En silencio sin comentar lo sucedido a nadie, atendían a Mark tanto Kurt cómo el bárbaro habían llegado muy tardé de la noche, y era seguro para su hija cómo para los demás que regresaría al día siguiente, tendrían un día ajetreado buscarían al bárbaro y luego cazarian al lobo.
Convirtiéndose ésa noche para el hombre la más difícil de afrontar no sólo por tener qué colocar paños fríos sobre él, pará bajar un poco la fiebre, también era por la fuerte impresión de cómo Mark podía tener tal fuerza, cada qué lo recordaba se preguntaba.
—¿Cómo fué que lo ocultó todo esté tiempo? ¿Ni siquiera pensó en confiar en mí?
Kurt estaba afligido y a la vez sentía temor por el muchacho no dejando de caminar de un lado a otro por el pasillo que conducía a su alcoba, mientras observába una y otra vez cómo seguía, al final se daba por vencido de qué él sólo estaría bien, abriendo sus ojos Mark al día siguiente con las memoria presentes de qué ellos lo sabían, no era lo qué más le preocupaba había situaciones más oscuras por las qué inquietarse la bestia de Donkenna dominaba su mente.
Mark ya pensaba en la probabilidad de una bruja o un nigromante en esas montañas, pero primero debía estabilizarse qué buscar al desconocido, su cuerpo estaba aún adolorido y con un fuerte calor todo el tiempo buscaba la frescura del agua al beber un poco, mientras su voz expresaba la más fuérte preocupación.
— Madre hoy no pude guardar más este secreto, y me atormenta no saber cómo lo tomarán los que conozcan esto de mi.
Leld tenía sus ojos sobre él, y su mano acariciaba su cabellera clara un poco ondulada.
— Ángeles fueron arrojados del cielo en el pasado por dormir con las hijas de los hombres, eres bello y perfecto, no eres el varón que se fija cómo será tú físico o el grosor de tus músculos eres increíble.
Mark ésta mañana revivía recuerdos con su madre recordaba cómo un día cómo ése lograba abrir su madre la puerta, y le tomaba en sus brazos, apretando su mano con fuerza sentía ella que sus huesos se habían triturado, expresando con gritos el dolor.
— Mark me lastimas.
— No fue mi intención, disculpame madre.
Decía el chiquillo con el rostro asustado.
— Todo lo puedes confiar a tu madre, ¿Dime qué te llevó a tener tal fuerza? — nervioso y atemorizado, no sabía si hablar o callar cómo siempre lo hacía. — Hijo mío habla, yo seré tu consejera y no te dejaré por nada sin importar lo que te suceda.
—No es mi fuerza producto de mis pesadillas, mis sueños solo me hacen sentir irá pero mi fuerza siempre está ahí. — contaba el niño a su madre, al ganar su confianza sonriendo ella mientras le abrazaba.
— Una vez al pasar ya tantos años le dije a Dios, que me hacía esperar mucho y que esa paciencia merecía una recompensa; no imaginas lo que pedí.
—¿Dime qué fue lo que pediste?
—Pedí un hijo más fuerte que el león y que todos los que le conocieran se asombrarán de su fuerza, pero que ésa fuerza no fuera producto de sus desmesurados músculos qué ella fuera por él valor de su espíritu.
Mark pensaba en esto abstraído del mundo, trayéndolo de vuelta Kurt de sus lejanos recuerdos.
— Mi señor llevaré la gran lana al mercado, hoy los hombres de otra tierras vendrán será una buena venta.
Kurt le habló cómo si nada pasara.
—Pregunta.
—¿Que mi señor?
—No tienes por qué negarlo qué sientes curiosidad. — Mark se refirió con seriedad en su rostro.
— Yo respeto tus secretos y no haré preguntas.
—Temo llegar a lastimar a todos los que amó, no quiero que mis manos destruyan lo bueno. — Mark confesó de cómo él mismo sentía miedo por él.
—Tu padre y Madre supieron bien cómo esconderlo, temo no por lo que puedas hacer con ellas; no solo la bestia de aspecto aterrador da vueltas en mi cabeza también mi amo. — Kurt habló con franqueza, no fingiendo su desazón por el.
—Mi padre no lo sabía solo mi madre y Mandalg; si él lo hubiera sabido no me habría permitido entrenar con Mandalg.
— Entonces hubiera sido sabio de tu padre, solo serías un entrenador de corceles y un pintor observador de la creación; tu padre solo era amador de los corceles y soñaba cómo si fuera un niño conocer a Tranang, un pasivo y sabio hombre.— sin temor de cómo lo tomaría, hacía de su comentario una crítica.
Mark se levantó de su silla, y tomó el grueso abrigo que había sido el último obsequio de su padre, mientras en medio de un leve enojo mostró qué le hería cómo criticó la elección de su madre.
— Hoy no regresaré hasta que el sol se oculte.
Mark sólo reconoció en su corazón qué Kurt era sabio y tenía la razón, volviendo a bajar ésa mañana por ese sendero qué había cabalgado la noche anterior, él deseaba saber el proceder de la bestia queriendo volver a ver su cadáver al pasar cerca de él, dónde sólo ganaba más curiosidad, estaba sorprendido y desconcertado, podía ver con la claridad del sol cómo su cadáver había regresado a su forma natural; era una hiena qué los lobos ya habían devorado parte de su carné ya no tenía ésa apariencia robusta cómo un oso.
—Créeme que he visto mucho con el pasar de los años, entonces es donde más me preocupo y siento miedo por quienes habitan Snoigan Berg.
Muistan no dejaba de observar con nervios a su alrededor, siempre intentaba proteger a su amo del peligro sintiendo la confusión en su preciado Meyers.
—¡Temes por mi! Descuida no hay peligro a la luz del día, hoy mi único peligro será caer prisionero de Erona. — dijo Mark al bajar del corcel, y caminar hacia aquella casa alejada del restó del mundo.
Estaba rodeada de los más altos pinares y era digna de todo secreto hallando en ella una vez más lo qué quería ver ésa semana, Erona mostraba ansiedad sus manos apretaba sentada en el sillón, era una gran muestra de cómo había sido larga su espera de esa mañana.
—Amó los listones de color rojo en el cabello de una chica.— Mark lo confesó al entrar por la puerta.