Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (adaptación Yeongyu)

07: La puerta de cinco dimensiones

El apartamento de Kim Jisoo parecía tener más o menos la misma distribución que el de Beomgyu, aunque la mujer había hecho un uso distinto del espacio. El vestíbulo, que apestaba a incienso, estaba adornado con cortinas de cuentas y pósters astrológicos. Uno mostraba las constelaciones del zodíaco; otro, una guía de los símbolos mágicos chinos, y otro más, una mano con los dedos desplegados, cada línea de la palma cuidadosamente etiquetada. Por encima de la mano aparecían, escritas en latín, las palabras "In Manibus Fortuna". Estantes estrechos, que contenían libros apilados, cubrían la pared situada junto a la puerta. 

Una de las cortinas de cuentas repiqueteó, y Kim Jisoo asomó la cabeza a través de ella. 

- ¿Interesado en la quiromancia? - Dijo, reparando en la mirada de Beomgyu. - ¿O simplemente fisgón?

- Nada de eso. - Respondió el muchacho. - ¿Realmente puede decir la buenaventura?

- Mi madre poseía un gran talento. Podía ver el futuro de un hombre en su mano o en las hojas del fondo de su taza de té. Me enseñó algunos de sus trucos. - Transfirió la mirada a Yeonjun. - Hablando de té, jovencito, ¿quieres un poco?

- ¿Qué? - Preguntó él, con aspecto turbado.

- Té. Encuentro que sirve a la vez para asentar el estómago y para que la mente se concentre. Una bebida maravillosa, el té. 

- Yo tomaré té. - Dijo Beomgyu, reparando en lo mucho que hacía que no había comido o bebido algo. 

Sentía como si hubiera estado funcionando a base de pura adrenalina desde que despertó. 

Yeonjun sucumbió.

- De acuerdo. Siempre y cuando no sea Earl Grey. - Añadió, arrugando la fina nariz. - Odio la bergamota. 

Kim Jisoo rió socarronamente en voz alta y volvió a desaparecer detrás de la cortina de cuentas, dejándola balanceándose suavemente tras ella. 

Beomgyu miró a Yeonjun enarcando las cejas. 

- ¿Odias la bergamota? - Preguntó. 

Yeonjun se había acercado a la estrecha estantería y examinaba su contenido. 

- ¿Hay algún problema?

- Puede que seas el único chico de mi edad que he conocido que sabe qué es la bergamota, y aún más que se encuentra en el té Earl Grey. 

- Sí, bueno. - Dijo él, con una expresión altanera. - No soy como otros chicos. Además... - Añadió, extrayendo un libro del estante. - En el Instituto tenemos que tomar clases en usos medicinales básicos de las plantas. Es un requisito.  

- Imaginaba que vuestras clases era cosas como Carnicería 101 y Decapitación para principiantes. 

Yeonjun pasó una página. 

- Muy divertido, Lee.

Beomgyu, que había estado estudiando el póster de quiromancia, se volvió en redondo hacia él. 

- No me llames así.

Él alzó la mirada, sorprendido. 

- ¿Por qué no? Es tu apellido, ¿verdad?

La imagen de Jake se alzó ante los ojos del menor. Jake, la última vez que lo había visto, siguiéndolo atónito con la mirada mientras él salía corriendo de Java Jones. Volvió a mirar el póster, pestañeando. 

- No hay ningún motivo. 

- Entiendo. - Dijo Yeonjun, y él supo por su voz que si entendía, más de lo que él quería que entendiese; le oyó dejar el libro de vuelta en el estante. - Esto debe de ser la basura que mantiene como fachada para impresionar a mundanos crédulos. - Dijo, y su voz sonó asqueada. - No hay un solo texto serio aquí. 

- Sólo porque no sea la clase de magia que tú haces... - Empezó Beomgyu enojado. 

Yeonjun lo miró con cara de pocos amigos, silenciándolo.

- Yo no hago magia.- Dijo. - Métetelo en la cabeza: los seres humanos no usan la magia. Es parte de lo que los hace humanos. Las brujas y los brujos sólo pueden usar magia porque tienen sangre de demonios. 

Beomgyu se tomó unos instantes para procesar aquello.

- Pero yo te he visto usar magia. Usas armas hechizadas...

- Uso instrumentos que son mágicos. Y justo para poder hacer eso, tengo que recibir un riguroso adiestramiento. Los tatuajes de runas en la piel también me protegen. Si tú intentaras usar uno de los cuchillos serafín, por ejemplo, probablemente te abrasaría la carne, quizá te mataría. 

- ¿Y si tuviera los tatuajes? - Preguntó Beomgyu. - ¿Podría usarlos?

- No. - Respondió Yeonjun enojado. - La Marcas son sólo parte de ello. Existen pruebas, ordalías, niveles de adiestramiento... oye, simplemente olvídalo, ¿de acuerdo? Mantente alejado de mis cuchillos. De hecho, no toques ninguna de mis armas sin mi permiso. 

- Vaya, adiós a mi plan para venderlos en eBay. - Rezongó Beomgyu. 

- ¿Venderlos dónde?

Beomgyu le dedicó una sonrisa insulsa. 

- Un lugar mítico de gran poder mágico.

Yeonjun pareció confuso, luego encogió los hombros. 

- La mayoría de los mitos son ciertos, al menos en parte. 

- Empiezo a captarlo.

La cortina de cuentas volvió a repiquetear, y apareció la cabeza de Kim Jisoo.

- El té está en la mesa. - Anunció. - No hay necesidad de que vosotros dos os quedéis aquí de pie como asnos. Pasad al saloncito. 

- ¿Hay un saloncito? - Preguntó Beomgyu.

- Por supuesto que hay un saloncito. - Repuso ella. - ¿En qué otra parte iba yo a recibir las visitas?

- Dejaré el sombrero con el lacayo. - Indicó Yeonjun.

Kim Jisoo le lanzó una mirada sombría.

- Si fueras la mitad de gracioso de lo que crees que eres, muchacho, serías el doble de gracioso de lo que eres. 

Volvió a desaparecer a través de la cortina, y su sonoro "¡ja!" quedó casi sofocado por el tintineo de las cuentas. 

Yeonjun frunció el cejo.

- No estoy muy seguro de qué quería decir con eso.

- ¿De verdad? - Repuso Beomgyu. - Yo lo entendí perfectamente. 

Atravesó decidido la cortina antes de que él pudiera replicar. 

El saloncito estaba tan pobremente iluminado que Beomgyu necesitó varios pestañeos antes de que sus ojos se adaptaran. Luz tenue esbozaba las cortinas de terciopelo negro corridas sobre toda la pared izquierda. Pájaros y murciélagos disecados pendían del techo mediante finas cuerdas, con brillantes cuentas negras ocupando el lugar de los ojos. El suelo estaba cubierto de alfombras persas raídas que escupían bocanadas de polvo al ser pisadas. Un grupo de sillones de color rosa se hallaban colocados alrededor de una mesa baja. Un mazo de cartas del tarot atadas con una cinta de seda ocupaba un extremo de la mesa; una bola de cristal sobre un soporte dorado, el otro. En el centro de la mesa había un servicio de té dispuesto para las visitas: un plato de emparedados cuidadosamente apilados, una tetera azul (humeante) y dos tazas de té con platillos a juego, colocadas con esmero frente a dos de los sillones. 




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