Capítulo 16
-Luca-
Esperé a que Nina se fuese para poder hablar con Duncan. El muy necio había estado haciendo de las suyas; se sentó en el sofá de la sala, León maulló ante mi presencia y su cascabel sonó con suavidad.
—Si vienes a regañarme, hoy no es el día —se adelantó.
Yo me ubiqué en una silla contigua, estiré mis piernas y lo observé: cada día perdía fuerzas, se lo notaba más débil y exhausto que de costumbre.
—Si no fuera por mí, estarías muerto —dije con seriedad.
—A veces me sorprendes. Aun sabiendo lo de tu maldición, te considero tan humano como yo, y bueno… ¿qué quieres que te diga? La duda estúpida me abrió un camino tonto e idiota, pensé que no podrías llegar ni mucho menos encontrar las pastillas, ya que las escondí bien —confesó con tranquilidad mientras acariciaba a su gato.
—¿Desde cuándo no las tomas?
—Son dos semanas.
—Ya te advertí que es muy peligroso cambiar el curso de las cosas —le recordé molesto.
—Lo sé, lo sé —contestó a regañadientes.
—Idiota.
—Cretino —Duncan carcajeó de forma socarrona sin dejar de mimar a su mascota—. Por lo menos me llevo tu secreto a la tumba —concluyó divertido.
—Hoy vi a Deo en un bar —le conté; él levantó su cabeza para mirarme.
—¿No está muerto?
—No —susurré.
—El imbécil de Deo debería estar muerto, tendrías que haberlo hecho desaparecer cuando tuviste la oportunidad —se quejó él.
—No, en el futuro voy a necesitar de sus servicios… —avisé, Du alzó una ceja con seriedad y me echó un vistazo al pillar mi idea.
Deo era un estafador profesional, me atrevería a decir que se trataba de uno de los mejores en el mundo. El dinero encarnaba su fuente de inspiración. Era en verdad bueno. En una oportunidad yo lo salvé de que lo mataran, y desde entonces me debe una.
—¿Estás pensando una vez más en vengarte de tu padre? —indagó Duncan serio, clavándome los ojos.
—Había pensado en varias formas, simples y que demanden menos tiempo, incluso menos trabajo… pero analizándolo mejor, voy a destruir aquello que él más idolatra en su vida.
—Si logras encontrar a esa niña con vida, es casi seguro que dentro de unos meses vas a terminar tú mismo haciéndole ganar la presidencia. Y en cuanto tu padre alcance ese puesto, el asunto se va a complicar, no será tan sencillo.
—Lo sé, por eso voy paso a paso… —comenté con una leve mueca.
Duncan no terminaba de entender que yo no tenía límites con nadie, me sentía en el extremo de todo. Nada cambiaría mi vida, pero yo no dudaba de que, de uno u otro modo, me vengaría de aquellos que en el pasado me habían arruinado.
—Odio que sonrías así —dijo Duncan enfadado—. Mejor no me digas más, me cala los huesos ver esa sonrisa tan placentera en ti. Es malo, apuesto que es malo —repitió ladeando la cabeza.
—Por supuesto.
—¿Y Nina? ¿Qué harás con ella?
Al oír ese nombre salir de la boca de Duncan, mi sonrisa se borró.
—Por lo pronto, esperar —respondí a secas.
—Supongo que estaría de más que lo dijera —Duncan me apuntó preocupado—, pero… la muchacha no tiene nada que ver en esto.
La expresión del viejo iba cargada de inquietud.
—Sí, ella no tiene nada que ver, aunque en estos momentos es una molestia para mí —admití.
—Es que la vida cambia… ¿Qué tal si deja de ser una molestia para ti?
—Eso no va a pasar —aseveré irritado.
—¿Lo has visto? ¿Tu mente te lo ha mostrado acaso? —inquirió Du con extrema curiosidad.
—No, no me ha mostrado nada —mentí, cuando en realidad mi maldición se había encargado de advertirme cada detalle que me ocurría. Y Nina era el más importante de ellos. Si algo daba por hecho, era que estar cerca de esa ella no me llevaría a un buen final.
Duncan se mostraba insatisfecho con mi respuesta.
—¿Y si te enamoras? —esa pregunta me desconcertó, Duncan sonrió con placer ante su interrogación y mi comportamiento: me levanté conteniendo ese punto débil que me abrumaba.
—¿Por qué me vienes con esa idiotez? —le recriminé entre dientes.
—Estoy cuidando los intereses de la muchacha —replicó con tono solemne; me había atrapado, y el muy cretino lo sabía.
—Para que te quede claro, nunca me enamoré de nadie, y no creo que pase a estas alturas. Además, ni siquiera sé lo que es ese nocivo sentimiento —al pronunciar aquello, mis palabras salieron llenas de rabia y mucha sinceridad, rasgo muy infrecuente en mí—. Por lo tanto, despreocúpate: nada de lo que imaginas va a pasar.
—Dime… ¿No tienes curiosidad de descubrir lo que es el amor? —profundizó entusiasmado.
—No —negué de nuevo de forma engañosa.