Me desperté por la luz que entraba a través de los ventanales y con pereza, me levanté de la cama viendo a mi alrededor.
Calmadamente salí al balcón y desde ahí vi el mar que se fundía con el cielo en la lejanía.
El dolor azotó mi corazón al pensar en todo lo que había tenido que pasar para terminar en esa bella habitación y casa, donde había conocido lo que era la felicidad
—Pensaba que me esperarías —Una ronca voz a mis espaldas me sacó de mis pensamientos y vi como un hombre muy apuesto de ojos dorados, que portaba una llave negra en el cuello, salía de la habitación acercándose hasta posarse a mi lado, abrazándome por la cintura.
—Perdón, no quise despertarte —Le dije con una sonrisa enamorada, luciendo una llave parecida, pero blanca.
—Tranquila, tampoco es que haya dormido —Me dijo a su vez con una sonrisa arrogante.
Los dos estuvimos ahí hasta que el sol terminó de salir iluminando ese bello paisaje.
—Crees que…
—Algún día, lo prometo —Termino mi frase. Se acercó y me dio un beso junto a las palabras ‘te amo’.
—Y yo a ti… gracias por hacerme feliz.
—Gracias por rescatarme.
Una pequeña luz plateada se vio en el balcón cuando ambas almas desaparecieron, dejando atrás esa gran casa que alguna vez fue parte de su historia.