Cazadores de Almas Oscuras - Nina

CAPÍTULO VII - UN ENCUENTRO INESPERADO

Las manos de Jaron recorrían mi cuerpo acariciando cada parte de mi piel y su dulce boca dejaba un reguero de besos allá por donde pasaba. Sus besos me atormentaron hasta que se fundieron en mis labios y el roce de su cuerpo me sofocaba de una manera que no podía controlar. Solamente pensaba en que quería más y en que no se detuviera nunca.
Noté cómo apartaba mi ropa interior para posteriormente jugar con mi entrepierna. El calor era insoportable, necesitaba aplacarlo como fuera y en un intento desesperado mi espalda se arqueó reclamando más. Debió sentir mi necesidad y en un rápido movimiento su miembro estaba en mi entrada, esperando una señal que
le permitiera el paso. Entonces, sin más preámbulos, me aferré de sus caderas y tiré de ellas para que me penetrara. Quería sentirlo dentro de mí y lo deseaba como nunca había deseado nada. Entró lentamente en mí sin apartar sus ojos de los míos, acomodó sus brazos alrededor de mi cara, me contempló unos segundos y comenzó con sus tortuosos movimientos, haciéndome estremecer de la cabeza a los pies. Los envites de Jaron eran implacables, me aferré a su culo para sentirlos aún más. Nuestras respiraciones se agitaban y para más desespero su mano empezó a endurecer mi pezón con cada roce de sus dedos, a la vez que nuestras lenguas se buscaban sin cesar. Comencé a sentir que el tan deseado orgasmo se acercaba, la tensión se acumulaba en mi abdomen, necesitaba liberarme y por el semblante de Jaron supe que él también estaba a punto de lograrlo. Agilizó sus movimientos desarmándome y ahí fue cuando combustioné, sintiendo el placer por completo, mientras él finalmente se dejaba llevar conmigo.

Desperté a causa de los leves rayos de sol, que entraban a través de los espacios que había entre las cortinas de color negro de la habitación de Jaron. Mi respiración todavía era irregular a causa de la excitación y maldije a mi subconsciente por tan maravilloso, aunque desesperante sueño.
¿Cómo coño se le ocurría hacerme soñar algo así teniéndolo a mi lado? Lo tenía tan cerca que intenté moverme sin conseguirlo. Sus fuertes brazos me rodeaban la cintura como si tuviera miedo de que pudiera salir de allí y su cabeza descansaba a escasos centímetros de la mía, impidiendo que me moviera. No sé en qué momento de la noche acabamos así, pero me sentía bien en los brazos de aquel extraño que apenas conocía. Normalmente no me gusta tener contacto con gente desconocida; sin embargo, con él era diferente. Su calor me reconfortaba, aún con el ardiente sueño en mi mente, haciéndome vibrar. Cogí su mano para intentar apartarla y poder soltarme de sus brazos, entonces se movió y me apretó con más fuerza, haciendo que quedara totalmente apegada a él. Podía notar su respiración mezclarse con la mía y mi pulso acelerarse. Me quedé inmóvil y sin saber qué hacer cuando sin previo aviso abrió sus bonitos ojos.

—Buenos días, Nina. ¿Has dormido bien? Yo he dormido como un tronco —me decía mientras se estiraba y se frotaba los ojos. Entonces se dio cuenta de la poca distancia que nos separaba, se alejó dejando en mí un anhelo inexplicable y desvió su mirada de repente. Su cercanía no solo no me molestaba, sino que además me gustaba y empezaba a necesitarla como si fuera algo natural.

—Buenos días. Yo también he dormido como hacía días que no lo hacía —me desperecé de mala gana, puesto que me habría quedado allí un rato más.

—Creo que será mejor que vaya a ducharme. Tú puedes hacer lo mismo en este aseo. Yo iré al que hay afuera —a la vez que decía eso, salió de la cama dejándome más desamparada aún—. Espera a que vuelva a por ti. Mientras acabas, voy a hablar con los demás para concretar los últimos detalles del viaje. No sabemos con lo que nos vamos a encontrar allí.

—¿Cuántos más vamos a ser? —interpelé algo dudosa, puesto que no me hacía ninguna gracia tener que estar rodeada de demonios durante todo el viaje. Debió notar mi inseguridad y con voz relajada me explicó:

—Iremos con cuatro demonios más, esos ángeles son poderosos. Viene Pruslas, al que ya conoces; Exael, que es mi mejor amigo; Sorath, que es el graciosillo del grupo y Seera, a la que seguro le caes mal. Tranquila, al principio es así con todo el mundo. Puede resultar algo cortante, no obstante, es leal y siempre puedo contar con ella. Son algunos de los demonios de primer rango más poderosos que conozco y nos vendrá bien tenerlos cerca por si las cosas se complican. Si queremos sacar a Samael, los necesitamos.

—Sí, tienes razón, toda ayuda será buena —sonreí mientras disimulé el cabreo que, sin saber por qué, me producía el pensar que siempre podía contar con ella. ¿A qué se refería con eso? ¡Joder! Mi sesera otra vez mal pensando las cosas. Quizás era su pareja o algo parecido, aunque en ese caso no habría dormido conmigo, ¿no?

—En fin, lo dicho, no te muevas de aquí. En un rato vengo a buscarte —salió cerrando la puerta y se marchó de la habitación dejándome a lo mío.

Cuando acabé de arreglarme decidí esperar a Jaron en el balcón de su habitación, que tenía una celosía enrejada antigua. Lo que me hizo ver que la casa en la que me encontraba debía tener sus años, pese a estar reformada. Observé el grandioso patio que tenía debajo, era hermoso. Había tres bancos de piedra blanca rodeando una imponente fuente, que para mi asombro tenía un hermoso ángel también de piedra blanca en el centro. Era una mujer con una impresionante cabellera rizada y larga hasta la cintura, con unas maravillosas alas desplegadas que si fueran reales serían impresionantes. Su rostro era hermoso, relajado, daba la sensación de estar feliz. Estaba tan absorta mirando a aquel ángel que no me di cuenta de que Jaron había entrado en la habitación sobresaltándome.




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