—¿Intentaste escapar? —preguntó el demonio apenas vio despertar a la chica. Su tono era muy distinto al que ella pensaba escuchar, cuando formulara esa pregunta. Esperaba enojo de su parte, no duda, pero claro… no tendría mucho sentido escapar si todo ese tiempo se sacrificó para mantener al ángel a salvo.
Ella permanecía acostada, dándole la espalda. Su cabello seguía ligeramente húmedo después de un baño, en donde no pudo evitar tallarse a profundidad, dejando su piel más adolorida de lo que ya estaba. Una lagrima resbaló por su mejilla, cayendo silenciosamente a la almohada. El dolor seguía ahí, recordándole su tortura y las manos marcadas en sus brazos y cuello, no le permitían olvidar lo sucedido. Su rostro seguía hinchado y la herida en su pómulo derecho le impedía abrir su ojo por completo. No quería volver a verse en ningún espejo nunca más.
Jamás pensaría en escapar dejando a su ángel en ese lugar, por más que eso la consumiera. No podía ser tan egoísta y que Gabriel lo creyera le sorprendía.
—Lo siento —susurró con la voz rota. ¿Qué más podría hacer? Desmentir a Cedric no le traería nada bueno. Prefería ser castigada por un falso intento de escape, que arriesgarse a que Cedric cumpliera sus amenazas si lo delataba.
Gabriel no tenía idea de lo que Cedric hizo, pero conocía a su amigo y entendía que Elizabeth necesitara tiempo para recomponerse a lo que sea que le haya hecho. El resto del día la dejo dormir tranquila, concentrándose en sus propios problemas. Por fin su mansión estaba lista para ser habitada, tras semanas de espera. Afortunadamente sus hermanos no estaban tan pendientes de su humana, como para notar los pequeños cambios, como su pequeño vientre abultado y ese brillo en su mirada. No sabía con certeza que era, pero se notaba distinta a esa chiquilla que llegó en octubre.
Por horas se sentó a mirarla, sin volver a cuestionarla, hundido en sus pensamientos. Un leve sonido se presentó en la habitación. Extrañado, el demonio se levantó de su lugar, sentándose al lado de Elizabeth, que permanecía dormida. Gabriel concentró toda su atención al vientre de la chica, mirando su piel bajo la tela transparente de su vestido. Ahí estaba de nuevo el sonido, dándose paso al mundo, notándose apenas los primeros latidos del feto.
Ella no pudo escucharlo, era un sonido tan bajo que ningún humano podría oírlo por sí mismo.
El demonio no podía dejar de ver el estómago de su humana. Una sensación de sorpresa y jubilo, lo invadió al escucharlo por segunda vez. Al fin estaba pasando, tras años de espera les demostraría a todos de lo era capaz. Les mostraría a sus hermanos y su padre que lo habían subestimado al verlo como el ser más inferior en la familia. Su familia... debían irse de esa casa lo más pronto posible. Ahora cualquier demonio podría escuchar esos latidos. Era hora de mudarse.
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—¡No puedo! —Gritó, alejándose de los besos de Gabriel y cerró los ojos con fuerza intentando no llorar. Últimamente era lo que más hacia y lo detestaba. Si seguía así, el demonio no tardaría en descubrirla, pero es que no sabía cómo dejaría que un hombre volviera a tocarla. Simplemente no podía. Entraba en pánico cada que él la besaba, perdiendo el control cuando intentaba algo más.
—Han pasado dos días —reclamó por lo bajo. Su tono era una mezcla de desesperación y rabia. La atrajo nuevamente a sus brazos, ignorando la agitación de la chica.
“No es lo suficiente” —pensó ella, intentando empujarlo.
—Lo siento —contestó sin dejar de luchar. Gabriel por fin la soltó, aceptando su derrota, por ahora. Elizabeth limpió sus ojos, sin permitir que la viera derramas una sola lagrima.
—No quiero que te disculpes. Quiero que me digas por qué estas así —intentó razonar, algo que la asustó aún más.
“Oh no”
—Dime que te hizo —su tono se volvió severo y amenazante.
Ella sabía que ese día llegaría. No podía seguirle dando evasivas sin que él demonio le pidiera explicaciones. Solo era cuestión de tiempo para que su paciencia se agotara, aunque tenia la esperanza de que le durara mas tiempo. Repasó en su mente una y otra vez mil excusas, sin llegar a pensar que creyera alguna o que fuera siquiera capaz de pronunciarlas. Se creía tan estúpida como para quebrarse antes de poder mentirle a la cara.
Gabriel notó su mirada asustadiza, sabiendo que se debatía entre hablar o quedarse callada y el no saber por qué, le molestaba de sobremanera. Era la segunda vez que lo rechazaba desde la fiesta de Cedric y no era un demonio nada paciente ¿Qué podía ser tan terrible como para mantenerla en ese constante estado de alerta y temor? Si su amigo hubiera intentado algo con ella, él lo sabría. La marca en su cuello le habría alertado, así que descartaba por completo esa posibilidad.
—No quiero pensar en eso. No me hagas recordarlo, por favor —rogó aun con los ojos cristalizados, intentando a duras penas retener las lágrimas, que cada vez nublaban más su vista.
Gabriel pasó la mano por su cabello, obligándose a sí mismo a controlarse. Se levantó de la cama dándole espació, mientras caminaba de un lado a otro, exasperado por la situación.
Elizabeth agradeció el gesto, dejándose caer sobre el colchón, soltando el aire que retenía. La intimidad con Gabriel nunca fue tan dolorosa como con Cedric. Él no la lastimaría de esa forma, pero eso no significaba que podría aguantarlo en ese momento. Siempre cedía, dejando que la poseyera, sin embargo, esta vez no se creía capaz de hacerlo. No después de lo ocurrido.
El demonio la miró nuevamente, intentando descubrir lo que le ocultaba, pero eso no significaba que pudiera leerle el pensamiento y si ella no estaba dispuesta a contarle, tendría que confrontar a su amigo para conocer la verdad. Ella no lo miraba, parecía perdida en sí misma, abrazando su pequeño cuerpo, en un intento de cubrirse, con la mirada fija en el techo. Prefirió no decirle más, pensando que con ella no conseguiría nada ese día. Caminó hasta la salida en silencio, cerrando la puerta tras él, sin dejar de pensar en su comportamiento. Entre ellos habían pasado muchas cosas, pero ese sentimiento de profundo temor en su mirada era nuevo y estaba dispuesto a averiguar a que se debía.
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Editado: 19.04.2022