- Te equivocas. - Dijo Beomgyu, pero su voz carecía de convicción. - No sabes nada sobre mí o Yeonjun. Simplemente intentas...
- ¿Qué? Intento llegar hasta ti, Beomgyu. Hacerte comprender.
No había ningún sentimiento en la voz de Jinki que Beomgyu pudiera detectar más allá de una leve diversión.
- Te estás riendo de nosotros. Crees que puedes utilizarme para hacerle daño a Yeonjun, así que te ríes de nosotros. Ni siquiera estás enojado. - Añadió. - Un auténtico padre estaría enojado.
- Soy un auténtico padre. La misma sangre que corre por mis venas corre por las tuyas.
- Tú no eres mi padre. Minho lo es. - Replicó Beomgyu, casi con voz cansina. - Ya hemos hablado de esto.
- Sólo consideras a Minho como tu padre por su relación con tu madre...
- ¿Su relación? - Beomgyu lanzó una sonora carcajada. - Minho y mi madre son amigos.
Por un momento estuvo seguro de que veía pasar una expresión de sorpresa por el rostro de Jinki. "Pero, ¿es eso verdad?", fue todo lo que él dijo.
- ¿Realmente crees que él soportó todo esto... - Añadió luego. - Minho, quiero decir... esta vida de silencio y de ocultarse y huir, esta devoción a la protección de un secreto que ni siquiera él comprendía por completo, simplemente por amistad? A tu edad, sabes muy poco sobre la gente, Gyu, y menos sobre los hombres.
- Puedes hacer todas las insinuaciones sobre Minho que desees, no servirá de nada. Estás equivocado respecto a él, igual que te equivocas con Yeonjun. Tienes que darle a todo el mundo motivos egoístas para lo que hacen, porque sólo eres capaz de comprender motivos egoístas.
- ¿Es eso lo que sería si él amara a tu madre? ¿Egoísta? - Preguntó Jinki. - ¿Qué hay del interesado en el amor, Beomgyu? ¿O es que tú sientes, en lo más profundo, que tu precioso Minho no es ni realmente humano ni realmente capaz de sentimientos como los comprenderíamos nosotros...?
- Minho es tan humano como lo soy yo. - Le echó en cara el menor. - Tú sólo eres un fanático.
- Claro que no. - Replicó Jinki. - Soy cualquier cosa excepto eso. - Se le acercó un poco más, y Beomgyu fue a colocarse frente a la Espada, ocultándola a sus ojos. - Piensas así de mí porque me miras a mí y a lo que hago a través de la lente de tu comprensión mundana del mundo. Los mundanos crean distinciones entre ellos mismos, distinciones que parecen ridículas a cualquier cazador de sombras. Sus distinciones están basadas en la raza, la religión, la identidad nacional, en cualquiera de una docena de indicaciones menores e irrelevantes. Para los mundanos estas distinciones parecen lógicas, pues aunque no pueden ver, comprender o reconocer la existencia de los mundos demoníacos, enterrada aún en algún lugar de sus antiquísimos recuerdos, poseen la información de que deambulando por esta tierra hay seres que son "distintos", que no pertenecen aquí, y cuya única intención es hacer daño y destruir. Puesto que la amenaza de los demonios es invisible para los mundanos, estos deben asignar la amenaza a otros de su propia especie. Colocan el rostro de su enemigo sobre el rostro del vecino, y de este modo quedan aseguradas generaciones de sufrimiento. - Dio otro paso hacia él y Beomgyu retrocedió instintivamente; su cuerpo tocaba ya el baúl. - Yo no soy así. - Siguió él. - Yo puedo ver la verdad. Los mundanos ven como a través de un espejo, oscuramente, pero los cazadores de sombras... nosotros vemos cara a cara. Conocemos la verdad del mal y sabemos que, si bien anda entre nosotros, no es algo nuestro. A lo que no pertenece a nuestro mundo no se le debe permitir echar raíces aquí, crecer como una flor venenosa y extinguir toda vida.
Beomgyu había tenido la intención de ir a por la Espada y luego a por Jinki, pero sus palabras lo impresionaron. Tenía una voz tan suave, tan persuasiva, y también él pensaba que a los demonios no se les debía permitir que permanecieran en la tierra para consumirla y convertirla en cenizas como ya habían consumido tantos otros mundos... casi tenía sentido lo que él decía, pero...
- Minho no es un demonio. - Afirmó.
- Me da la impresión, Beomgyu... - Repuso Jinki. - De que has tenido muy poca experiencia sobre lo que es y no es un demonio. Has conocido a unos pocos subterráneos que te han parecido muy amables, y es a través de la lente de su amabilidad que miras el mundo. Los demonios, para ti, son criaturas espantosas que saltan de la oscuridad para desgarrar y matar. Y existen tales criaturas. Pero también existen demonios profundamente sutiles que saben ocultarse muy bien, demonios que deambulan entre humanos sin ser reconocidos y sin que se les ponga trabas. Sin embargo les he visto hacer cosas tan atroces que sus colegas demonios parecían delicadas criaturas en comparación. Conocí a un demonio en Tailandia que se hacía pasar por un poderoso financiero. Jamás estaba solo, así que me resultó difícil acercarme lo suficiente para matarlo, aunque yo sabía lo que era. Hacía que sus sirvientes le llevaran animales y niños pequeños; cualquier cosa que fuese pequeña e indefensa...
- Para. - Beomgyu se llevó las manos a los oídos. - No quiero oírlo.
Pero la voz de Jinki siguió con su perorata, inexorable, amortiguada, pero no inaudible.
- Los devoraba despacio, a lo largo de muchos días. Tenía sus trucos, sus modos de mantenerlos con vida en medio de las torturas inimaginables. Si puedes imaginar a un niño intentando arrastrarse hacia ti con la mitad del cuerpo arrancado...
- ¡Para! - Beomgyu apartó violentamente las manos de las orejas. - ¡Es suficiente, suficiente!
- Los demonios se alimentan de muerte, dolor y locura. - Continuó Jinki. - Cuando yo mato, es porque debo. Tú has crecido en un paraíso falsamente hermoso, rodeado de frágiles paredes de cristal, hijo mío. Tu madre creó el mundo en el que quería vivir y te crió en él, pero jamás te contó que todo era una ilusión. Y todo el tiempo los demonios aguardaban, con sus armas de sangre y terror, para hacer añicos el cristal y liberarte de la mentira.