Castle.

V

Al fin viernes aunque debo admitir que no fue una mala semana o un mes tan malo, me hice más cercana a los mellizos los cuales me parecen tan interesante, Ryan y yo no tuvimos más acercamientos raros aunque eso no evito que me siguiera sonrojando o mal pensando por sus comentarios, he ido a su casa casi todas las tardes después de clase, en el instituto no andamos necesaria mente juntos pero si hablamos, ellos mantienen esa frialdad que para mí ya es como parte de ellos. Ambos mellizos son muy reservados y de poco hablar.

—Emma déjame. —exijo de forma suave a la chica que agita mi cabello despeinándome.

—Pero mira que niña más linda. —agarro la gomita desatándolo, intento recuperarla sin mucho éxito, esta descerebrada me esta despeinado porque dice que así se ve mejor.

—Deja. —le digo mientras trato de acomodarlo.

—Tú déjalo, está muy lindo así. —sigue manipulándolo.

Veo a los mellizos por sobre el hombro de Emma, llama mi atención que no están solos, hay una rubia junto a ellos, alguien aclara su garganta detrás de mí por lo que me giro en su dirección, frente a mi esta Sebastián Adam, esta vestido exactamente igual a Ryan, jeans negros con dos cortas líneas blanca horizontales, una camiseta blanca debajo de una chaqueta negra, su cabello negro esta desordenado y se ve sumamente lindo.

—Hola. —su voz es bastante gélida. —Me preguntaba si ¿Quiere...

—Sebastián. —Interrumpe Ryan. — ¿Qué haces? —Sebastián sonríe con una seguridad y satisfacción inigualable como si acabara de lograr lo que quería.

—Estaba a punto de preguntarle a Stella si quiere ir por un chocolate caliente conmigo después de clase. —Ryan se pone rojo, abre su boca para decir algo pero no puede ya que su hermana habla.

—Sebastián por su lado, Ryan por otro y yo me voy a jugar póker con lucifer ¿Entienden? —Sebastián le arroja unas llaves a Ryan las cual atrapa en el aire, ambos se marchan en caminos diferentes sin decir nada. —Ignóralos, no sé qué les pasa. —me dice antes de marcharse en otra dirección. Emma y yo nos miramos extrañadas pero no quise comentar nada.

Lo que paso en la cafetería fue muy extraño trate de no pensar en ello y concentrarme en clase hasta que Sebastián entro en nuestro salón, todos se le quedaron viendo ya que no debería estar aquí. Se acerca a los mellizos, nadie lo detiene, ni dicen nada solo lo miran, le dice algo a sus primos, ellos se ponen de pie van hasta el profesor e igual le dicen algo, antes de marcharse de ahí.

Al llegar a casa voy a la cocina como siempre para comer algo, mi madre no está supongo que debe estar descansando un poco, termino de comer y subo hasta mi habitación para dejar mis cosas e ir a la habitación de mi madre. Al entrar la veo acostada, mi madre tiene el cabello corto ya que según ella así se ve más joven es de un castaño claro, muy claro de hecho, sus ojos son verdes, su piel es blanca es una mujer de alta estatura; esta acostada en su cama con una pijama larga mientras mira la televisión.

—Buenas tardes anciana, vine a ver que el proceso de envejecimiento haya empezado y que tus canas no sean verdes por causa de tu hija ya que siempre le gritas que te sacara canas verdes. —ella empieza a reírse de lo que dije mientras que yo solo me acerco.

—Ya quisieras nena, ya quisieras. —me siento a su lado mientras me saco los zapatos para poder acostarme. — ¿Cómo te fue hoy en el instituto?

—Lo normal, Emma molestándome todo el día, clases aburridas a las que debo prestarle atención, profesores insoportables los cuales estoy loca por salir de la secundaria para no verlos más y literalmente los locos Adam en acción. —ella ríe a carcajadas, su risa no es exagerada pero si divertida.

—Stella explícame lo de los locos Adam, te estás pasando.

—Mamá yo hablo literalmente, los Adam están locos, sé que lo dije como chiste pero es cierto.

—Señora Olivia le traje un trozo de pastel, su favorito, igual a la señorita Stella. —habla Margaret entrando a la habitación.

—Gracias. —dice mi madre emocionada.

Margaret pone la bandeja en el pie de la cama frente a nosotras y yo me adelanto a coger el mío y le paso el de mi madre. Le doy el primer bocado, lo saboreo lo más que puedo, admito que exagero mis expresiones faciales pero realmente amo el chocolate, escucho una arcada y luego veo a mi madre correr en dirección al baño.

—Olivia dime que usaste gorrito y no es lo que pienso. —me acerco, ella vacía su estómago y yo diría que hasta el alma expulso por la boca.

—Stella, creo que tendremos que habla sobre cómo llegan los bebes, otra vez.

Yo realmente me alegre por él bebe que viene en camino ya era hora de tener un hermanito o hermanita, literalmente llore junto a mi madre de la felicidad, resulta que hace unos días empezaron sus malestares, quise matarla por no contarme antes pero me dijo que hoy fue que se hizo la prueba porque se desmayó en la clínica lo cual es muy irónico.

Mi mamá me contó que cuando ella recién se enteraba de su primer embarazo lo primero que hizo fue llorar estaba abrumada, asustada. Mi mamá sabía que estarlo a esa edad era muy arriesgado, los problemas que tendría y no sabía qué hacer con un bebe. Ella me dijo que pensó que no sabía cuidar de ella misma como para cuidar de alguien más, pero que quería al bebe ya que ella fue lo suficiente mente grande para tener relaciones sin protección tenía que aceptar las causas y consecuencias; si así de madura era mi madre a los 17.

También dijo que los doctores le dijeron que su útero (matriz) no estaba bien formada por lo que tendría amenaza de aborto y había una alta posibilidad de que yo no naciera bien formada física e internamente, le dijeron que tenía que guardar reposo absoluto, comer el doble y si era posible el triple ya que yo lo necesitaba al igual que ella, también le dijeron que se preparara para lo peor, durante todo el embarazo tuvo anemia la cual fue tratada con vitamina aunque algunas veces necesito ingresarse al hospital. En casa de mi madre se podría decir que hubo problemas en el paraíso...




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