Querido don J:
Era una mañana lluviosa, cuando Ud. decidió partir. Creo que ya estaba muy cansado, pese a todas las razones que tenía por vivir, la fuerza le hacía falta y ya se sentía muy solo. La lluvia fue una señal para mi de que no dejaba ningún pendiente, una familia unida, un nieto maravilloso con el que comparto vida desde y recuerdos increíbles. Era mi señal de que estaría en un lugar mejor, sin dolor, descansando y con su amada esposa al fin de cuentas.
A pesar de ser poco tiempo, agradezco infinitamente la manera en que me abrió las puertas de su hogar y de su familia. Aunque fueron años de convivir con Ud., agradezco la oportunidad mínima que tuve de conocerlo, de que me contara sus anécdotas, de compartir historias, café, postres, gatos y libros.
Me dejó, mas que “herencia” un lugar donde puedo mandar gente que me cae mal que esta mas lejos que la Chingada, un montón de historias que quiero escribir, chistes que sigo contando y libros que tengo pendientes por leer… Y también una imagen de persona increíble y maravillosa que quiero transmitir a mis descendientes.
Es imposible no acordarme de Ud. cuando llueve, cuando compro libros nuevos o incluso cuando compro pan, en esas mínimas cosas de la vida.
Es increíble que aun después de 5 meses, aun me cueste llegar a su casa y aun espere verlo, si no sentado en su sillón, al menos la esperanza de que llegara del rancho en cualquier momento para la comida.
Me costo mucho acostumbrarme (aun sigo sin poder siquiera) a que alguien tome su asiento en el comedor, o que se siente en su sillón. Fue un sentimiento desconcertante cuando una tarde a tan solo unas semanas de su partida, me dijeron que cambiarían algunas cosas de su cuarto, yo pensaba en su habitación como un santuario que no debería ser tocado ni movido, pero no era mi decisión, finalmente teníamos que seguir adelante y era parte de la recuperación del duelo.
Todos vivimos el duelo de manera diferente, unos gritan, otros lloran, otros rezan y se encomiendan a su religión, otros callan y yo, yo solamente se escribir… Es difícil de creerlo, ¿verdad?, por que nunca tuvo en sus manos algo escrito por mi, y sin embargo aquí estoy escribiéndole desde el mas aca, para el mas allá y no tengo la certeza que me lea.
Durante su funeral, trate de ser fuerte, de mantenerme, llore todo cuando debía en casa bajo una lluvia reconfortante, o eso creía yo, por que me quebré como hoja de papel cuando vi a su nieto, ese hombre que tanta fortaleza me da, y pensé que debía ser aun mas fuerte para poder ser su sustento, de él y de su mamá.
Me disculpo por las malas palabras que escucho de mi (que eran muchas) por esos anécdotas y chistes malos que le conté, por ese horrible y feo pastel de queso de cumpleaños que sin duda es el peor que he hecho en mi vida en apariencia… pero creo sabía bien.
Atesoro con mucho cariño, todo lo que convivimos, siempre me hizo sentir parte de la familia, asi sin mas. No se por que o con que fin, no se si yo le caia bien o si realmente me tomo cariño, pero yo si y mucho… y eso no tiene ningún precio. Le estare agradecida por siempre por como me trato desde que supo que era novia de su nieto, por todas esas risas y buenos momentos, por su vida y por como la vivió, por dejarme conocer una pequeña parte de la gran persona que era. Asi como lo quiero recordar…
No se ni como despedirme, si esta es mi forma de decirle adiós, no sé de que se trata. Las despedidas son tristes, por eso prefiero recordarlo tal cual es. Por sus libros, por sus anécdotas, por todo lo poco o mucho que llegue a convivir con usted.
Tambien prometo atesorar los libros que compartimos, cada que los relea será como si los leyera para Ud. Es triste saberlo en un lugar no terrenal, sobre todo cuando al terminar un nuevo libro de inmediato pensé, este libro le va a encantar a don José, segundos después recordarlo todo y decir, este libro le hubiera encantado a don José… y quedarme como una tonta con una sensación de que algo se me fue de las manos y que nunca lo voy a recuperar, un sentimiento de vacío y de impotencia, pero al mismo tiempo de tranquilidad… Por Mi biblioteca nunca lo podré olvidar.
Espero tenga una gran biblioteca en donde quiera que este para que no se aburra toda una eternidad…
No se cómo despedirme, solo citaré el gran final de mi saga de libros favoritos de cuando era niña, La dama de negro decía al final de sus paginas algo así: “La tarde que llevábamos sus restos al cementerio, dejaban entre nubes ver, rayos de gloria y esperanza…”
Hasta siempre…
Tuxtla Gutierrez Chiapas
5 de noviembre del 2014.