Sakharov
Podía olerla a kilómetros, era muy fácil distinguirla, podía oler su sangre o más bien oler la sangre de sus enemigos, los que yo llamaba aliados, jefes o hasta amigos.
Esa mañana había oído que Cath se había marchado de ese hogar temporal y no dude en correr tras ella, o tras su camioneta, para ver hasta donde llegaba, esta vez fue hacia la zona este, donde Ravette había mandado a algunos vampiros a buscar más reclutas, ya que muchos habían muerto misteriosamente de la noche a la mañana, y no había ninguna señal de que hayan sido asesinados. De lo que pude observar cuando llegué, solamente habían logrado transformar a uno, al parecer los humanos se estaban volviendo más creyentes y comían más verduras, ya que los vampiros solo podían transformar a aquellos que hayan cometido actos impuros, y si esa persona no hizo nada lo suficientemente malo para violar su fe a Dios, la mordida de un vampiro únicamente lo mataba, y digo que al parecer están comiendo más verduras, ya que segun una creencia antigua, la carne, era un pecado, ya que no toda provenía de los animales en estos tiempos…
No me hizo falta acercarme mucho para notar que Cath estaba furiosa, porque desde que bajó de esa camioneta miró a todo y a todos con gran desprecio, como si fueran únicamente gusanos, de seguro en mi forma humana habría estado enfurecido de que ella se enojara y maltratara a todos por alguna estupidez, pero en mi forma de lobo, solo podía sentir pena por ella.
Me situé en el borde del bosque esperando que nadie me viera como siempre, pero esta vez fue diferente, Cath voltió y me vió, pero antes de que ella pudiera formar algún pensamiento de porque un lobo estaba observándola directamente desde el bosque, me levanté y salí corriendo.
Para llegar al castillo de los vampiros, había que recorrer grandes distancias, pero si conocías los atajos correctos, podías transformar infernales semanas de viaje en una o dos horas.
Llegué en menos tiempo de lo que había esperado. El castillo era una construcción enorme, con miles de ventanas y múltiples torres, que haría que a cualquiera le dé escalofríos, estaba seguro de que había llevado siglos hacerlo, pues mayormente para lo que se usaba era para albergar vampiros y criaturas de todo tipo.
Las enormes puertas de madera se abrieron ante mí y entré al largo pasillo de alfombras rojas y algunas esculturas y retratos de reyes pasados, hasta donde yo sabía, ese pasillo se conectaba con todas las entradas y salidas que existían en el castillo.
Corrí a toda velocidad por el pasillo, topándome con algunas criaturas conocidas, hasta que me detuve al frente de otro gran par de puertas de madera que marcaban el final del corredor, esta era la sala del trono, o como mayormente lo era ahora, la sala de reuniones, me levanté en mis patas traseras y empujé la puerta, espere encontrarme con Ravette, pero esta vez la que me recibió fue Nazneen.
Siempre pensé que era alguien peculiar, con sus dos coletas que le recogían todo su cabello negro como las plumas de un cuervo, sus ojos rojos y su inusual altura que apenas era más alta que yo, en conclusión, cualquiera que la viera por primera vez, pensaría que es una niña de aproximadamente diez años, pero en realidad era una mujer que en la adolescencia la altura la abandonó, y hasta donde yo sabía, probablemente, tenía 600 años, pero nunca me arriesgaría en preguntarle algo así, no, si no quería terminar convertido en una linda flor.
-Sakharov, al fin llegas- me dijo con un tono que no pude diferenciar si era enfado o sorpresa.
-¿Qué paso aquí? Parece un desierto, no me fui por tanto tiempo- solo estábamos nosotros dos en el gran salón y todas las luces estaban apagadas.
-Hemos tomado una decisión, Sakharov- dejó de hablar, tal vez esperando a que preguntara que decisión habían tomado, pero ni siquiera sabía quiénes habían tomado qué decisión, así que me quedé callado, ella soltó un suspiro largo- Pensé que ibas a preguntar…
-Lo siento, no entiendo tus indirectas- me apresuré a decir- pero primero me podrías explicar “quienes” tomaron alguna decisión que en verdad no me importa.
-Debería importarte, ya que tú entras en esa “decisión”…
-¿Me vas a decir quienes tomaron esa decisión “misteriosa” o no?
-Ya sabes quienes, Sakharov. Ravette, Vincent, mi madre, yo, ellos, vamos no te hagas el nuevo.
-¿Tú? ¿Te incluyeron en una decisión sobre mí? Sí, claro.
-Está bien, pude haber espiado gran parte de la conversación, pero ese no es el punto…
-Como sea, ¿Dónde está Ravette?, necesito hablar con ella.
-Ella no está aquí, ¿pero vas a querer saber cuál es la decisión o no?
-Si no tengo opción…- Nazneen me miró por unos minutos, aparté la vista, en verdad me incomodaban esos ojos rojos.
-Ya no debes encargarte de vigilar a la chica Blasswood.
-¡¿Qué?!- eso no me lo esperaba, yo había sido designado para vigilarla desde que tengo memoria, no me podían sacar esa tarea así nada mas- ¿Qué significa eso?
-Sabía que ibas a reaccionar así, pero descuida Sakharov, ya no te preocupes, eres libre.
-Pero no, no puede ser ¿Qué voy a hacer? ¿Quién la vigilará?
-Respondiendo a tu primera pregunta, haz lo que quieras, y a tu segunda pregunta, ya es hora de que sea trasformada, tu última tarea será traerla hasta aquí, nosotros nos encargaremos del resto- lo dijo con un poco de oscuridad en su voz.
Había vigilado a Catherine durante años y sabía cómo era su humor ante “nuestra especie” y traerla… era más fácil decirlo que hacerlo. Suspiré ante esta pequeña tarea. ¿Qué tan difícil podía ser, si solamente las posibilidades de morir eran del 80%?
-Pensaré en un plan para traerla- dije derrotado, Nazneen se arrodilló un poco, para ocupar los pocos centímetros de altura que teníamos de diferencia, y me acarició la cabeza, mientras hacía mis orejas hacia atrás.