Aitor
No entendí las palabras de la monja que me ha tirado la puerta en la cara sin darme la oportunidad de darle los nombres de las chicas. Serguéi ha intentado comunicarse con su tío para ayudarme siendo inútil.
Estoy desesperado, algo me dice que no están bien, que algo les ha pasado.
Trato de buscar sobre mi Minions en redes sociales para dar con un familiar, solo encuentro una nota de periódico de hace poco donde se ve a Maciel abrazada de la cintura de un chico sonriendo como dos eternos enamorados.
Tiro mi móvil frustrado y a la vez celoso.
No puedo creer que la Minions me ha ocultado que ha estado con otros chicos mientras estaba conmigo. Se veía tan elegante y sonriente que me parece mentira que pueda salir con ella.
¿Acaso nuestro amor es una mentira?
El sonido de la puerta me hace remover de mi cama para abrirla encontrándome a mi padre con una sonrisa en sus labios mostrando dos boletos para un juego de béisbol en primera clase. Quiero decirle en estos momentos que paso, pero no puedo negarle nada a él.
Tal vez salir un poco me ayude a despejar la mente y pensar cómo lograr saber de mi chica, si aún me considera como su novio.
— ¿Pasa algo, hijo? Últimamente, te he visto extraño… preocupado. — Dice saliendo de la cochera subiendo al auto — ¿quién es la rompe corazones?
— Una Minions — Susurro — tengo dos semanas que no sé nada de mi chica, no contesta mis mensajes o llamadas, y estoy algo preocupado por ella.
— Lo veo serio, hijo — Suelta con un tono burlón típico de él — Un caso muy serio para tu padre, ¿Quieres que te aconseje el profesional o tu viejo?
— Los dos.
— Como terapeuta debo decirte que tal vez la chica ha perdido el interés por ti, tal vez tenga otra persona en su vida y no tuvo el valor al decirlo, y como padre, si la amas, lucha por ella. Si te manda a la mierda, tienes la certeza que luchaste por ella, y si no, has ganado la chica que amas.
— Juro que no te quiero como mi terapeuta. — Soltamos los dos una carcajada — Está en un convento, no tengo idea si fue o no castigada. La extraño.
— ¿Asaltando conventos, Aitor Bass? — Gruñe haciéndose el enojado — Ese es mi chico. La tendrás difícil con San Pedro, hijo.
Le hablo sin rodeos a mi padre sobre todo lo que he vivido con mi chica sin omitir nada, con él no tengo secretos.
Ha quedado ayudarme después del juego a pensar en una manera de poder lograr saber sobre mi chica. Con sus contactos tratará de averiguar sobre su familia y obtener información.
Camino de un lado a otro en mi habitación esperando a mi padre con algo de información, mi madre se burla diciendo que le haré un hueco al piso de mi habitación de tanto caminar en círculos.
Cuando escucho su auto, llegar a casa, bajo corriendo las escaleras para encararlo, los nervios me carcomen vivo. Al ver su rostro caigo derrotado en las escaleras.
Mi madre se abraza a mi cuerpo dándome fuerzas, mi padre me toma de mi brazo sacándome de la casa pidiendo la dirección del convento, pongo una sonrisa en mis labios.
Mi madre también se nos une sin entender dónde nos dirigimos. Por el camino le doy un breve spoiler de lo que ha sido mi relación con mi Minions. Se burla cuando escucha como la llamo dándome un golpe suave por ser tan osado con mi novia.
Como la vez que vine tocamos varias veces hasta que al fin se dignaron abrirnos, ese rostro lo recuerdo muy bien, recuerdo la broma y suelto una risita que mi madre borra para que mire con respeto a la monja que nos hace pasar a la oficina de la madre superior.
En ese momento ella no se encuentra, atendiéndonos esa mujer.
Mi madre toma la iniciativa preguntando por mi amiga Romí y mi chica. Esa mujer solo destila veneno de una forma increíble, admiro su decencia para decir las cosas, pero por sus ojos noto el odio que les tiene a ambas.
— Está mintiendo — Grito frustrado al escuchar lo que ha dicho. — Es mentira. Usted miente, ellas no se han ido, y menos sin decir nada, al menos no, Romí. Ella es mi amiga y no me dejaría sin decir adiós.
— ¿Cree que puedo mentir ante el señor, jovencito? — Responde casi formando una sonrisa en sus labios — Hace unos días se escaparon, sus familias han sido informadas del percance. Si no es más en lo que les pueda ayudar, les pido que se retiren, tenemos mucho que hacer. — Dice — Que tengan un buen día.
— Miente — Reprocho como un niño — Quiero ver todo el lugar.
— Aitor Bass Torres — Dicen mis padres en un coro perfecto.
— Tranquilos — Responde — Puede ver el sitio, no las encontrará. Se han marchado, jovencito. — Afirma — Ellas dos eran unas ovejas descarriadas, mejor que se fueron, así no dañan el resto del rebaño.
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Editado: 19.01.2021