La grotesca caravana llegó a las puertas de Gortia y enfiló rumbo por la calle principal en dirección al palacio, en medio del estupor de toda la gente.
Al ver los restos de los monstruos en las carretas, se formó un tumulto de gente que se puso a seguir a los soldados que las escoltaban, marchando por la calle principal en medio de comentarios y expresiones de asombro.
- ¡Mira esos monstruos!
- ¡Son Horribles!
- ¿Quién los mató?
- ¡Esta noche tendré pesadillas!
- ¡Que valientes son los soldados!
- ¡Se están moviendo! ¡Ay!
Y la gente retrocedía espantada cuando, debido al vaivén d la carreta, las patas de las arañas se movían como abriéndose y cerrándose.
- ¡Calma! ¡Ya están bien muertas!
Decían los soldados con un aplomo y suficiencia tal que la gente nuevamente profería exclamaciones de asombro y admiración por el coraje de esos hombres de armas.
- ¡Esos son nuestros soldados!
- ¡Mira que guapo ese sargento!
- ¡Me está mirando! ¡Qué emoción!
- ¡Viva la guardia del Rey!
- ¡Que viva!
Y los soldados sacaban el pecho, erguían la mirada, cruzando con altivez por la calzada, siendo objeto de admiración por el pueblo.
Siguieron así, hasta que se desviaron en dirección a la plaza principal frente al palacio, pero la carreta en la que viajaban las cazadoras y el chico con los cuerpos cubiertos de sus amigos, siguió al teniente que junto con una pequeña escolta entraron a palacio, casi sin la atención de nadie, pues todos estaban enfocados en ver a los horribles monstruos que llegaron hasta el centro de la gran plaza y se pusieron en exhibición a propósito, para desviar la atención del pequeño y extraño grupo que entraba al palacio.
El resto de los soldados se quedó con las carretas de las arañas bien dispuestos a dar todo tipo de explicaciones a la multitud curiosa que se había congregado en cuestión de minutos y que no cesaba de crecer al volar como el viento la asombrosa noticia.
- ¿Ya viste los monstruos que mataron los guardias del rey?
- ¡NO! ¿De veras son monstruos?
- Son unas bestias enormes, unas arañas espantosas
- ¡Huy! ¿Y dónde están?
- En el centro de la gran Plaza
- ¡Vamos a verlas!
La historia oficial que se les había dicho a los soldados era que ellos habían matado a las bestias perdiéndose las vidas de algunos valientes, que habían entrado con sus cuerpos mutilados, a recibir honores póstumos de parte del rey, por su valor.
Los soldados rápidamente asimilaron el protagonismo de la increíble historia y encantados de haber sido convertidos en héroes habían ido urdiendo una gran trama en la que por turnos todos habían tenido que ver con la muerte de las dos arañas.
La gente al ver la caravana se fijó únicamente en las carretas con las criaturas muertas y al dejarlas en el centro de la plaza, esta rápidamente se llenó de curiosos que quería saber cómo había sido posible matarlas.
Los soldados, felices de ser el centro de atención se dieron a la tarea de contar la increíble hazaña con lujo de detalles y a recibir todo tipo de felicitaciones y algunas propuestas amorosas que aprovecharon al máximo.
- Y fue entonces cuando luego de que los monstruos mataron a uno de nuestros compañeros, que entendimos que no podíamos acercarnos mucho a ellas.
- ¡Ohh! ¡Ahh! - era la exclamación de los oyentes, que no se percataron de que a esas alturas, las arañas tenían como cien patas cada una pues cada guardia se atribuía haber cortado una de las patas de las arañas o de haberle infringido una herida mortal.
- Y después de cortarle una pata con mi espada, me tuve que arrojar al suelo porque me quiso cortar en dos con sus tenazas, pero por suerte llevaba mi escudo y me protegí con él cuando quiso pincharme.
- Allí aproveché para darle un tajo en el abdomen y....
- Y yo le corté el aguijón con mi hacha, después que mató al pobre soldado...¿Como se llamaba?
- ¡Lucio! ¡Se llamaba Lucio!
Al parecer, las arañas habían matado como a quinientos soldados pues cada uno de los guardias presentes había estado a la par de su compañero muerto cuando había sido traspasado por el mortal aguijón de las arañas para después cortarlo de un tajo y por la cantidad de veces que había sido cortado el aguijón era evidente de que a las arañas les crecía un nuevo aguijón inmediatamente después de haber sido cercenado, porque todos habían tenido el honor de haber eliminado en algún momento de la pelea, tan mortífera arma.
Los curiosos que seguían llegando hasta abarrotar la plaza, estaban tan entusiasmados que no se percataron u omitieron la enorme cantidad de contradicciones que se decían entre todas las historias que fabulaban los soldados para hacerse destacar entre los demás.
Así que nadie se dio cuenta de que los verdaderos cazadores de las bestias habían entrado al palacio, unas sentadas apaciblemente en la carreta y los otros anestesiados por el veneno de las arañas, mas un chico que había tenido una participación crucial, pero que nadie reconocería.
Por otro lado, el Rey había anunciado que su hijo había zarpado con sus concubinas a un viaje de placer por las islas paraíso y que volvería pronto, para aplacar las dudas y las preguntas, que cada vez estaban tomando más fuerza.
Posteriormente anunciaría un trágico accidente en el barco que no tendría ningún sobreviviente, por suerte su guardia personal era totalmente leal y discreta, por lo que por ese lado no saldría nada y sólo ellos sabían lo que en realidad había pasado, pues al poco rato de dejar la cabeza en el estanque, llegaron soldados de su guardia más selecta y habían recogido la cabeza y capturado a todos los que estaban presentes en el parque, amenazándolos de muerte si llegaban a decir algo.
Todos dijeron desconocer de quien era la cabeza que habían ido a tirar ahí y juraron que no revelarían nada a nadie, sin embargo, el rey los tuvo un par de días torturándolos para reforzar su punto.