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Capítulo 1

Las voces estaban en mi cabeza y se repetían a cada momento torturándome y logrando que mis días siempre empeoraran uno tras otro.
—Quiero que olvides a LuzBel y recuerdes siempre Elijah.
—Yo también me quemé con el fuego que provocó nuestro juego.
—¡Dios mío, Elijah! ¡No por mí, te lo suplico! ¡No por mí, amor!
—¡Sí por ti, Bonita! ¡No vales la pena, lo vales todo! ¡Vales mi vida!
¡BOM!
Me desperté jadeando y sudando en medio de la madrugada, no quise ver el reloj porque sabía a la perfección la hora que era, me pasaba lo mismo desde hacía seis meses; mi corto sueño era interrumpido por las pesadillas que se encargaban de recordarme todo lo que perdí hace tiempo, una noche de invierno en la que creí que sería la mejor de mi vida, pero dio un giro drástico y se convirtió en la peor.
Llevaron hasta a mí unos monitores en los que me mostraban el estado de dolor de Tess e Isabella, dividido en los famosos colores verde, amarillo y rojo; en mi hermana lo hacían llegar hasta el amarillo, muy cerca del rojo. En Isabella, por alguna razón, nunca pasaba del verde; no sabía la razón, pero agradecía el hecho. Fue por ese único motivo que dejé de intentar escapar, mi vida no me importaba, mas sí la de ellas, pues no hice esa farsa para joderlo todo después y debía admitir que Darius me ayudó a entender eso.
A Amelia no la vi durante todo ese tiempo, la única vez fue luego de la explosión cuando llegaron por mí, la maldita estaba feliz de haber logrado su capricho y tuve que fingir hasta que supe que Elliot sacó a White con vida y ella estaba bien.
—No jodas mi día tan temprano —siseé luego de tomar la bandeja con comida que él me llevaba cada mañana.
—¡Escúchala, viejo! —Miré con odio a Darius tras escucharlo— Por fin está en su estado normal y quiere hablar contigo —prosiguió sin importarle lo que yo deseaba.
En alguna ocasión dejé que él me hablara de la enfermedad que Amelia padecía, de cómo a Lucius le importó una mierda y en lugar de tratarla, la utilizaba para su beneficio. La tía pasaba en estado maníaco o depresivo casi todo el tiempo y eran muy pocas las ocasiones en las que la vida le permitía ser la Amelia normal, en sus cinco sentidos.
—Ni siquiera lo intentes —gruñí y tomé su mano para alejarla de mí de forma brusca.
—Aún te amo, mi bello tatuado —susurró y solo quería atrapar su bonito cuello entre mis manos y presionarlo con toda mi fuerza hasta que dejara de hablar— y cuando estuve contigo fueron los únicos días en que fui yo misma, en los que mi estado se calmó casi por completo.
—Pierdes tu tiempo, no me importa lo que digas así que hazme el favor y vete a la mierda —pedí con sutileza.
—Amelia es la única que puede sacarte de aquí, imbécil —la defendió Darius, pero lo ignoré.
—Estoy lúcida, no estúpida —ironizó y entonces me volteé a verla—. Ese dispositivo es lo único que te mantendrá en línea al salir de aquí. No se los quitaremos, pero te doy mi palabra de que mientras Isabella no se meta en mi territorio, no la buscaré ni mi padre lo hará.
—Yo también tengo palabra, Amelia y lo sabes —le reproché—. Desactiva esos putos dispositivos y te juro que hago lo que tú quieras —Ambos nos miramos tras decirle tal cosa, pero ella era terca y yo más.
Y supe que jamás llegaríamos a nada.
—Quiero la oportunidad de hablar contigo, de que me conozcas como no pudiste hacerlo mientras estuvimos juntos. Tú me calmas, Elijah.
—LuzBel, para ti —le recordé.
—No puedo hacer que desactiven esos dispositivos, pero te daré este —continuó ignorando lo que le recordé.
La miré sacar algo de su bolsillo y luego me mostró una pieza del tamaño de un arroz, la miré sin comprender.
—Cuando hagas lo que te pido, podrás averiguarlo por tu cuenta —Empuñé la pequeña cosa en mi mano—. Saldrás de aquí e irás a donde quieras, a excepción de tu hogar, la organización o cerca de Isabella. No podrás acercarte a nadie de tu familia o amigos, tampoco podrás decirle a alguien quién eres; serás Sombra y actuarás como tal, usarás un dispositivo para que te cambie la voz y si se te ocurre decirle a alguna persona quién eres, entonces quien no tenga ese chip pagará las consecuencias.
—¡Puf! Menos mal iré a donde yo quiera y haré lo que quiera —dije sarcástico—. Entonces, ¿cómo voy a hacer para que alguna de ellas lo tenga? —inquirí.
—Sí y también para mi padre y la organización, sobre todo para los de alto rango —Presioné la mandíbula con mucha fuerza.
—¿Quiénes son ellos? —mascullé entre dientes.
—Solo conoces a uno y al hacer tu juramento, conocerás a los demás —Me callé y la observé esperando a que terminara de hablar—. Derek es al que conoces —aseveró y entonces sí la tomé de cuello y la pegué a la pared.
—¡Eres una perra y aparte de loca, estás estúpida! —grité con furia y vi cómo sus ojos se abrieron demás.
—¡LuzBel, el monitor! —Escuché gritar a Darius.
Me giré y noté que el de Tess estaba en la franja amarilla, el de Isabella seguía sin moverse como lo supuse. Con mucha ira solté a la pequeña rata, mi respiración estaba acelerada, la de ella aún más cuando intentaba coger el aire que mis manos le robaron.
—Puedo considerar hacer ese puto juramento para ti y la mierda que tienes como padre, pero jamás para ese malnacido y en el momento que lo tenga frente a mí, voy a disfrutar desgarrando su cabeza —aseguré, ella tosía de manera incesante.
La noche llegó de nuevo, lo sabía por el reloj que me indicaba las horas, me tumbé sobre la pequeña cama y miré fijo el chip que esa loca me dejó, solo era uno y algo me decía que era auténtico y con él podía salvar a una de las chicas. Vaya mierda de decisiones las que tenía que tomar, me debatía en hacer o no el juramento, estaba harto de vivir en el encierro, de no ver la luz del día, moría de ganas por respirar aire fresco, salir a correr, ver a mi familia, pero más por ver a White así fuera de lejos, saber cómo estaba, comprobar si ya me había superado, aunque interiormente rogaba porque no fuese así. No la quería destrozada por mi ausencia y tampoco feliz por no tenerme y debía admitir que muchas veces experimentaba el miedo de saberla con Elliot, o con otro hombre ocupando mi lugar.
Por un lado estaba el hecho de decidir a quién darle el chip, Tess era mi hermana, la chica que me acompañó en muchas locuras, con la que compartía la misma sangre, los mismos padres y a la única que alguna vez le dije que la quería, a parte de mi madre y tenía que salvarla; por el otro lado se encontraba Isabella, la castaña por la cual decidí desparecer y fingir mi muerte con tal de salvarla, la única que me hacía querer una combinación de cielo e infierno y por la cual volvería a hacer todo bien si se me diera la oportunidad, ella tenía que vivir y yo la protegería siempre, por Isabella iba a pactar con el diablo, tenía que salir de aquel lugar y colocarle el chip, mi decisión al fin y al cabo era fácil.
Le daría el chip a Isabella y me mantendría con el enemigo y en la oscuridad por Tess.
Dos días después ahí estaba, vestido con una túnica negra, la escena que vivía se podía comparar a la de una maldita película de suspenso o fantasía, pero, para mi mala suerte era solo mi puta realidad.
Los días en los que mi palabra valió todo, se esfumaron.
Parado en el medio de diez personas, quienes también vestían de negro, pero que usaban máscaras para no ser identificados, pensé en mis días de gloria; aquellos en los que mi complejo de rey no me dejó ver a la reina que siempre tuve a mi lado. Le di a Isabella lo peor de mí y el karma era tan hijo de perra que me tenía a punto de convertirme en la puta de mis peores enemigos.
Lucius y su hermano David Black la encabezaban, Derek estuvo ahí, gozando de ese momento y solo me limité a sonreír y decirle con la mirada que era cuestión de tiempo para que me pagara con creces lo que me estaban haciendo. Por supuesto que Amelia también fue parte de la ceremonia, mas la ignoré como el pedazo de mierda que era en ese momento para mí.
«Juro por mi vida que os haré pagar». Pensé y guardé esa promesa solo para mí.
Tres meses después...
Al final, el maldito juramento me otorgó la falsa libertad prometida, aunque era mejor eso a estar encerrado. Desde tres meses atrás utilizaba un maldito traje negro y una máscara que protegía mi identidad; cuando me vi al espejo me reí de mí mismo y de lo irónica que era la vida, después de criticar tanto a un cobarde que se escondía tras ella, yo pasaba a ser otro cobarde oculto tras lo que tanto odié en su momento. El primer mes fue el más difícil, quería huir y buscar a mi familia, a Isabella y comprobar con mis ojos que estaba bien, mas cuando lo intenté, Tess fue llevada al hospital de emergencia por una terrible migraña y entonces desistí de hacerlo.
Comencé a trabajar para los Vigilantes y convencí a Amelia de revocar mi juramento hacia Derek —algo que no me fue fácil puesto que solo un líder podía hacerlo, mas al ser Amelia hija de uno, pude lograrlo—, eso sí, se me prohibió estar cerca de él o viceversa y a ambos se nos puso límites. Trataba de no estar cerca de Amelia y cuando lo hacía, hablábamos solo de cosas de la organización, Darius trabajó conmigo y debía aceptar lo mucho que me apoyaba, me aconsejaba y poco a poco me hizo ganar confianza con Lucius, al punto de dejarme trabajar con Marcus; él y Darius me ayudaron a buscar a White y me desesperaba que no la encontraran.
Pasaron dos meses y de ella no se sabía nada y eso en verdad era frustrante, hasta que un día, descubrí que Cameron seguía en la organización y era un hombre de confianza de Darius y Marcus. Algo me decía que Cameron seguía de infiltrado y esperaba que fuera así, no podía decirle quién era yo en realidad, pero me acerqué a él y poco a poco me fui ganando su confianza.
—Pronto daremos otro golpe a los Grigori —anuncié, Marcus me observó extrañado, Cameron se puso un poco nervioso—. Espero que ahora sí encontremos a la hija del difunto Enoc.
—¿Te desharás de ella? —preguntó intentando sacar información, sonreí sabiendo que no podía notarlo.
—También lo noté —confesó Cameron—. Lograste tocar las bolas de LuzBel al acercarte a esa chica.
Esa declaración no me agradó, pero me contuve. Tenía que aceptar que ya no era LuzBel y sí, Sombra y ese cabrón se acercó a White muchas veces. Tal cosa me descontroló en su momento.
—Pero no te preocupes por ella, viejo —aconsejó alegre y lo miré incitándolo a que siguiera—. Sé de buena fuente que Isabella se marchó del país, nadie sabe dónde está ni siquiera las personas cercanas a ella. Desapareció luego de la muerte de LuzBel y ni Elliot, su exnovio, sabe dónde está. Es más, ni su único hermano conoce su paradero —Escucharlo me hizo comprender el porqué de que su monitor no se moviera, estaba lejos y por eso no podían dañarla.
¿Me entristeció? Sí, ya que en algún momento tuve la esperanza de verla, aunque fuese de lejos, saber si estaba bien, si era feliz, esperaba que lo fuera, pero sola; el egoísmo no me abandonaba cuando de Isabella White se trataba.
Aun así, logré mucho y hasta se me permitió ir a los clubes pertenecientes a Lucius, no eran de mi agrado, pero prefería pasar las noches allí, a estar encerrado en la puta pocilga en que vivía.
—¡Privado solo para nosotros! —gritó Darius al verme llegar.
La música resonaba en la planta baja y el privado era como una habitación, pero en lugar de paredes normales tenía de vidrio tintado. Me quité la máscara al estar seguro, ahí había dos tipos más y algunas chicas, pero Darius me aseguró que podía permanecer sin el estúpido disfraz de Sombra dentro de esa zona.
—Ven, viejo. Quiero presentarte a unos amigos —Caminé un tanto desganado, el imbécil ya estaba un poco borracho y se creía mi mejor amigo—. Ellos son Fabio y Dominik, los hermanos D'angelo —anunció y miré a los dos rubios frente a mí, sentados en el gran sofá de cuero negro, ambos con una chica en sus piernas—. Chicos él es... —Se quedó pensando en cómo presentarme y me reí con burla.
—Soy LuzBel y somos compañeros de trabajo —me presenté solo.
—¡Hijo de puta! Hieres mis sentimientos, creí que éramos amigos —replicó Darius, definitivamente ya estaba borracho.
—Gusto en conocerte, soy Dominik —hablo el tipo de mí misma complexión y con muchos tatuajes al igual que yo, estiró la mano, pero no la tomé.
—Déjalo así, hermano. No sé en dónde has tenido las manos en este rato —Señalé a la tía en sus piernas y él rio.
—Tipo inteligente, me agradas —habló el otro, burlándose de Dominik—. Soy Fabio y somos amigos de este imbécil borracho —Señaló a Darius y él se encogió de hombros.
Asentí en respuesta y me senté en el sofá libre, entablamos una plática y por primera vez estaba disfrutando un poco de la noche. Darius se divertía con algunas putas del lugar, Fabio y Dominik hacían lo mismo, yo simplemente disfrutaba de los tragos. Ambos tíos eran italianos, con descendencia americana por parte de su madre, tenían familia en el país y estaban de visita; Dominik se quedaría más tiempo que su hermano ya que el último era médico y su deber lo llamaba.
—¿No te gustan las mujeres? —preguntó Fabio al verme solo, Darius rio de su pregunta.
—Si te refieres a si soy gay, no, no lo soy —aseveré—. Los coños me vuelven loco, pero no los de aquí —finalicé y él me miró. El tipo era raro y reservado, pero en los momentos que decidía hablar, era directo y serio.
Antes de que siguieran diciendo algo más, me puse de pie y me despedí de ellos, mi tiempo de ocio había terminado y prefería marcharme. Salí del privado y en lugar de colocarme la máscara, solo me cubrí con el gorro de mi chaqueta y seguí mi camino. Al pasar por un pasillo escuché llantos y gritos, me detuve y vi a una chica forcejeando con un imbécil borracho, seguí mi camino ya que eso no era de mi incumbencia, pero enseguida escuché que alguien corría detrás de mí y al girarme vi a la chica de antes huir desesperada.
—¡Esa puta es mía, déjala! —exigió al ver a la tía en mis brazos.
—Por favor, no —susurró ella.
Para mí era fácil dejársela, no era mi maldito problema. Ella era una puta, qué más daba, pero el imbécil pretendía darme órdenes y eso me encojonaba en demasía, además sentí temblar a la chica y no pude quedarme callado.
¡A tomar por culo!
—La quiero para mí, ¿cuánto por ella? —El idiota se carcajeó con burla.
—Ese chocho es una primicia y será mío antes de que sea de los demás, quiero estrenarla —Me tensé al escucharlo, las primicias eran tías vírgenes y esa, se notaba que no estaba ahí por su gusto.
—Te pregunté cuánto —espeté—. Será mía a menos que prefieras que hable con Lucius y le informe que te estás estrenando a las primicias —amenacé y al verlo tan asustado sonreí con suficiencia.
—Cinco verdes y fóllatela como quieras —masculló y asentí.
La pequeña rubia me miró asustada al escuchar tal cosa, la tomé de la mano y la llevé hasta una habitación; sentí cómo se contenía a caminar, en esos momentos estaba aterrada de estar a mi lado y no la culpaba, pero teníamos que fingir que haríamos algo, no quería que el imbécil me descubriera. La hice entrar a un cuartucho y se abrazó a sí misma, vestía una minifalda y top blanco, sus pies calzaban unos tacos plateados y su cabello rubio estaba suelto y en ondas. Se giró y sus ojos claros me suplicaban lo que su boca no podía, era una mujer muy hermosa y una lástima que se vendiera de aquella manera.
—¿Por qué trabajas aquí si temes lo que podamos hacerte? —le cuestioné y lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
—Gracias —exclamó y se puso de rodillas frente a mí, su acción me dejó pasmado y la tomé de los brazos para que se pusiera de pie—. Eres mi ángel —prosiguió y me reí de ello.
—No te equivoques, guapa. Soy un demonio, no un ángel —le aseguré y me miró a los ojos.
—Para mí eres un ángel —Escucharla me hizo pensar en Isabella, en la necedad que siempre tuvo de verme como alguien mejor a lo que en verdad era y sentí cosas horribles al pensar en ella— ¿Cómo te llamas?
—Soy Hanna y siempre agradeceré lo que has hecho por mí —Sin esperármelo llegó hasta mí y besó mi mejilla—. Gracias, LuzBel —susurró y no dije nada.
La sinceridad y el agradecimiento que se escuchaba en su voz me dejó un poco perplejo y tenía la seguridad de que no sería la última vez que vería a esa tía.
Hanna no era un nombre tan bonito para una chica como ella.



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En el texto hay: de todo, de amor a odio

Editado: 03.11.2021

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