Capítulo 1.
любопытство
(lyubopytstvo)
Alex se aferraba a su cinturón de seguridad mientras el avión sufría de turbulencia. Él no le tenía miedo a nada, bueno ... casi nada, pero a la turbulencia ya los aviones, sí. Logró soltar el aire que había retenido cuando este se calmó y anunciaron que estaban a minutos de su aterrizaje.
—Señores pasajeros, nos encontramos próximos a aterrizar en el Aeropuerto de Milán-Malpensa, en la ciudad de Milán. Por favor abrocharse los cinturones y permanezcan sentados hasta que los avisos se hayan apagado.
Dejó descansar su cuello en la almohada para viaje que lo había acompañado desde Londres, era gris y de tela muy suave. Abrió los ojos poco a poco, la mitad del viaje los tuvo cerrados por una razón; miedo.
Una sonrisa se dibujó en su cara al ver al señor de mediana edad, vestido de traje negro y con una gorra de chofer. El cartelón que tenía en sus manos decía; Alexander Hamilton Stelee. Mediante se iba acercando a aquel señor, una mujer guapa, de melena rubia, tez clara, ropa cara y lentes oscuros, se iba posicionando a su lado. Al estar más cerca de ellos, ella levantó la cabeza y lo miró, esbozando una sonrisa al instante.
—¡Hijo! —Alex caminó más rápido para poder abrazar a su madre.
Llevaba años sin verla y años extrañándola. La rodeó con sus brazos y pudo sentir la sonrisa de su madre pegada a su pecho.
—Mamá —le dio un cálido beso en la cabeza—. Te eche mucho de menos.
—En eso no me ganas, guapo —ella se separó y lo tomo de la mejilla sonriente—. Soñaba con volver a verte, Alex.
Cuando se encontraban en la camioneta, su madre, que la tenía a lado, no dejaba de responder llamadas. Alex siempre supo que el trabajo de su madre era muy demandante, mucho más cuando se trataba de la Milán Fashion Week de cada año.
Ese viaje era especial para eso. Le había prometido meses antes que iría y estaba junto a ella cuando se exhibiera su marca de ropa de lujo. Para ella era un sueño tenerlo junto a ella, para él no tanto, pero ver a su madre feliz, lo hacía feliz.
—... necesito que ella este en camino para allá, deben sacarla ya del hotel —la voz de su madre sonaba frustrada—. Ella ya tiene que estar allá. Asegúrense que cuando llegue, Clarine se encargue de ella hasta que yo llegue, ¿entendido?
Sinceramente a Alex todos esos temas y esos sitios parecía de lo más aburridos, si fuera por él, estaría recorriendo Milán y no pasaría las siguientes horas metido con un montón de gente desconocida y prensa alocada. Él tenía la mirada clavada en el móvil, avisándole a su padre que ya había llegado.
—... bien, adiós —colgó y giró la cabeza para ver a Alex—. Lo siento, ya sabes, esto es muy estresante y tengo que estar al pendiente de todos y todas —agitó las manos al aire—. Cuando lleguemos entraras conmigo, puede que un tiempo desaparezca porque ocupo hablar con una chica, pero tu siéntete libre ahí dentro.
—Está bien, mamá. Solo te pido que la prensa no me pregunte nada —apretó los labios mientras negaba con la cabeza.
—No te preocupes, solo estarás a lado mío y tu trabajo es sonreír, solo eso —le giñó el ojo antes de volver a contestar otra llamada.
Alex comenzó a tamborilear los dedos sobre sus rodillas mientras que la camioneta se dirigía a la parte trasera de un edificio, se estaciono y el chofer bajo para abrirle la puerta a su madre ya él.
—Señora, Stelee —asintió mientras ella baja del vehículo.
Mientras ella estaba muy ocupada acomodándose el cárdigan de su propia marca y ajustándose los lentes oscuros, que para Alex era la cosa más ridícula ya que no había sol, una camioneta negra al igual en la que ellos venían se estacionó a lado suyo.
Una joven bajo. Alex se quedó observandola con curiosidad. Iba vestida de negro, completamente; leggins, sudadera, lentes oscuros y un gorro. Tenía la piel tan pálida que parecía que la acababan de sacar del hospital. Lo único que brillaba en ella era su cabellera dorada.
—Iryna —la llamó a su madre al verla, la chica detuvo su paso y se giró para esbozar una sonrisa muy débil.
Todo en ella parecía débil.
—Charlotte —se dieron un abrazo cálido.
Alex pudo observar como su madre la meció en aquel abrazo y le pasaba la mano por la espalda, como gesto tranquilizante. Se susurraron algo al oído antes de asentir a la par e irse a la entrada trasera del lugar. Charlotte la abrazó por los hombros e Iryna se sintió cobijada. En casa.
—Alex, síguenos —le comunicó su madre a aquel chico que se encontró perdido en un mundo que jamás había tenido contacto.
Al entrar detrás de su madre contemplo algo que llamó caos . Personas corriendo de un lado a otro, modelos frustradas mientras eran maquilladas y peinadas, camarógrafos filmándolas y entrevistando a una que a otra. Ese era el mundo de su madre.
Charlotte Stelee se había posicionado como una de las mejores diseñadoras de moda de alta costura, compitiendo con Dior, Versace, Chanel, Prada, etc. La marca de lujo Stelee tenía presentación en cualquier Fashion Week del mundo. Él se sintió muy orgulloso de ella, pero entendía que era el mundo de ella y que jamás pertenecería en él, por eso se apegó a su padre dejándose influenciar por los negocios y empresas.
—Tú debes ser Alex, cierto —le preguntó una señora un poco más joven que su madre.
—Si —asintió con una sonrisa.
—Si gustas puedes quedarte aquí en backstage, pero cuando el desfile comience vendré por ti para llevarte a tu asiento —la mujer fijó su vista en la tabla con anotaciones antes de llevarla de nuevo a los ojos de él—. Soy Clarine, la asistente de tu madre.
—Alexander Hamilton —se estrecharon las manos.
Él se encontró un rato más en un rincón de aquel cuarto lleno de gente. A veces las modelos lo miraban coquetas y hacían gestos para captar su atención, los cuales él ignoraba ya que le parecían muy incomodos. Simplemente Alex no era así, y no lo seria.