Alejandro se derrumba en el sofá en la sala de estar de la suite oficial del apartamento presidencial, sin importarle si arruga su uniforme ceremonial. Está cansado de una manera que le come el alma. Su pueblo siempre será el centro de su corazón, a lo que dedicará su vida, pero el trabajo interminable día a día de ser el líder de una aldea tan grande lo desgasta, especialmente en los días en que está no dormía.
Todos los soldados tienen pesadillas a veces, y él no es la excepción.
Él sabe que está más cansado de lo que se da cuenta porque ni siquiera la escucha entrar. Ella está allí de repente, su voz suave pero firme.
- Alejandro, tienes que dejar que te examine.
Se pone un brazo sobre los ojos, su propia voz áspera por el agotamiento.
- No.
- Tienes meses de retraso con respecto a tu examen programado y has asustado a todos mis médicos- dice con exasperación.
Eso hace que sus labios se muevan ligeramente debajo de su máscara. Le había dicho a todos los que ella envió que el último médico que había tratado de examinarlo nunca había vuelto a ser visto. Por supuesto, él sabía que era porque la mujer había estado lista para retirarse de su profesión, pero si los otros médicos querían asumir que era porque algo malo le había sucedido... eso no era su culpa.
- Necesitan endurecerse.
Ella se sienta a su lado en el borde del sofá, una mano vacilante alcanza para tocar el brazo que no está sobre su rostro. Ella le da pequeños toques, aquí y allá, toques que se deslizan bajo su piel y hacen temblar sus huesos. Siempre en días como este, cuando está demasiado cansado para ser distante encuentra en su novia el consuelo que necesita.
- Eres importante para todos, déjame cuidar de ti.
Y así como así sigue dejando que entre en su corazón y evaporando sus antiguos traumas de abandono que lleva acarreando desde su juventud.
XXX
Para Jazmín, él la hace sentir más segura que nadie. Es entonces cuando ella comienza a considerar lo que la seguridad podría significar para él y comienza a abrirse paso entre las grietas de su armadura, lo hace dejarla entrar aun mas en su vida.
No es fácil.
Él solo deja que las cosas pasen cuando ella no está mirando, por lo que lo conoce por el rabillo del ojo. La forma en que toma su té sin azúcar y la forma en que se muerde las uñas, aunque parece que siempre lleva puesta la máscara. La idea de que se muerda los dedos cuando nadie está cerca para verlo le rompe el corazón.
Él siempre le rompe el corazón cuando lo ve tan cansado sin preocuparse por el mismo, cuando toma más responsabilidades que las que debería y aun así toma su tiempo para brindarle una sonrisa cansada cuando la veía.
- Quítate la camisa- le dice después de terminar su té.
- Me acabas de examinar hace cinco días- dice a modo de negación, fingiendo estar absorto en su libro.
- Sí y me mostraste cicatrices que nunca se curaron correctamente. Te dije que iba a trabajar en ellas- responde impaciente.
- Y te dije que eso no iba a suceder.
- No, no lo hiciste.
- Oh- Piensa en eso por un momento antes de continuar-. Bueno, quizás lo pensé muy fuerte.
- Alejandro- Ella convierte su nombre en una advertencia-. Quítate la camisa.
Cuando levanta la vista brevemente del libro, su mirada gris es rebelde.
- Tú primero Jazmín.
Ella sabe que él piensa que eso será suficiente para asustarla, pero está tentada y estaba segura de que lo sorprendería si supiera ese pensamiento. Si todo lo que se necesita para que se revele a ella es que se abra primero, lo habría hecho hace mucho tiempo. Pero Alejandro es más complejo que eso, es como un animal salvaje pero no del tipo que ataca la mano que lo alimenta, sino del tipo que desaparece en el momento en que siente la presencia de otro.
- Si no me dejas curarlos ahora, volveré todo el tiempo a molestarte hasta que lo hagas.
Él hace un pequeño sonido de descontento.
Él tampoco dice que no y ella considera esto una victoria.