Cartas de colores

23. ¿Qué sentimientos trae la tormenta?

Sentía como la lluvia caía implacable sobre mí, pero no me podía importar menos.

De hecho, lo agradecía, pues de esa manera no se notaban las lágrimas que recorrían mis mejillas mientras caminaba encogida por aquel parque donde todo había comenzado.

Me abracé a mi misma al recordar como la que yo consideraba mi “amiga” me decía crueles palabras y me mostraba fotos de ella y Fabián en una fiesta, y, y…

—Ugh —Me quejé al recordar esa horrible imagen, sin embargo, no quería creerle, no quería, pero…

—¡Fabián! —llegué corriendo al departamento de mi novio, pero este estaba vacío excepto por una solitaria nota.

“Lo siento, prometo

que te voy a explicar todo

                             Fabián”

Y eso sumado a lo que había dicho esa víbora, no podía evitar… pensar lo peor.

Un nuevo sollozo escapó de mi boca y miré a mi alrededor aturdida… una sonrisa triste surcó mi cara al percatarme de que inconscientemente había llegado a donde nos conocimos…

— ¡Jazmín! —A lo lejos escuché mi nombre e intenté salir corriendo al saber que era él, pero me vi jalada por la cintura y parece que el hombre pisó mal, pues en un segundo ambos estábamos en el piso, yo apretada fuertemente en su pecho.

—Suéltame —ordené débilmente temblando.

—No —dijo él firmemente—. ¿Por qué rayos estabas parada en medio de la lluvia? —pregunto molesto, levantando mi mentón en inmediatamente su cara se tornó preocupada al distinguir mis lágrimas— ¿Estabas llorando?

—No te importa, suéltame. Ya no quiero tener que ver nada contigo —Bruscamente me solté de sus brazos, aunque también ayudo el que se quedará en shock.

— ¿Qué…? —reaccionó cuando yo me daba la vuelta para irme— ¡¿Cómo es eso?! —Me agarró del brazo y me giró viéndome enojado.

—Lo que escuchaste. No quiero estar con alguien que solo me hace daño —viendo su agarre sobre mi brazo, logrando que lo aflojará, pero no que me soltará.

—A menos que me digas una buena razón no te voy a dejar ir —advirtió.

—Verónica me mostró las fotos de la fiesta de Sofia —dije viéndolo seria.

— ¿Verónica? ¡¿Verónica?! —Fabián se puso iracundo al escucharme— ¡La muy rastrera me drogó y por su culpa pensé que eras tú! —confesó sonrojado, pero muy serio— ¡¿Es que acaso eres tonta?!

— ¡¿Tonta?! ¡Disculpa, pero el hecho de que viera unas fotos donde mi novio estaba con otra mujer y que de paso actúes tan raro desde hace un mes! ¡No me ayudó a pensar las cosas! ¡¿Sabes?!

— ¡Ya deberías saber que primero desearía estar muerto a dejarte! ¡No entiendes que te amo! ¡Eres la única loca con la que me siento feliz! ¡Y por culpa de una lagarta no voy a concebir que te largues!

— ¡¿Qué hay de la nota que dejaste en tu departamento?! ¡¿El qué actúes como si estuvieras fuera de órbita?! ¡¿O que siempre que trato de acercarme te pones nervioso?! —grité con lágrimas en los ojos.

— ¡Cásate conmigo, maldición! —sentí como mi mente quedaba en blanco tratando de procesar sus palabras.

— ¿Qué…?

—No podías esperar a la noche —reprochó con las mejillas rojas.

Del bolsillo de su pantalón sacó una sortija de oro blanco con un diamante lila rodeado por pequeños zafiros—. Últimamente estaba medio ido pues no podía deja de pensar como dártelo. La nota se refería a que habíamos quedado en comer, pero me llamaron de la joyería y me tuve que ir, y… Con todo esto no podía evitar pensar como te verías vestida de novia o… rodeada de niños —confesó sonrojado.

Rápidamente me lancé a su cuello besándolo, siendo inmediatamente correspondida. Cuando nos separamos por la falta de aire, me preguntó.

— ¿Eso es un sí? —Con una sonrisa arrogante. Yo atiné a besarlo nuevamente riendo.



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Editado: 17.12.2018

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