El oscuro príncipe estaba sentado a horcajadas sobre su negro corcel, con su capa de marta cibelina ondeando a la espalda. Un aro de oro le sujetaba los rizos rubios, el apuesto rostro aparecía helado con la furia de la batalla y...
- Y su brazo parecía una berenjena. - Masculló Beomgyu para sí, exasperado.
El dibujo no salía. Con un suspiro arrancó otra hoja más de su bloc de dibujo, la arrugó y la arrojó contra la pared naranja de su dormitorio. El suelo estaba ya repleto de bolas de papel desechadas, una señal inequívoca de que sus jugos creativos no fluían del modo que había esperado. Deseó por milésima vez poder ser un poco más como su padre. Todo lo que Lee Taemin dibujaba, pintaba o esbozaba era hermoso, y aparentemente realizado sin esfuerzo.
Se quitó los auriculares, interrumpiendo Stepping Razor en mitad de la canción, y se frotó las doloridas sienes. Sólo entonces se dio cuenta de que el potente y agudo sonido de un teléfono retumbaba por el apartamento. Arrojó el bloc de dibujo sobre la cama, se puso en pie de un salto y corrió a la salita, donde el rojo teléfono retro descansaba sobre una mesa cerca de la puerta principal.
- ¿Lee Beomgyu?
La voz al otro lado del teléfono sonaba familiar, aunque no inmediatamente identificable.
Beomgyu retorció nerviosamente el cordón del teléfono alrededor del dedo.
- ¿Sí?
- Hola, soy uno de los gamberros con cuchillo que conociste anoche en el Pandemónium. Me temo que te causé una mala impresión y esperaba que me dieras la oportunidad de resarcirte...
- ¡JAKE! - Beomgyu mantuvo el teléfono alejado del oído mientras el otro soltaba una carcajada. - ¡No tiene gracia!
- Ya lo creo que la tiene. Simplemente no le ves el lado cómico.
- Estúpido. - Beomgyu suspiró, recostándose en la pared. - No te estarías riendo de haber estado aquí cuando llegué a casa anoche.
- ¿Por qué no?
- Mi padre. No le gustó que llegáramos tarde. Le dio un ataque. Fue desagradable.
- ¿Qué? ¡No es culpa tuya que hubiera tráfico! - Protestó Jake, que era el más jóven de tres hermanos y tenía un sentido muy agudizado de la injusticia familiar.
- Ya, bueno, él no lo ve de ese modo. Lo decepcioné, le fallé, hice que se preocupara, bla, bla, bla. Soy la cruz de su existencia. - Continuó él, imitando la precisa fraseología de su padre y con sólo una leve punzada de culpabilidad.
- Así que, ¿estás castigado? - Preguntó Jake, en un tono un poco demasiado alto.
Beomgyu pudo oír el ruido sordo de voces detrás de él; personas que discutían entre sí.
- No lo sé aún. - Respondió. - Mi madre salió esta mañana con Minho, y todavía no han regresado. ¿Dónde estás tú, de todos modos? ¿En casa de Eric?
- Sí. Acabamos de terminar el ensayo.
Se oyó el batir de un platillo detrás de Jake. Beomgyu se estremeció.
- Eric va a dar un recital de poesía en Java Jones esta noche. - Siguió Jake, mencionando una cafetería situada en la esquina donde vivía Beomgyu, que en ocasiones ofrecía música en vivo por la noche. - Toda la banda acudirá para mostrarle su respaldo. ¿Quieres venir?
- Sí, de acuerdo. - Beomgyu hizo una pausa, dando ansiosos tironcitos al cordón del teléfono. - Espera, no.
- ¿Queréis callaros, chicos? - Chilló Jake; el débil tono de su voz hizo que Beomgyu sospechara que sostenía el teléfono apartado de la boca; al cabo de un segundo reanudó la conversación, con voz que sonó preocupada. - ¿Eso ha sido un sí o un no?
- No lo sé. - Beomgyu se mordió el labio. - Mi padre sigue enfurecido conmigo por lo de anoche. No estoy seguro de querer cabrearlo pidiéndole un favor. Si voy a tener problemas, no quiero que sea por la asquerosa poesía de Eric.
- Vamos, no es tan mala. - Dijo Jake.
Eric vivía al lado de Jake, y los dos muchachos se conocían de casi toda la vida. No eran íntimos del modo en que Jake y Beomgyu lo eran, pero habían formado un grupo de rock al inicio del segundo año de secundaria, junto con los amigos de Eric: Matt y Kirk. Ensayaban religiosamente en el garaje de los padres de Eric.
- Además, no es un favor. - Añadió Jake. - Es un certamen de poesía en la esquina del bloque que hay frente a tu casa. No es como si te estuviera invitando a una orgía en Hoboken. Tu padre puede venir contigo si quiere.
- ¡ORGÍA EN HOBOKEN!
Oyó Beomgyu que alguien chillaba, probablemente Eric. Se oyó el estrépito de otro platillo. Imaginó a su padre escuchando a Eric leer su poesía y se estremeció interiormente.
- No sé. Si aparecéis todos por aquí, creo que le dará algo.
- Entonces iré solo. Te recogeré y así vamos juntos y nos encontramos con el resto allí. A tu padre no le importará. Me adora.
Beomgyu tuvo que echarse a reír.
- Una señal de su discutible buen gusto, si me lo preguntas.
- Nadie te lo ha preguntado.
Jake colgó en medio de gritos procedentes de sus compañeros de la banda.
Beomgyu colgó el teléfono y echó un vistazo a la salita. Por todas partes había pruebas de las tendencias artísticas de Taemin, su padre, desde los cojines de terciopelo hechos a mano apilados sobre el sofá rojo oscuro, a las paredes llenas de cuadros cuidadosamente enmarcados, paisajes en su mayoría: las calles sinuosas del centro de Manhattan iluminadas con una luz dorada; escenas de Prospect Park en invierno, con los grises estanques bordeados de una fina puntilla de hielo blanco.
En la repisa sobre la chimenea había una foto enmarcada del otro padre de Beomgyu. Un hombre de aspecto meditabundo en uniforme militar, y con delatores trazos de arrugas de expresión en el rabillo de los ojos. Había sido un soldado condecorado por su servicio en el extranjero. Taemin tenía algunas de sus medallas en una cajita junto a la cama, aunque las medallas no sirvieron de nada cuando estrelló su coche contra un árbol a las afueras de la ciudad y murió incluso antes de que naciera su hijo.