá confia en mí, le doy un beso en la mejilla mientras marcho corriendo.
En unos cuarenta minutos ya estoy en la clínica, ¡mierda! no he pensado en que no tengo nada relacionado con la mensajería que había dicho, pero me acuerdo perfectamente que es la planta 2 habitación 138. Entro con desición, como si fuera una trabajadora de allí, sin miedo, con seguridad. El hombre de seguridad se me queda mirando pero le digo buenos días y continúo a lo mío, como si supiera a dónde voy, bueno lo sé, a la segunda planta.
Me paro frente al ascensor e intento no mirar a todos lados, cuando las puerta se abren, entro y presiono el número dos como si nada.
Al llegar a la segunda planta, salgo del ascensor y me dirijo a la habitación 138, voy por la 132, 134, 136 y la siguente, es la siguiente. La puerta está entre abierta, no sé qué hacer, porque me entran las dudas, nadie me ha dicho que vaya, quizás no es apropiado hacer nada de lo que he hecho, sólo quizás, ¿sólo?, vale sé que no debería estar aquí pero necesito saber qué le pasa. Mejor me voy, o no, me quedo y pregunto, voy a entrar, sí, decidido, bueno me espero dos minutos y pienso en alguna frase que justifique todo este tinglado y las mentiras que lo acompañan.