Antes de la muerte de Brandle, Jadela se sentía presa, pienso que le aterraba la idea de salir y encontrarse con él en algún momento de su vida, pero desde que ese hombre murió, ella probó la libertad. Desde hace varios años antes había conocido a una mujer en Nuevo México con la que se hizo muy amiga, lamentablemente esta mujer estaba padeciendo cáncer. Le di unos cuantos dólares a mi madre y le dije que se fuera a visitarla, de todos modos, mi padre ya no le podía causar ningún daño. Ella aceptó, tomó a Morgan y se fue varias veces, sin embargo, una de esas veces mi farsa comenzó a derrumbarse. Sucedió una noche de viernes, Sara se había quedado a dormir en mi casa. No sé si nunca antes notó la cicatriz de mi espalda, o prefirió hacer caso omiso de ella, el punto es que esa noche decidió preguntarme.
Los dos estábamos acostados viendo por mi ventana cómo el bosque se llenaba de lluvia, yo estaba bocabajo, con la espalda desnuda, y ella me acariciaba mientras me hablaba de cómo Roxana se puso histérica tras la cancelación de uno de sus partidos; cuando de repente, sentí sus manos que subieron hasta ese punto sensible de recuerdos y se detenían en él.
—¿Qué te pasó aquí?
—No fue nada serio, solo una pelea.
—¿Una pelea?
—El tipo me estaba golpeando, y cuando pude darme cuenta, su boca estaba clavada en mi hombro.
Desee de verdad no volver a sentir lo de ese día, jamás quise volver a eso, y no me refiero a los recuerdos, sino a la sonrisa que transfiguró mi rostro al ver cómo Sara me había creído la mentira. Una sonrisa que sólo un perfecto mentiroso era capaz de disfrazar.
—Erick —el suave susurro de mi oído gritó que la mirara—, me gustas mucho.
La miraba a ella y todo se calmaba, o aparentaba calmarse. Tomando su lugar en mi cama tenía puesta una de mis playeras; y es en ese momento que me pregunto: ¿por qué? ¿Por qué no la lastimé desde ese momento, si tantas veces la tuve sola?, sola en medio de esa casa que nadie podría escuchar. Tomé a Sara de sus muslos y me acomodé entre sus piernas, ya habías superado la etapa de los primeros coitos, entonces me hice de ella, de su aroma y de su sensación tan taciturna y obstinada. Delineando cada centímetro de su espalda bajé hasta el interior de su ropa. (Sonrío, y Elaine pudo distinguir un gesto gustoso entre uno de malicia. En ese momento no tenía malicia) Sara no tenía vergüenza en hacerme lo que quería, le gustaba morderme, besarme y hacerme saber que de una y mil maneras era de su propiedad, que le pertenecía a ella y a nadie más.
—¿Podemos dormir así?
—¿Cómo? —le pregunté.
—Así abrazados. Es que durante las noches suelo soñar feo.
Le acaricié la parte baja de su mejilla y llegué a sus labios.
—Tranquila, no le temas a nada. Yo te acogeré en mis brazos, cuidaré de tus sueños y alejaré esas pesadillas.
Eso le causó una dócil sonrisa.
—¿Ahora ya eres poeta?
—Mmmm, podría serlo, si tú así lo deseas.
Sara estaba tan necesitada de cariño, esa es la forma correcta de decirlo, yo lo podía ver en sus ojos y en la forma de hablarme. A veces pensaba que era una sumisa excesiva, nunca me llevó la contraria, nunca me objetó nada…, solo era ella, y ya. No me malentiendas, Elaine, claro que me gustaba eso, disfrutaba de esa actitud tan complaciente de mi amada novia, pero existían ocasiones que me hubiese gustado un enfrentamiento, sentirme dominado y temer de que pudiera perder mi semblante manipulador, pero con Sara jamás lo conseguiría. Sara no era una bomba, más bien parecía una cerilla que en cualquier momento su lumbre terminaría consumiéndola. Eso solía ser molesto.
Aquella noche le pregunté, necesitaba hacerle esta pregunta porque yo, por más que busqué una respuesta, no pude encontrarla.
—¿Por qué?
—¿Qué cosa?
—¿Por qué de todos, me escogiste a mí? Desde que nos conocimos hubo más personas que te pretendieron, te daban regalos, te hacían cumplidos y buscaban la manera de agradarte. Entonces, ¿por qué yo, que siempre fui y me comporté como un patán?
—Eso es sencillo, Erick. Tú no eras como los demás. Así me hubiesen dado el mundo entero todas esas personas, si yo no me sentía atraída hacia ninguno, entonces no iba a funcionar. Desde que te vi esa mañana, supe que debí hacer algo para que me notaras.
“Si yo no me sentía atraída”
¿Mi carácter? La trataba cortante.
¿Mi sonrisa? Jamás le sonreí.
¿Era un caballero con ella? Ni siquiera la miraba cuando se me acercaba.
¿Era cariñoso? Cuando intentaba tocarme o abrazarme me la quitaba de encima.
¿Lo ves? Nunca existió una forma de trato, Sara y yo no hablábamos, y las pocas veces que lo hicimos terminaba alejándome a los pocos minutos. Sara me buscó por mi apariencia, por mi jodida apariencia. Ella quería un trofeo, un objeto, un anillo costoso para lucir. No me quería a mí. Y la prueba está en que a la primera señal de alerta, salió corriendo. Suena feo lo que voy a decirte, Elaine, y espero que comprendas mis palabras, pero una mujer ciega de amor, CIEGA, pasa por alto muchas cosas negativas de su pareja. Elizabeth las encontró a la primera.
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Editado: 07.05.2024