Caprichoso destino

20: Edén

Subí las escaleras hasta el cuarto piso -donde vivía- y saqué las llaves para poder abrir la puerta.  Entré al pequeño piso despacio, cerrando con cuidado de no hacer mucho ruido, en este edificio se escuchaba de todo. Me quedé un rato apoyado en la puerta, observando el poco espacio en el que vivía. Había una cocina con lo mínimo necesario, un microondas, una nevera y una mesa pequeña. Pegado a la pared de la cocina estaba el salón, una salita pequeña con un sillón pequeño, una mesa de estar delante y una tele también pequeña pegada a la pared. Yendo recto estaba mi cuarto, con una cama con un colchón en mal estado. Al lado de la cama había colocado una mesita de noche, y encima de esta había una lámpara. La ventana daba hacia unos árboles que había fuera, haciendo que la habitación cogiese otro tono. El baño solo tenía un váter, un lavabo y la ducha. Y las paredes de toda la casa eran de un gris clarito, exceptuando mi habitación, que era de color azul. Fui directo a mi habitación y me tiré a la cama, suspirando cansado. Los ojos se me cerraban, así que cogí el móvil para que sonara dentro de una hora y así despertarme sobre las doce. Puse la alarma y Morfeo me recogió amablemente en sus brazos, pudiendo descansar  por fin.

 

La alarma empezó a sonar con un ruido constante. Me desperté de mala gana y la apagué, mientras remoloneaba en la cama. Que pereza levantarse ahora. Enderecé la espalda y me senté en el borde de la cama para poder ponerme los zapatos de estar por casa. Fui a la cocina a hacerme un café y volví a mi cuarto para empezar a estudiar y a hacer los deberes que nos habían mandado. Menos mal que pude hacer algo en la biblioteca, ahora tengo menos trabajo. Me dio tiempo a acabar todo a las cinco, por lo que recogí los libros y todo lo que estaba fuera de su sitio y fui a ducharme. Cogí una toalla y la ropa, me despojé de la ropa que tenía puesta ahora y me metí a la ducha, dejando que la lluvia artificial me empapara todo el cuerpo, haciéndome olvidar por unos minutos todo lo que me rodeaba, alejándome de la realidad, escuchando a Arctic Monkeys de fondo. Acabé de ducharme así que salí del plato para poder secarme. Después me puse la ropa interior y me fui a mi cuarto a cambiarme. Miré el reloj. 17:30. Iba bien de tiempo por lo que empecé a meter en una mochila pequeña lo que necesitaba. Metí el delantal que me dieron en el bar, las llaves, el móvil y una chaqueta por si refrescaba mucho. El telefonillo sonó avisándome de que Ray me estaba esperando abajo, así que salí de casa y cerré la puerta con llave. Ray me estaba esperando en el portal con una sonrisa, la cual yo correspondí. Nos saludamos con un beso y empezamos a caminar en dirección al Jungle Bar de la mano. Llegamos cinco minutos antes de la seis y por eso Ray se tomó su tiempo para despedirse.

-¿Preparado?- Me preguntó con una sonrisa surcando su preciosa cara. Me sonrojé por el pensamiento y el sonrió aun más grande si se podía, como si supiese en lo que estaba pensando.

-Preparado.

-Seguro que te va genial.

Fue lo último que dijo antes de darme un corto abrazo y desaparecer entre la gente que pasaba por la calle. Suspiré fuerte, cogiendo el valor necesario para entrar por la puerta del bar. Le pregunté a un chico que estaba en la barra donde estaba el encargado para poder hablar con él. Me indicó señalando con el dedo una puerta, a la que fui con una mezcla de temor, nervios y emoción. Toqué tres veces y oí una voz indicando que pasara. Me saludó y se levantó para acercarse.

-Buenas tardes Will.

-Buenas tardes señor.- Respondí con respeto, bajando un poco la cabeza.

-No hace falta que me llames señor Will, ya te dije que podías llamarme por mi nombre.

-Es verdad, perdona David.- Me disculpé, rascándome la nuca con nerviosismo.

-No te disculpes, no pasa nada. Bueno, ¿estás listo? Si necesitas cambiarte ya sabes dónde están las taquillas. El resto te lo expliqué el otro día, ¿recuerdas? Tienes un descanso de 15 minutos a las ocho. Solo tienes que ser eficaz y recibir a los clientes con una sonrisa, ¿de acuerdo?

-Sí, entendido.

David asintió y me abrió la puerta dándome una palmadita en la espalda, alentándome a salir. Fui directo a las taquillas a dejar la mochila, me puse el delantal y cogí el móvil para metérmelo en el bolsillo trasero del pantalón. Cerré la taquilla y salí, cogiendo una bocanada de aire antes de ponerme a andar. La gente llegaba rápidamente aunque no había mucha ya que era martes. Enseguida me puse a atender los pedidos de la gente, apuntando lo más rápido posible en mi libreta y llevando los pedidos a las mesas correspondientes con cuidado de no tirar nada. Fui de mesa en mesa hasta que dieron las ocho. Respiré relajado y salí fuera para poder sentir la brisa fresca que corría en la calle. Estuve así en silencio unos cinco minutos hasta que la campanita de la puerta trasera sonó y salió un chico que no conocía. Tenía el pelo castaño, al igual que sus ojos, que eran de color avellana. Era de estatura media y un poco flacucho, aunque parecía agradable.

-Hey. ¿Eres el nuevo verdad?- Escuché que me saludaba.

-H-hola. Sí, soy Will.- Contesté ofreciéndole una pequeña sonrisa.

-Yo me llamo Caín.

-Encantado.-  Le dije, mientras él me sonreía de vuelta.

-¿Qué tal el primer día?

-Uh, bastante bien, no hay mucha gente, aunque sigue resultando un poquito estresante.



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En el texto hay: amor adolecente, gaylove, misterio e intriga

Editado: 27.07.2021

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