Casada Con Mi Jefe. Saga: New York City N° 1

Capítulo 12

Tenía tiempo de no dormir tan bien, pero sentía calor, mucho calor. Me empecé a despertar y noté que estaba paralizada, mis piernas no respondían. Abrí los ojos asustada y fue ahí donde me di cuenta que era algo lo que me tenía pegada a la cama.

¡Por Dios! Era Alexander, me tenía abrazada a su cuerpo, su cabeza se encontraba apoyada en mi pecho y mis manos se encontraban en su espalda y…

 ¡OH DIOS, ESTABA SIN CAMISA!

Sentía como mi respiración comenzaba a acelerarse, baje mi mirada con cuidado y note que él seguía profundamente dormido. Su rostro se encontraba relajado y apoyado sobre la cima de mis senos. Se veía tan tranquilo…pero debía moverlo.

—Alexander—le susurré tratando de moverlo— Alexander despierta por favor.

Era inútil, no se despertaba, empecé a removerlo pero solo logré que me abrazara más fuerte y su cabeza terminara en el hueco entre mi hombro y mi cuello.

—Alexander muévete— solté un gruñido de frustración.

Este hombre duerme como una roca, empecé a acariciar su cabello esperando hacerlo reaccionar, estar con él de esta manera se siente… bien, me hace sentir protegida…

¡Pero esto está mal!

Nunca podremos estar en la misma página, él es demasiado estricto y ordenado mientras que yo soy un desastre con piernas.

—Alexander muévete— exigí empujándolo tratando de quitarlo.

—Hueles bien— susurro.

— ¿Estas despierto?— continúe tratando de quitarlo de encima.

—Deja de moverte Paige, quiero seguir durmiendo— me dice abrazándose a mi cuerpo.

—Aléjate  Alexander, me prometiste que dormirías en el sofá— afirme  molesta logrando apartarlo, él se apoyó en sus antebrazos y se alzó sobre mí.

—Alto, yo no te prometí nada; fuiste tú la que ha supuesto que dormiría ahí toda la noche—agarro mis manos ya que estás lo empujaban y las coloca a cada lado de mi cabeza quedando nuestros rostros muy cerca.

—Utiliza la lógica Alexander, cualquier hombre en nuestra situación hubiera permanecido en el sofá.

— ¿No crees que eso es generalizar mucho? La mayoría de los hombres que yo conozco no hubieran aguantado ni una hora, yo aguanté dos— exclamo orgulloso con una sonrisa en sus labios.

—Eres incorregible, suéltame ya— le digo enfadada.

—Como tú acabas de aceptar… soy incorregible, así que no acepto órdenes de mi empleada...

— ¡Tu prometida!— lo interrumpí— No olvides que soy tu prometida.

—Pero no por petición propia, créelo, tú no eres mi tipo.

— ¿Ah sí? Entonces cuáles son tu tipo ¿Descartables? ¿Con falta de juicio? ¿Con...

—Maduras, que sepan que no les puedo dar más que algunas noches de placer.

—Me das asco. —estalle debido a su poco tacto. Es un imbécil.

— ¿En serio te doy tanto asco? ¿Comprobamos si es cierto?— susurro acercándose a mí, manteniendo mis manos sujetas.

—Alejat....

Sus labios evitaron que termine la oración, traté de alejarme pero en el momento que sentí sus labios, sabía que había perdido.

Me besaba de forma ruda mientras sus manos no dejaban las mías y su cuerpo presionaba el mío. En un momento entre abrí mis labios tratando de respirar y él aprovechó para ingresar su lengua en mi boca.

Estaba a punto de morir, es probable que los besos de este hombre sean los mejores del mundo, hasta puedo entender por qué las mujeres a pesar de ser utilizadas vuelven a él.

¡Pero yo no quiero ser de esas mujeres!

El soltó mis manos y empezó a acariciar mi cuerpo, sin querer un gemido involuntario escapa  de mi boca a lo que Alexander no pudo esconder su sonrisa.

Sus besos cambian a mi cuello donde se demora un rato besándolo y chupándolo, mientras yo me retorcía debajo de él. ¿Por qué demonios el cuello era tan sensible?

¡Estúpidos puntos erógenos!

Fue subiendo mi camisa dejando mi abdomen al aire, tenía miedo, Mucho miedo. Nunca había hecho algo así.

Detuve su manos y le dije con la respiración agitada.

—Espera— él se detuvo y apoyó su cabeza en mi cuello para recuperar el aire— ya probaste tu punto.

Alexander levanta su cuerpo y apoya sus antebrazos otra vez al lado de mi cabeza, me mira de forma profunda como si tratara de entenderme, observa mi rostro, mis ojos, pero su mirada más insistente recaía sobre mis labios.

—Olvídalo Paige— y con eso se levanta de la cama y se encamina al baño.

Me quedo acostada tratando de analizar lo que está pasando pero no lo sé.

Tenemos buena química y nos sentimos atraídos el uno por el otro de forma física. Si quitamos eso no tenemos nada en común.

El llanto de mi hija me interrumpe en mi momento de razonamiento, así que me encamino hacia su cuarto.

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En el texto hay: matrimonio, romance, amor

Editado: 10.01.2020

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