Roxana miró al chico que se encontraba a al menos cuatro metros de ella. Se limitaron a mirarse.
Fue Edwin el primero en tener la iniciativa, rodeo su auto y se acercó a ella lentamente, con precaución, porque no sabía exactamente lo que ocurría.
Roxana lo miro a él, luego hacía enfrente. El humo de color pastel era menos denso, dejó al descubierto un acantilado, si ella miraba a lo lejos podía apreciar un paisaje con montañas, pero si miraba hacia abajo, el alma se le escapaba al ver solo un vació, un oscuro vació.
—Ho...hola—vaciló Edwin a su oído. Roxana se volvió hacia él con una cara pálida y asustada.
—Esto es un sueño—susurro, mirándolo, y viendo de nuevo al vació.
—¿Es un sueño?—Edwin ya había previsto que se tratara de un sueño pero nunca le había sucedido que se encontrara en un sueño con alguien que pensara que también estaba soñando.
Bajaron la vista hacia sus pies. Se dieron cuenta de que se encontraban parados en el pavimento de una calle, siguieron con la mirada la neblina que se dispersaba y dejaba ver lo que se hallaba detrás de ellos. No era más que una calle desierta con varias tiendas a ambos lados que parecían no tener un final. Habían faros prendidos en las banquetas y aparadores que con sus luces iluminaban el lugar.
Roxana seguía escéptica ante todo lo que veía, solo esperaba despertar del sueño para poder volver a su departamento; en cambio, Edwin, sentía su cuerpo y comprobaba la extrañes del sueño, jamás se había sentido tan consciente de su cuerpo y mente en un sueño pero sabía que al despertar, se daría cuenta de que, por muy real que se sintiera, todo era falso.
—Me llamo Edwin—insistió hacia la desconocida que aún se encontraba a su lado.
—Roxana—dijo, con un el mismo susurro. Roxana comenzaba a comprender, al igual que Edwin, que todo era solo un sueño y que nada de lo que dijera o hiciese sería real cuando despertara.
—¿Vamos a dar una vuelta?—preguntó Edwin.
—S...sí ¿por qué no?—accedió, vacilando, vio el acantilado una vez más y caminó junto a Edwin por la calle.
—Todo está vació—mencionó Edwin—da la sensación de que alguien vino, abrió los locales y se fue.
—¡¿Hay alguien?!—gritó Roxana hacia la calle pero solo se escucho su eco.
Siguieron caminando. Había locales donde parecían "venderse" diferentes cosas. De ropa, artículos del hogar, cosméticos, muebles, juguetes, regalos; incluso para comer, como heladería, pastelería, restaurante y de más.
—Entremos a este—dijo Roxana tomando a Edwin del brazo y jalandolo hacia una tienda de ropa.
—¡Buenas tardes!—gritó Roxana hacia la solitaria tienda—. No hay nadie—repuso, después de comprobar que efectivamente no había nadie.
Edwin miro. Era una tienda de ropa como cualquier otra. Roxana se acercó a un vestido que se encontraba colgado, lo tomo.
—No puede ser ¡es hermoso! es igual a uno que quería...¿cuánto costará?—reviso pero no tenía etiqueta que indicará el precio.
Edwin se alejó para dar un recorrido a la tienda; también había ropa para hombre. Vio gorras, sudaderas, pantalones y camisas. Estaba la ropa de su estilo, pero no tomo nada, pensaba que no valdría la pena, pues cuando despertara, nada de eso se encontraría consigo.
Regresó para encontrarse con una Roxana que cargaba un montón de bolsas en ambas manos.
—¿Por qué cargas todo eso?—le ayudó con las bolsas.
—Oye...¿cómo dices que te llamas?
—Edwin.
—Edwin, si estoy soñando, al menos podría disfrutarlo—Salieron de la tienda con las bolsas. Vieron si alguna alarma sonaría pero no.
—Ahora ayúdame a llevar esto al auto, por favor.
Caminaron con las bolsas de regreso a donde estaba estacionado el auto de Roxana.
—En la tienda...—comenzó Edwin—, al entrar, saludaste diciendo buenas tardes ¿cómo sabes que son tardes?
—Me quede dormida dentro de mi auto por la tarde—. Llegaron al vehículo.
—¿Dormida, dices?
Sin hacer caso a Edwin, Roxana abrió la cajuela y metió las bolsas.
—Esto es para ti— Roxana le entregó unas cuantas bolsas, Edwin las tomo.
—¿Trajiste algo para mi?
—Sí, también escogí ropa para ti— Edwin miro dentro de las bolsas.
—¿Por qué?
—Bueno, pensé que el chico tan atractivo que me acompaña también merecía llevarse unas cuantas prendas que le quedarían muy bien, es más, creí que también te traerías algo—Roxana cerró la cajuela.
—No me pareció correcto, pero bueno, no tiene importancia, dejare esto en el auto—dijo, luego se alejó, abrió la puerta de los asientos de atrás de su auto y metió las bolsas, cerró la puerta. "Aun que sea hay una hermosa chica que me considere atractivo" pensó Edwin.
—Vamos a ver qué más hay—dijo Roxana, con un tono alegre.
Caminaron solo un poco más, admirando más tiendas.
—¿Aquel es tu auto?—preguntó Edwin para romper el silencio.
—Sí.
—Solo ¿solo tuyo?
—Sí, no tengo pareja así que...
—Espera un momento—dijo de repente, interrumpiendo. Se detuvieron ante un local de Café que Edwin reconoció enseguida: "Sexto sentido".
—Yo siempre vengo a este café—dijo hacía Roxana—Ven, hay que entrar.
Roxana lo siguió. Edwin entró al "Sexto sentido".
—Se parece demasiado.
—¿No es el lugar al que siempre vienes?
—Sí, creo que sí.
—¡Bonita!
—¿Bonita?
—Es el nombre de mi amiga— Edwin comenzaba a sentirse muy extraño. Se aproximo a la barra. No había respuesta de Bonita. Se preguntó a sí mismo si lo que estaba pasando era realmente un sueño.
—¿Estas bien?—Roxana puso las manos en su espalda. Edwin las sintió, lo apreciaba todo muy real.
—Sí, estoy bien—. Entonces Roxana vio que en su cuello había un lazo que creyó haber visto antes.
—¿Qué es esto?—tocó el lazo.
—¿Qué?, ¿qué es que?—Edwin se llevó las manos al cuello, dándose cuenta de que traía algo colgado. Estiró el cordón y sacó la tarjeta transparente con el corazón en el medio. Roxana dio un paso hacía atrás al verla, con sorpresa, se dio cuenta de la similitud con la tarjeta que ella compró en aquella tienda. Edwin se preguntó por qué la llevaba colgando en el cuello. Miro hacía Roxana, quien mostraba su expresión confusa.