Capítulo siete.
Misión de rescate.
Nora.
La maldad puede venir envuelta en un paquete precioso, atrayente ante nuestros ojos, ¿o de qué otra forma caeríamos en ella? —Heist.
La primera cosa que pasa por mi mente al atravesar el portal es que no quiero volver a hacerlo. Es una sensación extraña en el estómago, como si me estuvieran retorciendo las entrañas y pateando el esófago.
En conclusión, es incómodo.
Concentro todas mis energías en mantener mi desayuno dentro de mí al mismo tiempo que mis pies tocan el suelo. El resto del grupo hace lo mismo, y noto con diversión el color enfermizo que invade el rostro de Caleb.
Es muy débil.
La ciudad de Londres invade mis sentidos una vez reacciono a mi entorno; los sonidos cotidianos de una tarde en este sitio me sacan una sonrisa; los humanos son tan ingenuos, no tienen idea que pueden estar caminando junto a bestias que en cualquier momento pueden acabar con sus efímeras existencias.
Nuestro grupo llama la atención, muchas personas se nos quedan observando con extrañeza o admiración. Es fascinante ver la diversidad de personas en un lugar tan grande, los diferentes tonos de piel, estilos, ropa, y edades. Caminamos hacia una base militar cercana, la cual, según lo que nos informa Thiago, es un conducto entre los humanos y los Lairfics. No es difícil entrar, el solo hecho de mostrarles el equipo al guardia es suficiente. Todo es simple y discreto, no interactuamos con ningún soldado humano y nadie nos molesta.
—Tomaremos aquel auto de allá —señala Thiago—, y llegaremos hasta el embarcadero. No está muy lejos de aquí, solo a 15 minutos, pero es mejor no perder tiempo. Caleb, tu manejas, Nora irá de copiloto y ustedes estarán conmigo, atrás.
Acatamos las ordenes, sin rechistar. El ambiente es tenso y extraño, cosa que no entiendo; no quiero ser ególatra y decir que están así por mi presencia, pero eso es lo que creo, porque hasta Thiago está incómodo. No sé si es por el peso de la misión, quizás solo estoy exagerando.
El automóvil es un Jeep negro del ejército, y me enamoro instantáneamente del sonido del motor; nos tiene a Caleb y a mí haciendo ojitos, y reímos un poco al ver nuestras reacciones.
—Al parecer no has cambiado absolutamente nada, Nora —sonríe cálido, aliviando un poco la tensión.
—Eso creo —contesto—, aunque creo que ya no soy desgarbada y flacucha.
—Parecías una jirafa —arranca, saliendo del complejo—. Eras súper tierna, tan tierna como un gatito.
Hago un puchero fingido—: Yo no soy tierna, creo que más bien podrías compararme con un león o un tigre de bengala.
—Creo que tienes un poco de las tres, a fin de cuentas son todos felinos.
Ruedo los ojos—: Es usted muy maduro, soldado —digo con sarcasmo.
—Es usted muy amable, señorita.
Caleb es un chico muy cálido, casi como si destilara alegría, y todo es muy colorido con él, es como si llenara mis manos de pintura y decorara una habitación. La simple presencia de Caleb traía alegría, es de esas personas que no pierden su brillo por nada, y que tratan de hacer brillar a los demás. Nunca vi envidia en los ojos del muchacho, tiene un alma muy buena y pasiva, aunque sé que para luchar es toda una máquina.
Me contenta haberlo conocido, y es un poco cómico que fuera mi primer amor, o más bien primera obsesión adolescente. Es una de las pocas cosas que me hace cuestionarme si realmente mi naturaleza es la de una bestia, porque si puedo sentir cariño por una persona ¿por qué la mayoría de los sentimientos que me abundan son malos? Es algo que siempre me he preguntado, y nunca he comprendido mis cambios de ánimos, es como si habitaran dos personas en un mismo cuerpo, dos personas totalmente diferentes.
—Llegaremos dentro de poco —avisa Thiago.
La seriedad se asienta en mi, y todo rastro de diversión se borra de mi rostro. Se puede ver el muelle a lo lejos, solo que el tráfico dificulta la llegada. Me pregunto si la lucha afectará a los humanos, pueden ser muy insignificantes, pero tenemos que tener cuidado de que no se enteren de lo que está pasando.
Las armas se sientes pesadas en mis muslos, como si supieran que dentro de poco serán usadas. Acomodo bien mi uniforme y le quito el seguro a mi revólver, para tener más rápido acceso a él. Caleb estaciona el auto y por un momento contemplo la zona. Hace rato estudiamos un plano del sitio, por lo que no será tan difícil movilizarnos.
Bajamos del auto en un silencio pesado y asfixiante, cargado de sentimentalismo.
Idiotas, si se van a morir lo harán aquí o en su cama.
A veces las personas temen de forma dramática su muerte, como si eso fuese inevitable. No se ponen a pensar que probablemente mueres sin pensarlo mucho y ya está; sé que en el momento de mi muerte lo que menos pensaré será que voy a morir, si no que lo haré con gloria porque no fui cobarde.
Bueno, he llegado a la conclusión de que mi muerte me vale madres, creo que le hace un favor al mundo la persona que me asesine.
Thiago se coloca en la cabeza y sin decir nada, comienza a caminar hacia el gigante almacén que se encuentra a nuestra derecha. El lugar está decierto, lo que me hace pensar que los rynerers tienen la influencia necesaria para mantener este sitio en completa tarquilidad mientras que mantienen secuestrado a una persona de mucha influencia tanto en el mundo humano como en el de nosotros los cazadores, ya que el joven es un importante modelo y el hijo del Código.