Cartas para ella.

Capítulo tres.

De repente todo sucede demasiado rápido, como si el mundo comenzara a girar en una velocidad inimaginable. Hasta que no estuve frente a su buzón, con la carta entre mis manos, no creí que fuera a suceder.

-¿Tú eres amigo de Melanie?- preguntó Thomas.

Thomas era el hermano menor de Melanie, lo que significaba un obstáculo para mi existencia tranquila en el mismo planeta de su hermana; esto por el simple hecho de que él me recordaba a ella y yo no quería pensar en ella más de lo necesario, y Thomas estaba por todos lados.

-Sí- le respondí abriendo el buzón.

-Nunca te había visto por aquí-

Los niños y sus comentarios fuera de lugar. Sí, nunca me había visto por ahí porque nunca fui invitado a ir.

-Soy el nuevo cartero- sonreí.

-Me agradaba más Derek- su boca mostró una mueca antes de marcharse con su balón.

Para ese entonces ya sabía el nombre de aquel cartero, un avance en realidad, porque para ese entonces no sabía demasiadas cosas.

-¿Me ha llegado un carta de Donald?- manejaba su pelota de un lado a otro mientras yo introducía las cartas en el buzón.

-Yo no sé quién es Donald- ya era un tanto irritante estar a su lado.

-¿Podría revisar si me ha llegado una carta?-

-Ya están en el buzón, puedes abrirlo- así me fui.

Thomas, según decían por todo el vecindario, era muy astuto, pero llegaba a pasar desapercibido si eso se proponía. Eso me causaba gracia, claro que de alguien tenían que hablar en el vecindario, pero parecía que nunca paraban de hablar sobre la familia Scott; Melanie siempre hacía algo, Thomas siempre descubría algo más, y la Sra. Scott...bueno, de ella no hablaban mucho. Pero, en realidad, era impresionante lo mucho que llegaba a escuchar el nombre de Melanie en un día; tal vez sólo porque quemaba un pedazo de tostadas, porque su camiseta estaba un poco más arriba del ombligo, puede que su corte no le quedara del todo bien. Muchas veces me llegaba a cuestionar si todo lo que decían era verdad, tal vez la mitad de ellas fueran ficticias en su totalidad, y me gustaba creerlo así.

Me gustaba creer que la Melanie Scott que todos conocían no era igual a la Melanie Scott que yo conocía. Pero ese era el problema; yo no la conocía.

También me cuestionaba un poco si alguna vez alguien se tomaría la molestia de hablar de mí, tal vez hablarían de historias donde yo era un completo héroe, tal vez hablaran de un Pet mejor, uno mucho más interesante. ¿Pero a quién engaño? Peter Prescott no es digno de que hablen sobre él.

Es todo muy simple; las personas interesantes obtienen logros. Pero las personas como yo, promedio, sólo terminan envueltos en sus propias fantasías; nosotros pensamos en que algún día haremos algo, mientras ellos piensan en qué lindo fue haber hecho lo que alguna vez quisieron.

-¡Oye, tú!- escuché un grito al otro lado de la calle -¿Sabes quién ha enviado ésta carta?- Melanie levantó mi carta.

Sí, era increíble lo hermosa que podría lucir una persona con un simple pijama, pero Mel era así; ella era increíble.

-No, lo siento. Yo soy sólo el cartero-

Hay cosas que es mejor mantenerlas en anonimato, por ejemplo, mis cartas. Se las enviaría todas, empezando desde cero, y puede que un día, tal vez cercano o lejano, comience a escribir mi nombre en la parte superior. Pero eso no tendría mucha relevancia, en realidad, ella no se acordaría de mi nombre.

Esa tarde el sol se ocultó un poco más temprano, era como si avisara que tanto tiempo fuera de casa no iba a ser de mucha ayuda. Obedecí a la naturaleza y me adentré a mi habitación, no estaba de ánimos para una plática con mi madre.

No lo mal interpreten; yo la amaba, pero ella era un tanto pesada. A veces, sólo quieres estar solo, y mi madre no hacía más que hablar; hablaba y hablaba tanto que no me dejaba ni pensar. Pero, la entendía, no debe ser fácil ser madre de alguien como yo.

Ella estaba mal por eso, era algo que simplemente no se podía ocultar. A veces, cuando pensaba que yo no los estaba escuchando, la oía decirle a mi padre que no podía más, que esto la estaba consumiendo.

Media hora después escuché leves golpes en mi puerta, como queriendo procurar que nadie se despertara.

-Adelante- murmuré mientras escondía la bolsa de comida chatarra.

-¿Cómo estuvo tu día?- su sonrisa parecía gastada.

-En general, bien. Pero no hay mucha diferencia entre un día y otro-



#47462 en Novela romántica

En el texto hay: cartas, amor, primer amor

Editado: 14.10.2018

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