La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece.
—Philip K. Dick
—Para el registro 17 de noviembre del 2012 hoy di de alta a la paciente Emilia Sanz, fue una despedía extraña, se cómo funciona la mente o creo saberlo, pero también sé que no se nada. No basta con ponerle nombres a las estructuras o a las enfermedades para decir que las entendemos, en el siglo pasado alguien ponía nombres en un mapa o territorio y eso lo aliviaba, pero eso no significaba nada, es solo un nombre, ¿Quién es Emilia Sanz? ¿Qué pasa en su mente? Por qué el relato que diseño para escapar del dolor me hace tanto sentido, ¿es el futuro un lugar seguro? Cuando nos despedimos sentí con mayor fuerza que nos conocíamos, que en su mirada había algo, algo antiguo, una especie de lazo que solo sentía con mi mujer cuando hablábamos en la oscuridad o nos quedamos en silencio. —Suspiro cansado mientras miro el folder en mis manos debatiendo que hacer.
—No, debo borrar estos registros, esto no se trata de mí, se trata de la paciente 63, Emilia Sanz, ficha que acabo de cerrar y dormirá en un estante en los archivos del hospital llenándose polvo.
Cierro con más fuerza de la que quería el cajón mientras que el ruido sordo me hace preguntarme si realmente estaré enterrando a la paciente 63 en el fondo del archivero o solo me miento a mí mismo.
Llegamos hasta la puerta al final del pasillo de los departamentos donde Gaspar me había llevado, todo estaba en silencio, todo el trayecto hasta aquí mire a mi alrededor intentando concentrarme en ver algo que pudiera hacerme recordar, pero nada funcionaba.
—Pasa —Gaspar se hace a un lado manteniendo la puerta abierta mientras entro al departamento, me detengo mirando el lugar donde se supone que vivía y no me resulta nada familiar, la mesa estaba repleta de libros y una laptop, la cocina estaba sucia y llena de platos sucios, la sala estaba desordenada y había papeles por todos lados y más computadoras con varias impresoras al fondo de la habitación.
Escucho como Gaspar cierra la puerta y pasa a mi lado nervioso.
—¿Quieres un café? —Lo ignoro intentando buscar algo que me dijera que yo viví aquí.
—¿Dónde están mis cosas? —Gaspar mueve algunos libros de la mesa para dejar las bolsas que traía y me mira sin entender.
—¿Tus cosas?
—Mis cosas... este lugar no parece, no es un hogar... —comienzo a caminar alrededor del departamento. —Hacer cuanto que... —Escucho ruidos y el agua corriendo, me giro a la cocina para ver a Gaspar moviendo y lavando los platos. —No, no quiero que limpies, quiero que me muestres mis cosas... las cosas de mi hijo.
Gaspar sigue ignorándome mientras abre las gavetas buscando algo, con cada minuto el miedo me comienza a invadir, me estaba ocultando algo.
—No tengo café, lo siento.
Doy otra mirada a mi alrededor antes de acercarme más a él para pedirle un vaso con agua luego de que veo la hora en el reloj de su pared, agarro la bolsa que había dejado antes en la mesa mientras busco mi medicamento, Gaspar me miraba con cautela mientras que yo abría la caja con los medicamentos, necesitaba relajarme para comenzar a aceptar la realidad que había olvidado.
—¿Qué haces? —Gaspar me toma de los hombros haciéndome girar para quedar frente a él.
—Tomo mi medicamento, son las once —Pongo dos pastillas en mi mano y cuando estoy a punto de meterlas en mi boca Gaspar me detiene.
—No, no tomes nada —golpea mis manos lo que hace que todas las pastillas se derramen sobre el suelo de la cocina.
—¡Gaspar que...! —Lo miro confundida por su actitud.
—¿Tienes más? —Me intenta arrebatar la bolsa. —Dámelas todas.
—No, no —Me aferro a ella sin querer soltarla. —Es solo mi medicación, me ayudan en mi recuperación. —Gaspar termina por quitarme la bolsa y acercándose al lavaplatos arroba todos los botes de pastillas. —¡Hey! ¿Qué estás haciendo?
—Escúchame bien. — Gaspar vuelve a mirarme mientras se acerca a mí con las manos levantadas como si quiera mostrar que no me haría daño, me alejo un poco más de el hasta que mis muslos golpean con la mesa.
—Estoy muy confundida, necesito esas pastillas. —Sentía las lágrimas quemar mis ojos, pero me negaba a llorar.
—No, necesitas escucharme, ¿estás aquí conmigo? —Me miraba atento como si en cualquier momento tuviera un ataque psicótico
—Sí, solo que estoy confundida, ¿es natural no? es parte de la recuperación, pero este lugar—Me sentía nerviosa y ansiosa, mis manos comenzaban a temblar y mi respiración se aceleraba mientras trataba de entender todo lo que estaba sucediendo.