Emilia estaba perdida en sus pensamientos mientras miraba por la ventanilla del avión, se sentía abrumada y triste. Aún tenía latente el recuerdo de Alessander y ella en la pista de baile de ese pub en el que se encontraron, y la extraña sensación que sintió al escucharle cantar Earned it, luego de eso había sentido una tristeza enorme…
Esos flashes de imágenes pasando por la memoria de Emilia estaban causando estragos muy grandes, a pesar de la paz que Alessander le estaba proporcionando, ella, se sentía triste, abatida y sola. Había algo que le decía «estamos en casa», de un impulso y sin pensarlo mucho se abrazó a Alessander, el no lo esperaba pero le correspondió al abrazo, las lágrimas inexplicadas de ella empaparon su camisa y él sintió la necesidad de abrazarla aún más fuerte…
Sin darse cuenta, ella se encontraba llorando nuevamente contra el cristal, y seguía sin entender el motivo de su lamento, cuando reaccionó el avión ya estaba aterrizando en el aeropuerto.
Había pasado un mes desde que Emilia había vuelto a Uruguay, se había concentrado en la facultad, estaba en periodo de parciales y le estaba yendo bastante bien. Desde que volvió a pisar Uruguay había mantenido contacto casi diario con Alessia, muchas veces solo era un texto, otras Alessia le daba su opinión sobre temas de la facultad, pero, en ningún momento mencionaron a Alessander.
—Emilia… Emilia...—María llamaba a Emilia una y otra vez, pero ella se encontraba perdida en sus pensamientos, así que Sofía optó por saltarle por la espalda.
—¡Santo Dios!—Exclamó Emilia y agregó—¿Qué les pasa?
—Shs, shs—señaló la bibliotecaria
—Te estaba hablando y estabas perdida
—¿En qué piensas?—le preguntó Sofía
—Me esta pasando algo extraño chicas—ambas le prestaron atención—desde que viajé a Nápoles estoy teniendo sueños extraños, se podría decir que son unas especies de deja vu, son extraños, pero…
—¿Pero...?—preguntaron tanto Sofía como María al mismo tiempo
—Siempre está él, sus ojos, su aroma, aun cuando no puedo ver su rostro completo, se quien es y me transmite una especie de paz muy extraña e inquietante…
—Dime por Dios que no es Bruno—dijo María con un tono burlesco, mientras Sofía simplemente la miraba
—Claro que no...—respondió Emilia sonriendo
—Lo más seguro que solo sean eso, sueños—respondió Sofía muy incómoda y agregó—vamos que queda poco para terminar y enviarselos a los profes.
Al terminar el trabajo ya se habían hecho las cuatro y media de la tarde por lo cual, decidieron aprovechar el hermoso clima y fueron a tomar mates a la Rambla, la cual les quedaba a tan solo unas calles. Las chicas se sentaron y comenzaron a hablar mientras esperaban que el resto del grupo de amigos llegaran.
—¡Bombonas!—las tres se voltearon al escuchar la voz de Lucía venía sonriendo hacia ellas, se levantaron para abrazarse
—¿Cómo te llevan esos numeritos?—preguntó burlona Emilia
—Para tu informacion, los números y yo estamos casados—le respondió sonriendo y siguiendo la broma
A medida que fue pasando el tiempo fueron llegando el resto de los chicos, estaban planeando una salida de fin de semana, querían disfrutar del lindo tiempo de la primavera.
—Deberíamos hacer algo en casa de alguno de nosotros—dijo Andrea
—O podríamos salir a tomar algo en la noche del sábado
—Tu siempre fiestero Juan—le respondió Pablo mientras le golpeaba el hombro juguetón
—Yo opino igual que Andrea
—Luis, vos porque sos un amargado que no le gustan las fiestas
—Callate, loca—le respondió Luis a María, en medio de esas pequeñas discusiones sobre qué harían ese fin de semana, el celular de Emilia suena, lo mira y es un número que desconoce por completo, por lo cual opta por no contestar, y vuelve a la ronda, en silencio Bruno observaba cada uno de sus movimientos, y el celular de Emilia volvió a sonar
—Atendé—le dijo y llamó la atención del grupo y principalmente de Andrea
—Atiendo si quiero—le contestó con altanería
—Bruno, basta—le dijo Luis a apreciar la tensión que se había formado
—Se nota que quiere hablarte, debe ser importante
—Eso a vos no tiene que importarte, preocupate por tu esposa
—¡Prometida! Prometida, Emilia—respondió él y eso fue un cuchillazo para Andrea quien bajó la mirada triste
—¡Basta, Bruno!—exclamó Pablo, pero el teléfono de Emilia volvió a sonar y en el momento en el que fue a atender, le fue arrebatado
—Dame el maldito teléfono—espetó enojada
—¡Hola!
—Ciao! ¿Emilia?
—¿Quién habla?
—Alessander… creo que me equivoqué de número—susurró en un perfecto italiano
—Con que, Alessander—dijo Bruno en alto, la expresión de Emilia cambió por completo, su enojo había cambiado por una sonrisa ladeada, todos estaban atentos a Bruno y a ella, principalmente por el cambio de burla a enojo, en la expresión de Bruno
—Ciao...—Emilia se acercó a Bruno y le quitó su teléfono
—Ciao, ¿Alessander?
—Rosse...—se escuchó como un suspiro
—Aless...—expuso de la misma manera
—Creí que me había equivocado de número, bella—Emilia se ruborizó al escucharle
—Lo siento, estaba con los ragazzi, tomaron mi teléfono para molestarme…
—No tienes que explicarte, yo…
—¿Tu?
—Tengo que ir a Uruguay en unos meses…
—¿De verdad?—Emilia sonrió
—Si, ragazza, si… pero, solo por un par de días, así que espero puedas mostrarme un poco de ahí…
—No vale, Alessander…
—Tesoro, voy con muy poco tiempo, tengo una agenda apretada—el pensaba en sus responsabilidades
—Pero, Aless, son solo un par de días, y si tienes que venir por trabajo ¿cuando quieres que salgamos?
—Me haré el tiempo para ti, è una promessa…