Roxana sintió un golpe. Su mente había dado un giro. Sus manos sostenían con firmeza algo. Estaba con la cabeza inclinada. Con nerviosismo fue elevando la mirada hacia enfrente. Suspiro. Vio a través del cristal, autos pasaban y la gente caminaba de un lado a otro. Se dio cuenta de que lo que sostenía era el volante de su auto. Inspeccionó el interior del auto volteando de un lado a otro; no había humo rojo.
—"He despertado"—pensó. Recordó la tarjeta y miró con rapidez hacia el espejo retrovisor. Creyó por un momento que lo de la tienda había sido parte del sueño, pero ahí estaba la tarjeta colgada. Roxana estaba muy impresionada. Descolgó la tarjeta con firmeza y salió del auto. El "En ambiente fresco" también era real, entró a la tienda, los camaleones habían desaparecido, y el hombre que la había atendido, junto con ellos.
—¡Buenas tardes!—gritó. No hubo respuesta. "¡¿Tardes?!" No llevaba reloj, busco con la mirada uno que se encontrara alrededor. Frente al local"En ambiente fresco", a la otra calle, había una tienda de relojes; en la entrada, como medio de promoción, se encontraba uno grande, a la vista de todos el cual marcaba la hora exacta. Roxana salió de la tienda y se puso de puntillas en la banqueta con una mano sobre la frente, de modo que se cubría la vista debido a los rayos del sol. Logro visualizar: 6:00, efectivamente de la tarde. Entonces se dio cuenta de que el tiempo que había pasado durmiendo podría ser exactamente de...
—Un segundo—dijo en susurro, pensar en ello le aterró al instante.
Regreso a la tienda.
—¡Por favor! ¡necesito aclarar algunas cuestiones sobre el producto que me ha vendido!—gritaba sosteniendo la tarjeta en la mano pero continuaba sin recibir respuesta.
Espero unos minutos más pero nadie apareció. Comprobó de nuevo que todo lo que había dentro de la tienda se encontraba ahí, con excepción de los camaleones. Finalmente decidió irse, no sin antes estirar la mano en los rincones para asegurarse de que los camaleones no se hubiesen camuflado.
Entro al auto. Sostuvo la tarjeta frente a su rostro, sin expresión. Observó el retrovisor un momento.
—Después de todo...creo que fue un buen sueño—dijo, lanzando la tarjeta al asiento del copiloto. Prendió el auto y se dispuso a volver a su departamento.
. . .
Edwin sintió un escalofrío, se abrazó a si mismo mientras se reponía en el asiento. Parpadeo con la cabeza sobre el respaldo, miró la tarjeta colgada en el retrovisor. Sonrió.
—Que lástima—se dijo en voz alta—eras muy hermosa, ojala hubieras sido real.
Encendió el auto soltando una pequeña risita al recordar el sueño. "Debe ser muy tarde. Ni modo, no llegaré por esta vez" pensó mientras levantaba la muñeca y miraba el reloj.
—¿Qué?—frunció el ceño—hace poco lleve a reparar esta cosa, tendré que llevarlo de nuevo la próxima semana—decía para sí mismo, picando con el dedo índice varias veces en el cristal que cubría al reloj.
Soltó un suspiro mientras colocaba las manos sobre el volante y regresaba nuevamente a ver el espejo retrovisor. Algo que vio lo impactó al instante, se volteo con brusquedad y comprobó que lo que veía era real. Ahí se encontraban las bolsas que había dejado en el supuesto sueño. Acercó una mano temblorosa, tocó las bolsas, quito la mano con rapidez, ¡eran reales! abrió una con un dedo y miró el interior con suspicacia, con esto último, confirmó que sí era la ropa que Roxana había escogido para él.
. . .
Roxana entró a su departamento. De un momento a otro ya se encontraba tendida en la cama. No había dejado de pensar en el sueño desde que regresó.
—"Ese chico..."—decía Roxana en su mente.
Recordaba cada detalle del sueño como si lo hubiese vivido solo treinta minutos atrás. La sensación que le provocaba ver el vació en aquel acantilado, la calle con las tiendas, la cafetería, Edwin.
"Solo lo puse sobre el retrovisor, fue entonces cuando me desmaye". Roxana no podía soportar la impotencia de no saber que había sido aquello. Jamás lo sabría, eso es lo que sabía, que Edwin sólo fue el compañero de sus sueños.
—Hasta escogí ropa para él—. Roxana se dio cuenta de lo que acababa de decir. Dio un salto y se puso de pie al instante. Tomo las llaves de su coche y salió corriendo de su departamento.
Estaba lloviendo cuando llegó hasta su auto, abrió la cajuela y quedó en shock al ver las bolsas. Del impacto se dejó caer de rodillas ante el coche. En serio, no lo podía creer. Antes de que llamara la atención de alguna persona, se repuso, tomó las bolsas, cerró la cajuela, rodeo el auto, abrió la puerta del copiloto y agarro la tarjeta.
Unos minutos después, entró a su departamento con las bolsas y tarjeta en mano. Dejó las bolsas sobre la silla. Se sentó en un rincón mirando las bolsas con inmenso miedo. No vio el contenido. Reparó en que se estaba volviendo loca.
—Pero quisiera verlo una vez más—susurro.
. . .
Edwin había terminado de probarse la ropa que Roxana le escogió, no era su estilo pero era algo diferente a lo que estaba acostumbrado y eso le gustaba. Se acercó al espejo, se miró detenidamente. No lo había notado antes, no como Bonita, su aspecto realmente lo hacía parecer cansado.
"Es verdad...Estoy tan cansado".
. . .
Al siguiente día, Edwin salió por la mañana.
—¡¿Quién es este chico?!—le dijo Bonita, al verlo. Estaba completamente sorprendida por su drástico cambio.
Edwin paso la mañana platicandole a Bonita sobre su sueño, pero descartando la parte de la tarjeta, las bolsas en su auto e incluso a Roxana. Temía que Bonita se preocupara por su estado de salud.
—A pesar de eso, tus ojeras están más marcadas que ayer.
—Anoche no dormí mucho, no dejaba de pensar en el sueño que te acabo de contar.
—No te enfoques tanto en eso, Edwin, es solo un sueño.
—Sí, es verdad.