—¿Estás listo? —Anker se acercó a Aiden—. Si no estás listo aún, está bien puedes acompañarme otro día.
Aiden negó mientras mantenía la mirada en las escaleras que le llevarían con su hermana. Aún no habían hablado de lo que descubrió en el hospital porque ella no estaba preparada para eso. Le contaría la verdad en la noche cuando él regresará de la reunión a la que los había invitado su padre. " padre", se sentía extraño pronunciando esa palabra ahora. Cuando eran pequeños era algo normal decir, ¿Dónde está Papi o cuándo veremos a papi? Ahora no sentía esa hermosa sensación de cuando su madre les hablaba de él.
—Estoy bien. He hecho esto muchas veces con el abuelo.
—Ella estará segura aquí —Anker dijo poniendo una mano en el hombro de Aiden dándole apoyo—. He dejado a los mejores guardias custodiando la mansión. Además esta casa tiene un campo de protección hecho por uno de los mejores brujos.
La mirada de él se encontró con los ojos idénticos a los suyos. Era impresionante que hubieran heredado los ojos de su padre, aunque Aiden también tenía el cabello de él. Era una copia más joven de Anker, en cambio su hermana era muy parecida a su madre. Ellas tenían el cabello negro y su piel era más pálida que la suya.
«¡Concéntrate Aiden!» se reprendió mentalmente por perder el hilo de sus pensamientos.
—¿Un brujo real? Nunca he visto uno.
La curiosidad que bailaba en su ojos fue percibida por Anker.
—Después te lo puedo presentar.
Aiden asintió.
Una hora más tarde estaban entrando a una mansión muy antigua. Aiden seguía detrás de Anker y los otros tres lobos. Los cinco entraron a un pasillo que los llevaría al fondo de una habitación con dos puertas, estas fueron abiertas cuando se acercaron. Al menos quince lobos rodeaban una mesa rectangular, algunos viejos y otros no tanto. Todos parecían no muy felices de ver la insignia que su abuelo les había dado para que los clanes supieran que eran cazadores y no tuvieran problemas en sus misiones por eso.
—¿Qué es esto Anker?
Uno de los hombres se acercó peligrosamente a Aiden, Anker puso una mano en su pecho negando.
—Paul deberías regresar y sentarte —la voz de Anker fue firme.
—¡Son enemigos! No pueden ni siquiera entrar a este lugar sagrado para nosotros
—Dije siéntate y espera como los demás. Tenemos problemas serios y no pienso perder el tiempo con todo esta mierda. No hemos estado en guerra con ellos en cientos de años, así que deja las estupideces y tu odio a un lado.
De mala gana el hombre obedeció.
—Primero que todo Anker tiene un anuncio que darles —Edwin empujó a Aiden con Anker al frente de todos los lobos.
—Quiero presentar a los líderes de las manadas a Aiden —Anker puso una mano en el hombro de Aiden dándole un leve apretón en señal de apoyo—. Mi primogénito y espero que algún día el líder de todos. También tengo una hija de su misma edad.
—Tú no tienes hijos.
—Además un cazador nunca será nuestro líder.
—¡Señores, cálmense! —Cedric ordenó.
—¡Silencio! —la exclamación de Anker paralizó a todos—. Él es mi hijo.
—Anker tiene razón. Recientemente nos enteramos de que es padre.
—Estoy informando que tengo dos hijos, y los únicos que tendré. Mi hija se ha quedado en casa por razones que he venido a aclarar como líder del consejo de nuestra raza. Ellos son mis primogénitos y también de mi esposa Alaia.
—¿Cómo sabes qué no es un juego de los cazadores para atacar cuándo estemos confiados?
Para sorpresa de los presentes Aiden rió mostrando esa característica sonrisa burlesca y carente de cualquier gracia que Anker usaba para intimidar a las personas.
—Mi abuelo no juega sucio señores, a diferencia de ustedes nosotros si hacemos nuestro trabajo. Cuidamos y encerramos a quién viole las leyes de nuestro mundo, no nos sentamos a imaginar un estúpido complot que nunca sucederá.
—¡Cómo te atreves a hablarle así a nuestro venerable consejo! Podrás engañar a Anker, pero nunca lo harás con nosotros niño.
La exclamaciones no se hicieron esperar, algunas de protestas por los cazadores y otras dándole apoyo por su osadía.
—Yo no soy un mentiroso anciano. Mi abuelo me ha criado con más valores de los que tú nunca podrás conocer. A diferencia de ustedes nosotros no imaginamos ideas estúpidas de traición hacia nuestra raza.
Anker se sentía orgulloso de él, había dejado al hombre como un loco frente a todos diciendo la verdad.
—¿Si en verdad eres hijo de uno de nosotros? Pruebalo, porque aquí nadie se fía de ese falso cuento de qué Anker tiene hijos.
—Él no tiene nada que probar —Anker dejó a Aiden detrás de él enfrentándose al consejo. Era el líder y ellos lo cuestionaban—. Soy su padre y quienes cuestionen eso estarían ofendiendo a mi mujer. Todos sabemos que si alguien hace esa acusación en voz alta le romperé el cuello y después le arrancaré la piel para usarla de alfombra.
—Vamos Alpha todos sabemos que un nacimiento de ese tipo es imposible, eres un lobo y bueno... ella era quien era...
—Ofendes a mi madre con tus estúpidas acusaciones, y eso es lo peor que puedes hacer.
Aiden no tenía armas o algo que pudiera usar como una en su poder en ese momento. Si su hermana estuviera ahí más de alguno hubiera salido volando por la ventana o atravesado la pared. Ella era la impulsiva y agresiva, él era más calmado y analista de su entorno.
Vio un viejo candelabro de plata en una mesa y lo tomó entre sus manos.
—Ves Anker, el chico no es uno de nosotros. Tu mujer te engaño con otro y ese debe ser el padre de los jóvenes.
—Vaya que son estúpidos por intentar buscar pretextos por aquello que desconocen. ¿Creen qué por qué la plata no me causa daño soy diferente a ustedes?
—No. —dijo con firmeza Anker—. Tampoco te traje para probarles nada.
Aun así Aiden hizo una bola deforme y pesada del candelabro. Lo arrojó en dirección de los hombres frente a él, haciendo que pasara a escasos centímetros de un par de cabezas atravesando la sólida pared. Un enorme agujero y su evidente enojo hicieron palidecer a los hombres.
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Editado: 16.11.2019