Cartas de amor de un Amante

3

El suelo que tocaba con mis dedos pequeños era húmedo y frío, el bosque solitario me aterraba, me calaba hasta los huesos el viento y los sonidos varios que no lograba distinguir por mis sollozos altos. Mi miedo en forma de niños persiguiéndome continua aunque esos niños no están aquí, se fueron después de lastimarme físicamente, emocionalmente es algo que veremos después.

Todo esto continúa fresco en mis memorias como si el tiempo no pasara y ayer tuviera 7 años. Hoy 10 años después recuerdo todo perfectamente. Esas burlas agudas y tontas de los niños riéndose de mí por no tener padre o por comportarme demasiado como niño.

Los matices rojos que lograba ver cuando entreabria los ojos llenos de lágrimas me dejaron sin armas, sin ganas de parar de llorar. Mis rodillas estaban rojas de sangre. El frío me helaba y cada vez me costaba más respirar, me ahogaba aún teniendo a disposición todo el aire del mundo. 

—¡Leah! —gritaban mi nombre pero yo no me atrevía a levantar el rostro. Temía ser absorbida por la oscuridad que consume a muchos. —Oh no, Leah. —Di un respingo al sentir como unos brazos me rodeaban.

Veía borroso aquella silueta que bajo la luna me trataba de salvaguardar. Abrí los ojos y la vi borrosa. Era Alexia una chica de 17 años con estatura promedio, ojos cafés claros y cabello castaño claro un poco ondulado, que ayudaba cuidando a los más pequeños en ese campamento de verano. Lastimosamente nadie es capaz de cuidarlos del todo.

—Todo estará bien, —sus dedos pasaban a través de mi cabello castaño. —Sabes, a las hadas que habitan en el bosque no les gusta ver a las niñas llorar.

Por fin levanté el rostro y la miré con reproche. La luz era poca y los árboles la alejaban de nosotras, de ella y su ligera sonrisa al verme molesta a pesar de haber estado llorando por largos minutos.

—¡¿Hadas?! —pregunté separandome un poco de golpe.

—Sí, hadas habitan este lugar y no les gustaría verte llorar así. —No espero respuesta mia y continuo; —Además ellas me obsequiaron esto, —sacó de su sudadera un cuaderno tipo agenda para que lo divisara mejor lo acerco. Tenía una pluma remarcada y parecía ser de piel, con rastro de vejez. —Puede ser tuyo si, —se quedó en silencio y añadió después —Si prometes que ya no dejarás que los demás niños se aprovechen de ti.

Era hermoso y quería tenerlo.

—Si, ya no permitiré que nadie se burle de mi, —me levante un poco tambaleante y torpe pero con cierta firmeza en mis palabras, sonreí y la mire.

—Está bien, es tuyo —me lo entregó y añadió: —Promete que nunca dejarás que los demás te hagan daño ni a ti ni a las personas que te importan.

—Lo prometo —Sonreí y ella también me regresó esa pequeña sonrisilla que me hizo sentirme feliz y segura.

Creo que Alexia se arrepentiría si me viera ahora, aunque, no he cumplido esa promesa.

No se la cumplí a quien debía.

Adele

Abrí desde el lomo la última hoja, la amaba. Trace las líneas chuecas de su intento de dibujo que eran unas bolas con ojos y con el cabello tirando a ser igual al mio y de ella. Había una gran diferencia entre sus dibujos abstractos y su letra moldeada, elegante es la palabra correcta.

You can call me

When you feel like

I'm your good time

I'll be your temporary fix

You can own me and we'll call this what you like

Un tirón de nostalgia tiró de mí, de ese momento cuando creí que las cosas serían incómodas pero no lo fueron. Ella llegó y disipó todo con una sonrisa que jamás será simple en ese rostro que tanto me hacía feliz. Me abrazo como muy pocas personas lo hacían y me quito el cuaderno del bolsillo trasero de mis jeans ajustados. Sentí la sangre subir a mi rostro y con su sonrisa socarrona le dio un beso al cuadernillo en la portada de piel.

—Upps esto es mío.

Desapareció entre los chicos en la entrada de la escuela.

No la vi escribiendo y dibujando en ningún momento pero se como lo hacía. Copiaba seguramente sus dibujos caricaturescos de una de nuestras fotos muy concentrada, despegaba la hoja del cabello que caía a sus costados de vez en cuando y seguramente pensó demasiado en la letra de la canción que eligió, lo pensó un monton aunque ella sabía perfectamente que elegiría Temporary fix.

Evite llorar porque no quería que las lágrimas mancharan lo único que me queda de ella.

Lo cerré abruptamente, sin mirarlo nuevamente dejé el cuaderno encima del mueble de al lado y me recosté a intentar conciliar el sueño, no quería más pesadillas, aunque, definitivamente fue mejor lidiar con ellas que con las personas de mi antiguo bachillerato.

La alarma de mi teléfono comenzó a sonar, me levanté con pereza y la apagué. Revolví mi cabello y así me quede inmersa en mis pensamientos mirando al techo color durazno.

Oí los golpes en la puerta que mi madre usa para pedir permiso de entrar. El sonido es parecido a una canción de Queen. Me giro para recostar todo mi cuerpo sobre mi hombro derecho.

—¿Si? 

La puerta se abre segundos después dejando ver a mi mama castaña. Me busca y me encuentra con la mirada, una sonrisa al verme me es un regalo después de sus nervios de anoche. 

—La maleta que te empaque la saque del auto —abre de más la puerta y con las ruedas la arrastra dentro de la habitación. —Aquí está tu ropa. Tu. Yo. Media hora.

Me senté y la mire a los ojos. Sabía lo que tenía que hacer cuando hablaba de tal forma.

—¡Sí Señora! —me levante abruptamente y salude como un cadete lo hace a su general.

Ella se sintió complacida y antes de girarse para irse me dio una orden más.



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En el texto hay: poesia, lgbt, cartas de amor

Editado: 26.10.2021

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