Alan
Me despierto realmente confundido. Todo da vueltas a mí alrededor. ¿Dónde estoy? No lo sé. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Menos. Mi cabeza está blanca como el papel y el hecho de que haga tanto calor no ayuda en lo absoluto.
Me encuentro tendido en el suelo, es de tierra, quizás recubierto con hojas. Sonidos de pájaros llegan a mis oídos, así como el rumor del mar. Este se nota muy leve, puesto que viene de lejos, a la distancia. Abro los ojos, el techo está construido con troncos de madera y por entre los huecos se cuelan rayos de sol.
Intento incorporarme, pero un dolor agudo me hace volver al suelo, llevo mi mano a la nunca y al rosarla con los dedos, mi sufrimiento se intensifica.
Suelto un leve gemido. En seguida unos pasos se escuchan afuera, son rápidos y livianos. Alguien entra en la choza en la que creo hallarme. No puedo ver quién, porque con sólo mover la cabeza, comienzo a marearme.
—Ya era hora de que despertaras—dice una voz. Se trata de una mujer, estoy seguro. Me recuerda al canto de un ave, pero frío. Transmite indiferencia.
—¿Quién eres? —pregunto lo más fuerte que mi estado me permite. —¿Dónde estoy?
—Éstas en medio de Catlas, una isla olvidada y de la que, créeme, no hay escapatoria.
Sus palabras no me suenan a bienvenida, pero… ¿Cómo puedo estar seguro? Tal vez llevo en este lugar incluso más tiempo que ella.
—¿Quién eres? – formulo la incógnita otra vez.
—No se te escapa nada, ¿Verdad?— responde indiferente. Esbozo una sonrisa.
—Aún no contestas.
La chica bufa. No puedo verla y eso me incomoda. El calor se hace más notorio a cada minuto, las gotas de sudor resbalan de mi frente y siguen un recorrido invisible hasta el piso. Mi ropa se halla tan mojada que se me pega a la piel...
—Necesito agua.
—También yo. – está dicho, ella no piensa ayudarme.
Decido que es hora de actuar por mi mismo. Llamémosle un… “impulso de sobrevivencia”. Sí, esa frase pega perfecto con lo que me propongo. Haciendo un esfuerzo descomunal, logro posarme sobre mis codos y mantener la cabeza en alto. Luego me giro y me sostengo con las rodillas. Compruebo que el dolor, si bien sigue ahí, no ha aumentado. Soy consciente de su silencio, pero no me importa. Es su problema si quiere morirse de sed. Sin embargo, apenas doy el primer paso, su voz me detiene.
—¿A dónde vas?
Con un rápido movimiento me doy la vuelta, ya que en el proceso he quedado de espaldas. Su rostro me suena tremendamente familiar. Pero con la cabeza vacía como la tengo, no puedo ubicarla en ningún lado. Ni siquiera logro ubicarme a mí en algún sitio dentro de ella.
Su cabello oscuro le llega prácticamente hasta la cintura. Es de contextura delgada y tiene la piel apenas bronceada por el sol, cosa que me suena extraña… juraría que hacen cuarenta grados, mínimo.
La nariz es respingada, los labios suaves y de un rosa profundo. Pero lo mejor de todo son sus ojos, no puedo definir un color exacto para ellos, son la mezcla más perfecta entre el verde, el azul, el gris y minúsculas motas de marrón, dándoles un tono pardo. Están enmarcados por dos gruesos pares de pestañas, negras como el alquitrán…
—¿Y bien? ¿A dónde quieres ir?
Sus palabras me regresan al presente.
—Me voy a buscar un río o arroyo para beber, o tal vez vaya a la playa a refrescarme. Muero de calor y no pareces dispuesta a colaborar.
—¿Qué no parezco dispuesta? ¿Sabes quién te mantuvo con vida hasta que resolviste despertar?
Arrugo el entrecejo. La verdad es que no tengo la más remota idea, pero no pienso dejarme vencer.
—Seguro que tú, y mira cómo terminé.
—Créeme que te encuentras mucho mejor, tenías un estado deplorable la primera vez que te vi.—me muerdo la lengua, eso no puedo contradecirlo, ella sigue— Ustedes son todos iguales, no sé por qué me molesto en intentar ayudar.
—Perfecto.— La situación ya está cansándome, consecuentemente, trato de serenarme al máximo para continuar— Por alguna razón que desconozco, no te agrado. Tú tampoco eres muy tratable, así que te propongo lo siguiente: una tregua. Paz.— al pronunciar esta palabra, hago el signo con los dedos, la chica oculta muy bien una sonrisa— dime dónde puedo conseguir agua y yo iré por ella.
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Editado: 03.05.2018