Todo había sido por mi culpa, por mi culpa él ahora se encontraba en una cama de hospital inconsciente, respirando a través de una máquina que le suministraba oxígeno. No había vuelta atrás. Él se encontraba entre la vida y la muerte, y todo gracias a mí. Si él se iba, jamás me lo perdonaría.
Recordar como sucedió, hace que me sienta más culpable solo me hace desear ser yo la que estuviese acostada en esa cama y que sea mi vida la que está entre la vida y la muerte, él no merece nada de esto. Los recuerdos, duelen. No podía verlo ahí y luego ver a sus padres decidiendo si desconectarlo o esperar a que despierte.
— ¡Cariño! —Lo llame, la llevaba diez minutos esperando por él en la piscina y aún no aparecía. Me estaba preocupando, había ido solo por unas cervezas a la cocina.
—Lo siento, hermosa —Dejo un beso en mi mejilla y me tendió una cerveza—. Tú padre me entretuvo.
— ¿Mi padre? —Lo mire confundida y asintió.
—Cosas de chicos, nena —Dejo un casto beso en mis labios y luego sonrió.
Me encantaba verle sonreír, no éramos perfectos porque teníamos nuestros altos y bajos pero nada nos lograba destruir. Llegue a conocerlo cuando ambos teníamos diez años, luego me lo encontraba en cenas de negocios que me hacían asistir e iba porque sabía que sus padres se encontrarían junto con él.
Si no hubiese manchado mi vestido con vino tinto, no pudiese amar a alguien como lo he hecho estos últimos años, aun logro sentirme aquella chica de diecisiete a la cual le sacaron una sonrisa y le invitaron a un bar para salir de la tortura de aquella cena, solo por haber manchado un vestido Versace de diseño único.
— ¿Y esa sonrisa, nena? —No había notado cuando había empezado a sonreír. Se levantó y se acercó hacia donde estaba agarrándome como un saco de papas.
—Lindo trase... —No había terminado la frase cuando ya me encontraba en el fondo de la piscina y esos brazos aun sosteniéndome—. Eres un idiota.
—Lo siento, nena —Empezó a dejar un camino de besos desde mi hombro hasta el cuello—. No lo volveré a hacer.
—Es imposible estar más de cinco minutos molesta, tú no dejas —Suspire frustrada, nuestras peleas no duraban más de dos minutos y eso solía estresarme.
Nade hasta las escaleras y salí para lograr sacar el jersey borgoña y los shots de mezclilla. Voltee descaradamente y me lo encontré a mitad de la escalera paralizado.
—Nena, no puedes hacerme eso —Me miro descaradamente de pies a cabeza, sabia como provocarlo y él sabía cómo provocarme. Ambos sabíamos cuáles eran nuestros puntos débiles y uno de los de él era verme en ropa interior, aunque esta vez era blanca y estaba mojada haciendo que se colocara transparente en unas partes.
—Deberías de irte a tú casa.
—Tú padre me dijo que me quedara y acepte —Lo miré atónita.
— ¿Mi padre? ¿El mismo James Evans? —Asintió—. Me parece perfecto pero duermes en la alfombra por lo que hiciste, no saldrás ileso de esta.
Escuche su celular sonar y me acerque para tomarlo pero ya habían colgado.
—Amor, tú celular está sonando —Susurre y obtuve fue un gruñido de su parte, le empecé a dar besos por el rosto hasta vi cómo se sentaba y sus rostro cambiaba—. ¿Qué sucede? Me estas asustando.
—Lo siento, nena —Se disculpó dándome un beso en la frente y levantándose rápidamente—. Es Noah, ha vuelto a tener una sobredosis pero esta vez con LSD y Ketamina. Sarah es la que ha estado llamando, están en su casa y lo está tratando de desintoxicar. Si lo lleva a un hospital podrían encarcelar a Noah.
—Deja que te acompañe —Le suplique y lo vi negar.
—No puedo, nena. No quiero que veas eso, no me lo puedo permitir.
—Mierdas, no me hagas a un lado —Me había prometido estar con él y cuidarlo.
—No te estoy haciendo a un lado, nena. No vuelvas a pensar eso jamás —Me abrazo y deje un beso sobre sus labios—. Quiero hacer esto solo, te amo.
—Solo llama cuando llegues a donde Sarah —Volví a besarle para luego ver como se montaba en su moto y desaparecía por la calle.