Nicolas abrió sus ojos y lo único que pudo contemplar fue la misma nada, una luz blanca demasiado brillante y figuras borrosas. Sintió un punzante dolor de cabeza, y supuso que lo habían golpeado con algún objeto.
Dirigió su mano a su cabeza para corroborar y entonces supo que estaba encadenado, y no solo en las manos ¡Esto era completamente nuevo! pensó. Siempre había odiado esa costumbre de atar las manos de los brujos para evitar su magia, sin embargo, debía admitir que esto de atarle los pies y colgarlo de cabeza le resultaba algo nuevo.
¿Dónde estaba? ¿y quien lo había traído?
Intentó hacer memoria hasta que su visión se aclaró.
Recordaba estar en las cuevas buscando por Alicia y Thiago, recordaba una discusión acerca de los Nephilims, pero no exactamente que; quizá estaban hablando de la imprudencia de estos, o de su increíble habilidad para siempre estar al filo de la muerte.
Fuera lo que sea que discutían, eso perdía importancia, todo perdió importancia cuando fueron rodeados por sirenas armadas. Él más que nadie sabia lo crueles que ellas podían llegar a ser.
Entonces todo a su alrededor se aclaró, la enorme luz blanca disminuyó para dar paso a la gran oscuridad de la cueva donde se encontraba .
Enormes y ásperas rocas cubiertas por musgo, daba la impresión de que algún insecto se acercaría a picar en cualquier momento .
— Entiendo las cadenas, pero ¿Por qué estoy de cabeza? —su voz hizo eco en el vació de la cueva.
— ¿El gran mago sin residencia, no está cómodo en su encierro? —esa voz proveniente de las sombras fue como un puñal al corazón de Nicolas .
Cerró los ojos y negó con la cabeza, el golpe había sido más grave de lo que pensó. Seguro estaba teniendo alucinaciones, no podía ser posible, aunque quisiera.
— No puede ser cierto —susurró más para si mismo.
— ¿Lo del encierro? Es tan difícil admitir, oh gran brujo sin residencia ¿qué has sido derrotado? — otra respuesta surgió de entre las sombras.
Era la misma voz, pero no podía ser ella.
Ella cuya tonalidad era dulce e inocente incluso al enfadarse. En cambio, quien le hablaba tras las sombras era irónica, desbordaba furia y expresaba odio.
Abrió otra vez sus ojos.
—En mi humilde opinión, ser atacado por la espalda no cuenta como derrota.
Esperó un rato y entonces llegó otra respuesta.
— ¿Su humilde opinión?, su opinión nunca es humilde.
—¿Acaso nos conocemos? Porque no me permite verla, en el estado en el que estoy no puedo ser una gran amenaza —mostró sus manos y el sonido seco de las cadenas retumbaron en las rocas.
—Solo en sus sueños tendría la posibilidad de herirme —la voz contestó con algo de nostalgia, emergiendo la misteriosa figura de las sombras .
Cualquiera hubiera podido descifrar por su cola verde en lugar de piernas que se trataba de una sirena. Nicolas ahogó un suspiro. Su cabello castaño y grueso, crecido hasta su cintura, su tez trigueña y sus ojos verdes con motas grises penetrando a través del alma de él.
Era casi como estar en un sueño, que se convertía en pesadilla.
Después de tanto tiempo, no había envejecido.
Su aspecto aparentaba 17 años pero sus ojos reflejaban dolor, pérdida y odio. También notó que su vestimenta ya no era plateada sino dorada, como la de las líderes. No había duda de que ahora lideraba el ejército que los emboscó.
Eso es lo que provocaba que reencontrarla sea una pesadilla, él no podía soportar el odio con el que lo miraba, el desprecio con el que le dirigía la palabra.
— ¿Meredith? —las palabras salieron de su boca como un desesperado grito de ayuda, aquel nombre que por años había evitado pronunciar .
—Veo que me recuerdas —contestó ella con frialdad.
—Creí...y-yo te vi...— dijo casi sin aliento—. Creí que habías muerto.
Estar de cabeza se había vuelto una dificultad, sintió su garganta cerrarse por la angustia y las palabras desaparecer, le costaba respirar.
Meredith soltó una carcajada.
—¿Eso te habría gustado verdad? —se acercó a él y tomó su rostro con algo de violencia—Saber que acabaste conmigo, contarle a todo el mundo como me engañaste y abandonaste.
— Yo no te abandoné...—trató de decir.
—¿Esperabas que muriera? No serias el primer idiota que cree que el corazón de mi gente es más débil, más sencillo de aplastar —interrumpió con furia—. Y como siempre se equivocan. No estoy muerta, aunque eso sin duda te habría encantado.
Su voz era filosa y cruel.
Hubo un estruendoso ruido de cadenas en la cueva. Con mucha dificultad Nicolas movió sus manos atadas para tomar las de ella.
—Mi amada Meredith, jamás podría hacerte daño y me duele que así lo creas, cada día desde.. —dijo finalmente con lágrimas deslizándose por sus ojos. Él simplemente no podía revivir ese momento, no ahora—. No existió ni un segundo de mi vida en el que no me reprochara por lo que sucedió, en el que no haya querido volver y cambiar lo ocurrido.
— No debe ser fácil vivir sabiendo que huiste como un cobarde, aunque tengo entendido que a eso te dedicas ¿No es cierto? "brujo sin residencia" huyendo de todas partes, evadiendo responsabilidades—Meredith se soltó como si su toque le produjera asco, como si él fuera tóxico.
Cortó el contacto visual y se dispuso a marcharse.
—No tengo idea que ocurrió o porque recordamos una historia tan distinta, pero sí sé que no puedo vivir en un mundo en el que me odies —gritó provocando que ella se voltee a verlo.
Meredith sonrió de espaldas.
—¿Sabes abrir portales a otros mundos? porque de otra forma la única solución es la muerte —contestó y comenzó a marcharse.
***
—Tú, estúpido brujo. La estás llevando a su fin ¿No entiendes que si abandona el amazonas morirá? —insistió enfurecida. La vena de su frente comenzaba a hincharse .