Segundo día, esta vez me da tiempo a ducharme y a desayunar en condiciones. Las clases empiezan a las 08:30, así que voy andando tranquilamente, evitando coger el bus.
Cuando llego a mi primera clase, me siento en el mismo sitio que ayer y me concentro en la clase, intentando dejar de pensar en lo aburrido que se me está haciendo, y tan solo acabamos de empezar. “Si por lo menos estuviese Rayan…” Ya no sé ni lo que pienso, acabas de conocerlo Will, no seas impaciente.
La clase acabó por fin, ahora tengo una hora de estudio así que voy hacia la biblioteca. Está casi vacía, con un silencio sepulcral. La gente parece haber desaparecido.
Cojo asiento y el libro que traía en la mochila para leer un poco, ya que al ser solo el segundo día aun no hay mucho que hacer. Estoy casi acabando el libro, tan metido en la apasionante historia de Elio y Oliver que me olvido de mí alrededor, hasta que me doy cuenta de que me están hablando. Decidido a contestar mal por haberme interrumpido, me giro con cara de mala leche, hasta que me doy cuenta de que la interrupción es bien recibida. Es Rayan, “¿preparado para que se te suban los colores Willy?”, pienso irónicamente. Estoy a punto de saludarle, pero él se me adelanta diciendo:
-¿Llámame por tu nombre?- le miro sin comprender, hasta que bajo la mirada a mi libro, y ahí lo entiendo.
-Sip.- le contesto. –Es un libro muy bonito.-
-¿De qué va?- me pregunta. Yo le miro sorprendido, creo que es la primera vez que alguien se interesa en cualquier cosa que haga desde los 14.
-¿Quieres saberlo?- le contesto, aún con la sorpresa reflejada en mis ojos.
-Claro, ¿por qué ni iba a querer?- su respuesta me deja aun mas sorprendido. Sacudo la cabeza y me olvido de eso para poder responderle.
-No sé.- le contesto, nervioso. “¿No sé te ocurría una respuesta mejor Will?”
-Bueno, entonces, ¿me lo vas a contar?- me dice, con una sonrisa en la cara.
-Ah claro, sí. Va de un adolescente que vive en Italia. A su casa, en vacaciones, van a hacer prácticas chicos con su padre, sobre estudios de filosofía. Normalmente suele pasar de ellos, pero este verano viene Oliver, en el que Elio se interesa. Entre los dos nacen sentimientos contradictorios de amor y confusión. Los dos son judíos en una época en la que ser gay no estaba bien visto, así que lo mantienen a escondidas. Están juntos hasta el día que a Oliver le toca irse. Antes de despedirse, para siempre seguramente, se van de viaje unos días juntos, aprovechando al máximo la compañía del otro. Pero tienen que salir de su burbuja cuando la despedida llega. Pasan meses y no se vuelven a ver, hasta que Elio se va a estudiar a la universidad en la que trabaja Oliver. Los dos se reencuentran, pero con bastantes cambios en la vida de Oliver. Está casado y tiene un hijo, mientras que Elio estuvo pensando en él siempre. Se despiden, con la promesa en el aire de volverse a ver, aun sabiendo que eso igual no pasará. -Cuando acabo de hablar, Rayan se queda en silencio, mirándome fijamente. No sé que estará pensando, pero me está poniendo nervioso.
-¿Y por qué se llama “Llámame por tu nombre”?- contesta finalmente. Lo miro, sin esperar esa pregunta, pero de todas formas le respondo.
-Se llama así porque entre ellos tenían una especie de…- me quedo a medias cuando el timbre toca. El tiempo se me ha ido volando. “Ojalá nos tocase juntos ahora y no dentro de una hora…”
-Bueno, me debes una respuesta.- me dijo, guiñándome el ojo.
-Claro.- le contesto sonrojado. Me sonríe y se va, despidiéndose con la mano. Imito su gesto y me dirijo a mi siguiente clase, la penúltima antes de irme. Hoy solo tenía cuatro clases por la mañana, y esta va a ser la tercera.
Voy andando por los pasillos hasta mi aula, para mimetizarme con la silla y seguir pensando en la conversación con Rayan. No sé si ahora estaré sonriendo estúpidamente, pero hacia mucho que alguien no se interesaba en mí.
“Por favor, que llegue ya la clase de literatura” pienso mientras tomo apuntes de la pizarra, y, como si me hubiesen leído la mente, toca el timbre, anunciando la llegada de mi tan ansiada clase. No sé si estoy nervioso, pero no dejo de mover la pierna bajo la mesa, impacientemente, y no paro hasta que él llega y se sienta.
-Hola Willy.- me saluda.
-Hola Rayan.- le devuelvo el saludo, sonriendo a más no poder. “Espero que no se haya notado mucho…” Después de eso no hablamos, hasta que le oigo decir:
-Me debes una respuesta pequeño Willy.- me dice. Yo le miro, con los ojos bien abiertos y los mofletes de un color rojo intenso por el apodo. Se ríe viéndome, y me pregunta; -¿Y bien?- una vez reacciono, le contesto.
-Esto, s-sí, la respuesta.- tartamudeo aún saliendo de mi ensoñación. Me mira, esperando una respuesta, y yo se la doy. –Decía que se llama así porque tienen una especie de broma entre ellos. Oliver llama a Elio por su nombre, ósea Oliver, y Elio llama a Oliver por el suyo, que es Elio.-
-Lía un poco, ¿no crees?- me pregunta sonriendo e interesado a la vez.
-Puede ser, per a mi me parece muy bonito.- le digo sin pensar. Me mira y me dice:
-No te voy a decir que no.- contesta, con la sonrisa aun surcando su rostro. “Dios, es tan bonita, tan… perfecta.”