Catlas, la isla invisible

Capítulo 4

Gea

 

Perfecto, ¡lo que me faltaba!, ese tonto cree que puede negociar conmigo, bueno, entonces que espere, porque no me arriesgaré a decirle la verdad, no ahora.  Mi madre cometió el error de confiar en Daniel... y nos traicionó; sólo bastó con que le contara nuestro secreto para que mi vida cambiara. Debí suponer que si le cuentas a alguien, quien sea, que eres la Madre Naturaleza no se lo tomará bien... pero nunca creí que traería a esos científicos aquí. Esta isla estaba perfectamente despoblada antes de su llegada.

Claro que Alan no tiene la culpa de que me hayan traicionado, pero sí es responsable de lo que me hicieron dentro de ese laboratorio, después de todo, no es que me encante no poder llevar una vida normal. Aunque... ni sé cómo se lleva a cabo una vida normal.

Quizá soy afortunada, por lo que sé de los humanos, su vida no es fácil, deben lidiar con muchas cosas… además,  si todos son iguales de controladores y egoístas que las personas del laboratorio, me alegra no ser una de ellos.  

Escucho un ruido que me trae de vuelta al presente. Llevamos caminando cerca de dos horas  y por completo olvidé lo que en realidad planeaba hacer, tan perdida como estoy en mis pensamientos. Antes de que él llegara, me he pasado los días en solitario. No es que esté muy acostumbrada a la compañía.

—¿Podemos irnos ya?—pregunta cansino— no siento mis piernas.

—No te quejes, te prometo que no falta nada.

Continuamos la marcha entre la maleza que se espesa  con cada paso. Empiezo a notar pequeñas gotas de sudor resbalar de mi cabello y escurrirse entre mi ropa. Los pies también me duelen. Unos pocos metros más… y entonces lo diviso.

Entre las hojas de los múltiples helechos que abundaban en esa parte de la isla, puede contemplarse un reflejo. Acelero el paso y Alan se pega a mis talones. Aparto unas últimas ramas y a nuestros ojos se desenvuelve un magnífico manantial. El agua es cristalina, tanto que se logra atisbar brillo sobre la superficie con los últimos rayos del atardecer. Es profundo y cálido, lo sé porque no es la primera vez que estoy por aquí. Está enmarcado por una pared de piedra en cuyo centro se desliza una pequeña cascada.   A los lados de la pared lisa y erosionada, hay muchísimas clases de árboles y plantas de vivos colores. Si eres un buen trepador, podrías subir por ellas y contemplar el río que hay del otro lado.

Alan suelta una exclamación, maravillado. A continuación se quita la camiseta y se zambulle en el agua con un grito de alegría.

Me siento en la orilla y me divierto un poco viendo cómo el muchacho disfruta de ese hermoso manantial, podría quedarme así toda la noche…

 << ¡Gea!, ¿En qué estás pensando? >>

— ¡Gea!, ven aquí, el agua esta deliciosa —grita Alan al tiempo que agita la mano en mi dirección.

Lo pienso un momento.

<< Vamos... debes relajarte un poco... deja de ser tan desconfiada, disfruta>>

Con vestido y todo me zambullo en el agua. El chico tenía razón, está deliciosa.

Saco mi cabeza al exterior para respirar, cierro los ojos y me relajo por completo, estoy flotando. Siento que algo toca mi pierna y puedo distinguir por el tacto que es Alan. Luego de unos segundos, sale a la superficie. Me volteo y noto su decepción al ver que no me ha espantado.

—Necesitarás demasiada practica para poder asustarme...— le digo con aire de superioridad.

— De todas formas sigo siendo más fuerte que tu...

— ¿A qué te refieres...— apenas puedo terminar de formular la pregunta cuando vuelve a sumergirse. Tira de mi tobillo hacia abajo y me hunde. Saco rápidamente mi cabeza del agua, no sin antes haber ideado una venganza. Tomo envión y  apoyo mis manos en su cabeza y hago fuerza hacia abajo de forma que ambos nos hundimos. Muchas burbujas suben a nuestro alrededor, noto que él ríe y yo no puedo evitar  hacerlo.

 Después, aprovecho a nadar y experimentar el maravilloso tacto del agua... no cualquiera lo sentiría, generalmente es como si  fuera un especie de aire pesado que te traspasa, pero la verdad es que te acaricia y purifica tus poros, además de relajarte y hundirte en lo que podría ser un profundo sueño. Ese es un secreto sobre el agua que nadie sabe.

Nadamos un rato en silencio, un silencio para nada incómodo. Cuando salgo del agua me escurro el vestido y el cabello, el cual también peino con los dedos. Alan se une a mí un rato después, se viste y ambos partimos hacia el refugio antes de que se haga tarde, no sin prometerle que volveremos otro día.



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En el texto hay: naturaleza, cientificos, amor y amistad

Editado: 03.05.2018

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