Tardaron unos cuantos segundos en comprender la magnitud de lo que sus ojos veían. Apenas asomados por entre las enormes puertas del hangar, tanto los tripulantes del transporte de tropas como las dos chicas del Escuadrón Delta, contemplaron una imágen de pesadilla.
—Dime que es una maldita broma. —susurró Ximena en un murmullo apenas audible.
A través de la chatarra y restos de metal retorcido que giraban lentamente en el llamado “Campo” vieron lo que parecía ser un “cielo” por sobre sus cabezas, un cielo constituido por cientos de miles de naves Zentradi de todo tipo y tamaño. Era tal la cantidad de naves que el verde oscuro de sus cascos no dejaba ver la negrura del espacio del otro lado.
Pero algo más alarmante incluso acechaba ahí fuera; entre los trozos de metal veían, cada tanto, los resplandores de los propulsores de las patrullas que ya habían ingresado al Campo. Grupos de tres armaduras, probablemente Reguld, patrullaban ya la zona. No había escape o evasión posible.
—Debe haber… es decir…. no puedo contar de tantas que hay. —dijo Camila.
—Ahora ya sabemos por que el silencio total de radio y emisiones. —confirmó la piloto suspirando. —Estamos realmente jodidas.
El VF-171 se encontraba aún en modo gerwalk y flotó hacia el transporte de tropas que permanecía inmovil en el mismo sitio. Mac había desactivado el tinte opaco de la cabina y, a través del cristal transparente ambos eran completamente visibles a las jóvenes del caza.
—Parece que el Sargento Mac está diciendo algo. —dijo Camila enfocando una de las cámaras. La imagen que transmitió a la consola de Ximena mostraba al piloto utilizando una pequeña linterna para hacer señales hacia ellas.
—M-I-E-R-D… Comenzó a deletrear la joven del asiento trasero
—Si, ya sé lo que dice. —respondió su compañera llevándose una mano a la cabeza.—¿Como rayos vamos a salir de esta?
A decir verdad, tampoco los ocupantes del transporte tenían idea. Mac apagó la linterna y se reclinó en el asiento ante la mirada desconcertada del Doctor Von Neumann.
—Eh… ¿Sargento?. —preguntó.
—¿Qué? —respondió el hombre
—¿Qué hacemos? ¿Volvemos a la Colonia…?
El soldado veterano giró la cabeza y lo miró casi inexpresivo. —¿Y tú qué crees? —preguntó.
Fritz suspiró y miró las incontables naves enemigas. —Si regresamos… la niña morirá.
—No solo ella. —lo corrigió Mac. —Moriremos todos juntos antes que su condición empeore aún más.
El joven lo miró pensando que había enloquecido. —Pero…
—Use la cabeza, Doctor. —lo recriminó el Sargento. —Podemos ocultarnos allí dentro… pero no servirá de nada; en cuanto una de esas patrullas se acerque a menos de un kilómetro de estas compuertas… ¿Se imagina lo que sucederá, verdad?
—Oh.
Fritz comprendió de pronto a lo que se referia el Sargento.
—El sistema automático de aproximación. —recordó el joven. —¿No podemos desactivarlo?
—Probablemente Boris pueda desde la Bramante con un Virus o alguna de esas mierda que él usa… ¿Pero para qué?. —En cuanto la Bramante emita un solo bit por su datalink va a revelar su posición a toda esa flota enemiga. —explicó haciendo un gesto con la mano.
—Entonces nosotros podríamos…
—¿Qué? ¿Entrar ahí y buscar por toda la nave en donde está el control de esa cosa? Para cuando pueda llevarte hasta allí, los Zentradi ya nos habrán encontrado. —dijo Mac. —No, tenemos que salir de aquí de inmediato.
El Sargento Mac volvió a tomar la linterna para hacer señales al VF-171. —«Sácanos de aquí» —deletreó.
Pasaron unos segundos y el robot se colocó en paralelo con el transporte y usando sus extremidades “abrazó” el fuselaje de la nave.
Se escucharon unas exclamaciones de miedo de parte de los niños en el compartimiento de carga en cuanto la nave se sacudió con el contacto del caza de Ximena.
—Tuvimos una suerte tremenda en haber decidido sacar a esos Voldorianos de allí. —suspiró el hombre. —Ahora muuuy despacio.
Ximena activó los propulsores y ambos comenzaron a salir del hangar a unos escasos diez kilómetros por hora.
—Nuestros propulsores son demasiado “calientes” —explicó Mac volviéndose hacia Fritz. —Será mejor que las chicas de Delta nos remolquen usando su propulsión furtiva; habrá menos chances de que los Zentradi nos detecten.
Lentamente ambas naves se alejaron de la Rainbow y al encontrarse a unos trescientos metros de distancia vieron como las enormes puertas volvían a cerrarse automáticamente.
—Al menos no nos transmitieron un mensaje de despedida. —dijo Camila suspirando. —Eso sería… malo.
—Por suerte el Sargento se dió cuenta del peligro del sistema automático de aproximación. —respondió Ximena. —Tenemos que alejarnos lo más que podamos de esa cosa antes que alguna de las patrullas Zentradi activen el mensaje de advertencia.
El VF-171 maniobró entre los escombros y se sumergió en la dirección de la zona más densa de material en el disco interior. Las alarmas de emisión peligrosa comenzaron a sonar, pero aún estaban dentro del límite seguro. Pronto la enorme silueta sombría de la Three Star se perdió a lo lejos, confundida con los miles de restos silenciosos que giraban a su alrededor.
—Los escombros nos protegerán de sus radares de búsqueda. —dijo Camila. —Pero dudo que podamos ganarles por cansancio… ¿Cómo se supone que vamos a encontrar a la Bramante nosotros solos? —preguntó nerviosa.
—Un problema a la vez. —respondió Ximena. —Quiero al menos alejarme unos 50km de esa cosa… luego veremos.
Ambas naves se deslizaban silenciosamente entre los escombros, pero Ximena no mantuvo un curso concreto durante mucho tiempo. Al cabo de unos pocos minutos cambió de dirección y continuó haciéndolo a medida que se alejaban de la Colonia.