Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (adaptación Yeongyu)

14: El hotel Dumort

Por la noche, la iglesia resultaba espectral, con sus ventanales góticos reflejando la luz de la luna como espejos plateados. Una reja de hierro forjado rodeaba el edificio y estaba pintada de un negro mate. Beomgyu sacudió la verja delantera, pero un sólido candado la mantenía bloqueada. 

- Está cerrada con llave. - Dijo, echando una ojeada a Yeonjun por encima del hombro.

Este blandió su estela.

- Déjame a mí.

Beomgyu le observó mientras trabajaba con el candado, observó la delgada curva de su espalda y el ondular de los músculos bajo las mangas cortas de su camiseta.

El candado golpeó contra el suelo con un sonido metálico, convertido en un retorcido pedazo de metal. Yeonjun pareció complacido consigo mismo. 

- Como de costumbre... - Declaró. - Soy sorprendentemente bueno en eso. 

Beomgyu se sintió repentinamente enojado.

- Cuando la parte de autofelicitación de la noche haya concluido, ¿podríamos regresar a la tarea de salvar a mi amigo de ser desangrado hasta la muerte?

- Desangrado. - Repitió Yeonjun, impresionado. - Esa es una gran palabra.

- Y tú eres un gran...

- Shh, Shh. - Lo interrumpió él. - No se deben decir palabrotas en la iglesia.

- Aún no estamos en la iglesia. - Masculló Beomgyu, siguiéndole por el sendero de piedra hasta las dobles puertas delanteras.

El arco de piedra sobre la entrada estaba bellamente esculpido, con un ángel mirando al suelo desde su punto más alto. Agujas sumamente afiladas se recortaban negras en el cielo nocturno, y Beomgyu comprendió que era la iglesia que ya había vislumbrado aquella noche. Se mordió el labio. 

- En cierto modo, no parece correcto forzar la cerradura de la puerta de una iglesia.

El perfil de Yeonjun parecía sereno bajo la luz de la luna.

- No vamos a hacerlo. - Contestó, deslizando su estela al interior del bolsillo.

Posó una delgada mano, marcada toda ella con delicadas cicatrices blancas como un velo de encaje, sobre la madera de la puerta, justo por encima del pestillo. 

- En el nombre de la Clave. - Recitó. - Solicito entrada a este lugar sagrado. En el nombre de la Batalla Que Nunca Termina, solicito el uso de tus armas. Y en el nombre del ángel Raziel, solicito tu bendición en mi misión contra las tinieblas.

Beomgyu le miró con asombro. Yeonjun no se movió, aunque el viento nocturno le arrojó los cabellos a los ojos; parpadeó, y justo cuando estaba a punto de hablar, la puerta se abrió con un chasquido y un crujido de goznes. Giró hacia dentro con suavidad ante ellos, dando paso a un lugar vacío y fresco, iluminado por puntos llameantes. 

Yeonjun dio un paso atrás.

- Después de ti.

Cuando Beomgyu pasó al interior, una oleada de aire fresco lo envolvió, junto con el olor a piedra y a cera. Hileras de bancos de iglesia, tenuemente iluminados, se extendían en dirección al altar, y un montículo de velas brillaba como un lecho de chispas sobre la pared opuesta. Se dio cuenta de que, aparte del Instituto, que en realidad no contaba, nunca antes había estado dentro de una iglesia. Había visto cuadros, y visto el interior de iglesias en películas y programas de anime, donde aparecían regularmente. Una escena en una de sus series de anime favoritas tenía lugar en una iglesia con un monstruoso sacerdote vampiro. Se suponía que uno debía sentirse a salvo dentro de una iglesia, pero él no se sentía así. Formas extrañas parecían erguirse ante él surgiendo de la oscuridad. Se estremeció. 

- Las paredes de piedra mantienen fuera el calor. - Explicó Yeonjun al advertirlo.

- No es eso. - Replicó Beomgyu. - ¿Sabes que nunca he estado en una iglesia antes?

- Has estado en el Instituto.

- Quiero decir en una iglesia auténtica. Para asistir a misa. Esa clase de cosa.

- ¿De veras? Bueno, esto es la nave, donde están los bancos. En donde se sienta la gente durante la misa. - Avanzaron, sus voces resonando en las paredes de piedra. - Aquí arriba está el ábside. Aquí es donde estábamos nosotros. Y esto es el altar, donde el sacerdote celebra la Eucaristía, siempre en el lado este de la iglesia.

Se arrodilló frente al altar, y Beomgyu pensó por un momento que rezaba. El altar era alto, construido en granito oscuro y adornado con una tela roja. Detrás de él, se alzaba una ornamentada talla dorada, grabada con figuras de santos y mártires, cada uno con un disco plano dorado tras la cabeza representando un halo. 

- Yeonjun. - Murmuró. - ¿Qué estás haciendo?

Él había posado las manos sobre el suelo de piedra y las movía de un lado a otro con rapidez, como si buscara algo, removiendo el polvo con las yemas de los dedos. 

- Buscar armas.

- ¿Aquí?

- Se supone que están ocultas, por lo general alrededor del altar. Guardadas para nuestro uso en caso de emergencias.

- ¿Y esto es alguna clase de trato que tenéis con la Iglesia católica?

- No específicamente. Los demonios llevan en la Tierra tanto tiempo como nosotros. Están por todo el mundo, en sus distintas formas: demonios griegos, daevas persas, asuras hindúes, oni japoneses. La mayoría de creencias tienen algún método para incorporar tanto su existencia como la lucha contra ellos. Los cazadores de sombras no se adhieren a ninguna religión única, y por su parte todas las religiones nos ayudan en nuestra batalla. Podría haber ido igualmente en busca de ayuda a una sinagoga judía o a un templo sintoísta o... ah. Aquí está.

Quitó el polvo con la mano mientras Beomgyu se arrodillaba a su lado. 

Esculpida en una de las piedras octogonales situadas ante el altar, había una runa. Beomgyu la reconoció, casi con la misma facilidad que si estuviera leyendo la palabra en su idioma. Era la runa que significaba "nefilim". 

Yeonjun sacó su estela y tocó la piedra con ella. Con un chirrido, esta se movió hacia atrás, mostrando un compartimiento oscuro debajo. Dentro del compartimiento había una caja alargada de madera; Yeonjun alzó la tapa y contempló con satisfacción los objetos pulcramente dispuestos en el interior. 




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