Casada a los 16

Capítulo 05

Elizabeth

Estaba saliendo de mi ultima clase, cuando me llega un mensaje.

Desconocido; ¿Le gustó nuestra carta, Señorita Evans?

Todo me está cayendo arriba, y me gustaría hablarlo con alguien, pero igual que siempre, no quiero molestar a los demás con mis problemas. Si sigo aquí de está manera, temo tomar una decisión equivocada.

—Ari, ¿Segura estás bien? Te ves un poco palida. —esa pregunta me saca de ese mundo tormentoso.

—Si, Coraline, ya sabes lo que pasa. Solo quiero terminar con esto.

—¿Y cómo planeas hacerlo? Por lo menos, ¿Tienes planeado contarselo Michael?

Michael...

No había pensado en Michael ni una vez, pero creo que es mejor terminar este asunto desde ya. Si en algun momento decido irme de aquí, ellos van a buscar cualquier indicio para matarme. Solo quiero ser una adolescente normal.

—No lo sé —me paso ambas manos por la cara. No me siento muy bien. —, estoy pensando muchas cosas.

—Si, pero también está John, y Michael, ¿Que vas a hacer si Michael se entero sobre estó?

—Coraline, ahora no por favor. No me siento con ganas... —y era verdad, sentía que en cualquier momento caería, mis rodillas no dejaban de temblar.

—Tienes que decirselo, Elizabeth. Sabes que no merece esto...

—¡¿Acaso yo merezco estó?! Mi vida, mi futuro, mi famila... —siento que el aire no me llega a los pulmones. —Puedo perder todo, Coraline, todo. ¡Mi familia puede morir! —mi voz tiembla, y no quiero llorar.

—Elizabeth... —el arrepentimiento en su voz era claro, pero yo sentía que me ahogaba.

—Por favor... No me presiones...

—Lo siento, lo siento...

Todo comenzo molestarme, el murmullo de los estudiantes, la carbata en mi cuello, las medias en mis pies, todo era desagradable.

Un nuevo mensaje llego.

Provando que mi estomago se revoltiara.

Mamá:

Voy a ir a buscarte.

Llegó un nuevo sobre.

El segundo mensaje me provoco dolor de cabeza. ¿Qué quieren ahora?¡¿Qué más quieren?! Las lagrimas acumuladas en mis ojos comenzarón a salir.

—Elizabeth, ¿Qué pasa?

Otro mensaje llego...

Las damas del consejo quieren conocerte hoy.

No supe más de mí. Solo recuerdo el grito de Coraline pidiendo ayuda.

(...)

El sonido agudo de una maquina fue lo primero que note, lo segundo fue la voz de mis padres. Lentamente fui abriendo los ojos, y me encontré con una habitación de hospital, volteé la cabeza y vi a mi madre.

—¿Mamá? ¿Qué...qué hago aquí? —lo último que recuerdo fue... Aquel mensaje...

Mi madre levanto la cabeza y sus ojos estaban rojos y hinchados.

—¡Dios! No sabes lo angustiada que estaba. Coraline me llamó preocupada, diciendo que simplemente que te habías desmayado, la directora te trajo al hospital. —dijo acaricienado mis manos.

Unos minutos despues, el doctor entro a la habitación.

—Buenas tardes, señora y señorita Evans.

—Buenas, doctor, ¿Qué es lo que tiene mi hija?

—Solo fue un caso de estrés, convinado con una mala alimentación, podria decir que no comido nada el dia de hoy. —podía sentir el reproche en su voz.

—¿No has comido nada hoy? Pensé que habías desayunado.

—Eran demasiadas cosas para pensar, no tenía apetito. —en su mirada podía sentir el arrepentimiento.

—Eso es todo, espero no verte por estas cosas, señorita Evans.

 (...)

 

Ibamos camino a casa, el doctor dijo me alimentara bien, y descansara. Añoraba poder llegar a casa y poder estar en la tranquilidad de mi habitación. Sentí que el auto se paró, al igual que mis pensamientos. Al mirar alrededor, me dí cuenta que no estabamos en casa, sino en un restaurante. Mire a mamá con una gran interrogante, pero ella todavía se negaba a verme la cara.

—¿Qué hacemos aquí? Se supone que deberiamos estar en casa... —estaba nerviosa.

Que no sea lo que creo, que no sea lo que creo...

—A ellas...no les importa nada... —la amargura es notoria en su voz. —Les llamé, les conté lo que pasó, y solo dijeron que con más razón debiamos reunirnos hoy.

Esas viejas desgraciadas.

(...)

Cuatro pares de ojos me miraban fijamente, me hacían sentir incomoda, ni siquiera pude comer bien lo que mamá pidió para mí.

—Bueno, tu nombre es Aria, ¿verdad? —pregunta una de ellas, es rubia, no muy alta, y aunque no confiaba mucho.




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