Mi vida estaba por debajo de las expectativas de películas. Ya saben, era de los que los viernes por la noche sólo estaba encerrado en su habitación con su mejor amigo.
¿Fiestas? Sí, está bien, es hora de hablar un poco sobre las fiestas. Pero no, gracias, no soy el tipo de chico al que normalmente te encuentres en una fiesta. Tengo dos pies izquierdos y, por recomendaciones médicas, no me es posible beber. Además, no me invitan muy seguido.
La última vez que fui a una fiesta fue en verano, un verano hace dos años, la hermana de Will cumplía tres años. No estuvo tan mal como se lo imaginan, al fin de cuentas había mucha comida.
-Necesito dar un paseo, Pet- Will estiró sus piernas hasta tocar la pared.
Lo miré, era normal que lo mirara cuando él estaba aburrido.
-Te vas a terminar muriendo en éstas cuatro paredes- al estirar los brazos su camisa se estiró un poco, hasta dejar ver una parte de su exceso de piel.
Creo que no se dio cuenta cuando lo dijo, pero sí, iba a morir. No era un hecho que me afectara del todo, pero Will...Will simplemente no sabía qué decirle a alguien que probablemente estaba a punto de morir.
No es que sienta que ya fuera a pasar, porque todavía era capaz de mantenerme de pie; yo lograba caminar, comer por mi cuenta, hablaba a la perfección. Pero estaba cansado, la mayoría del tiempo estaba cansado. Era como si mi energía fuera decayendo lentamente.
No era muy difícil de comprender; sólo los tumores que se originan en el cerebro son llamados tumores primarios, sin embargo los tumores originados en otros lugares (mayormente en la mama y los pulmones) son propensos a expandirse y afectar al cerebro. Al igual que no era difícil entender que los benignos surgían un riesgo menor al de los malignos.
-No tengo ganas de salir-
-¿Piensas pasar el resto de la noche haciendo simplemente esto?- Will nunca alzaba la voz.
-Para mí está bien-
-Eres un mediocre, Peter Prescott- así salió de mi habitación, tirando la puerta con él.
Esperé sólo unos segundos para que volviera a aparecer asomado en mi habitación, así lo hizo.
-Voy a la estación de la esquina, por favor, ven-
Caminábamos con tranquilidad por la calle vacía. A ésta hora de la noche la mayoría ya estaba acostado en su habitación o disfrutando en una fiesta. Y mientras pasábamos delante de todas esas casas podía imaginar qué estarían haciendo; puede que se encontraran muchas madres llevando a sus hijos a la cama, mejores amigos encerrados platicando sobre algo en específico, parejas encerradas en una habitación, adolescentes llorando sin remedio por un desamor, un sinfín de historias que sólo ellos pueden construir.
-¿En qué piensas tanto?- la risa de Will se apoderó del lugar.
Su risa era de esas risas que se lograba escuchar a dos calles de distancia.
Cuando llegamos a la estación sólo se encontraba un mendigo masticando una goma de mascar en la salida, eso además de un carro estacionado a la esquina. Pasamos a su lado con cuidado, el típico cuidado de los prejuicios.
-Pienso en qué harán las otras personas-
-¿De qué estás hablando?- preguntó sosteniendo una lata de desodorante.
-Hace un rato me preguntaste en qué pensaba. Pienso en las personas-
-Sí, sí, está bien, Pet- siguió revisando el estante.
-¿Por qué preguntas si no piensas prestar atención a la respuesta?-
Will era un buen amigo, pero a él no le importaban demasiadas cosas. A veces, la mayoría del tiempo en realidad, pensaba que Will estaba conmigo por lástima. Él era el único de todo el instituto que yo sabía que yo tenía un tumor, y que iba a morir, por supuesto.
-Te estoy prestando atención, Pet. Eres peor que Mónica- Mónica era la ex-novia de Will.
Pero él, de hecho, le estaba prestando más atención a las latas de desodorante. Si hablamos de posibilidades, el 2% estaría a mi favor si Will corriera en un maratón (Yo animando y el desodorante protegiendo su mal sudor). Pero era demasiado estúpido pensar en ello; porque, primero, Will nunca correría en un maratón, y segundo, no quería descubrir la respuesta a ello.
Recorrimos todos los estantes hasta encontrar dos desodorantes y una bolsa de comida chatarra, pero según mi amigo faltaba lo más importante; dulces.
En ese momento escuché su risa. No, no hablo de la de Will; la risa de Melanie era mucho más melódica. Ella pasó con sus vaqueros rotos y su camisa tres dedos por encima del ombligo mientras batía su cabello por el aire, Alec tomó su brazo y la hizo girar sobre su eje, luego la besó.