A los días la familia Luna nos habíamos convertido en la comidilla de todo el país, en el club no se hablaba de otra cosa y Geovanni no había ocultado su enfado ante aquella situación, por supuesto, me había reclamado y culpado a mi de todo lo que sucedió en la fiesta.
- Perdona que te lo diga pero menudo elemento de hija que tienes. - Me dijo Estela en el club mientras en compañía de Candela y Ana, tomábamos té.
- Hermana. - Se alarmó Candela por el comentario de su hermana. En su regazo se encontraba la pequeña Micaela de dos años de edad, ella ajena a todo degustaba una galleta. Me hacía recordar cuando Elisabeth era así, cuando me miraba con la inocencia y la ternura con la que cualquier niño miraba a su madre. Nada me dolía mas que ver que por mi culpa había perdido aquella inocencia.
- Estela tiene toda la razón. - Intervino Ana, sorprendida por estar de acuerdo con Estela... Por desgracia yo también estaba de acuerdo.
- ¿Micaela, por qué no vas con la abuela?. - La mandó Candela y la pequeña fue corriendo hasta mi madre, quien en otra mesa disfrutaba del té y buena charla con la señora Simón y otras damas. Regina recibió gustosa a su nieta y enseguida pude verla presumir de lo bonita y cálida que era. Me había sorprendido que durante lo ocurrido en la fiesta y ante los ataques que mi hija me dedicó frente a Estela, ella se había quedado callada y es que ni siquiera mi madre sabía como manejarla cuando se ponía así.
- No sé como hemos llegado a esta situación. - Me lamenté sin importarme mostrarme como realmente estaba... Rota.
- Pues por lo que Regina me ha contado y lo que yo misma vi en la fiesta, el único culpable es Geovanni. - Respondió Estela tomando su taza de té. - No se que diantres le pasa a ese hombre y como permite que Elisabeth te trate así. - Luego bebió de su té.
- Antes no era así. - Le comentó Candela a su hermana y tenía razón.
- Elisabeth siempre fue muy mimada y consentida, ese es el motivo por el cual Geovanni y yo nos hemos distanciado. - Les conté yo evitando mencionar que la actitud de mi hija para conmigo solo se debía a una cosa, una maldita cosa... El contrato que nos unió a Geovanni y a mi.
- Y lo sigue siendo. - Saltó Estela dispuesta a no quedarse callada. - No es mas que una mocosa a la que habéis permitido creerse por encima del resto del mundo. Si yo fuera tú, ya le habría bajado esos humos.
- Hazlo. - Oímos entonces la voz de Toby. Quien se acercó y Estela lo miró con cara de a mí no me desafíes.
- Lo haría gustosa. - Contestó Estela y tomó después la firme decisión. - Es más, lo voy hacer y empezaré hoy mismo. - Toby sonrió como si aquello le pareciera la mejor opción, él como mi hermano que era y uno de los mejores amigos de Geovanni, nunca le había parecido bien como nosotros estábamos llevando aquella situación con Elisabeth.
- Hola, encantos, ahre. - Saludó entonces Axel Junior, el joven hijo de Ana y Axel con solo seis años había heredado de su padre su peculiar forma de ser además, de su parecido físico. Christopher se sentó a mi lado y le dediqué una cálida sonrisa mientras acaricié su cabello. Christopher era lo único que me reconfortaba después de tantos malos momentos. Con ellos se había acercado también Ángel Sala, el hijo de Estela y su esposo, el cual nos había explicado que no había podido venir debido al trabajo. Ángel tenía la misma edad que Axel. - ¡Galletas!. - Saltó Axel Junior sobre el plato con las galletas de la pequeña Micaela, tomando todas la que les cabían en sus pequeñas manos.
- Junior. - Lo regañó Ana y este sonrió. Ahora que los años habían pasado me daba cuenta de lo tonta que fui al pensar que Axel solo buscaría en Ana, su dinero. Los tres eran una bonita familia y me constaba que la locura que caracterizaba a padre e hijo hacían a Ana Gay muy feliz.
A mi regreso a la mansión Luna me acompañó Estela, quien estaba decidida a meter en cintura a Elisabeth. La verdad quizás debí oponerme... Pero, ya no sabía que podía hacer.
Estela decidió empezar quitándole tantos lujos y caprichos de su dormitorio, así como todo lo que ella creyó oportuno. Las cosas de valor sentimental serían bien guardadas y todo lo demás sería donado. A medida que las doncellas se fueron llevando todo, a mi me parecía mas una locura, conocía a Elisabeth y aquello la haría ponerse toda hecha una fiera.
- ¿Que está pasando aquí?. - Irrumpió Elisabeth en su habitación y yo me temí lo peor.
- Solo estamos sacando lo que no necesitas. - Le respondió Estela.
- ¿Y quien te da derecho hacer tal cosa?. - Elisabeth la encaró y ordenó a una de las doncellas que allí seguía que volvieran a traer todo. Ante aquella orden la doncella y la misma Estela me miraron.
- No. - Respondí seria. - Llevaros todo. - Ordené después a las doncellas y Elisabeth me miró, queriendo arremeter contra mí.
- Ya verás como puedes seguir viviendo sin tantos caprichos. - Le habló Estela que seguía sacando ropa del armario, casi todo vestidos exageradamente caros. Muchos que aun ni había utilizado, que solo se le había deseado y comprado sin mas. - ¿Tú sabes cuantas familias pueden vivir con solo uno de tus vestidos?.
- ¡No me importa!. - Gritó Elisabeth furiosa y al borde de las lágrimas, no por tristeza ni ningún sentimiento parecido, en ella solo había la rabia de ver que por primera vez alguien le estaba poniendo un harto.
- Todo esto lo venderemos y donaremos el dinero a tu nombre, puede que así logres limpiar la imagen de niña mimada que tienes. - Siguió diciendo Estela. Me sorprendía como estaba manejando la situación y la calma que estaba empleando en ella, pero mas me sorprendía que todo lo estaba haciendo por mi. Ella y yo nunca nos habíamos llevado bien y ahora veía en ella mi única salvación. Era la única persona que me había visto tocar fondo y había decidido cambiar las cosas, cuando ni yo misma me veía capaz de ello. Elisabeth se volvió hacia mi y cuando creí que iba a lanzar alguno de sus comentarios hirientes... No lo hizo, solo se marchó enfurecida.